¡Habemus pacto!, ha costado, pero al final ha imperado el sentido común, que no es el más común de los sentidos, y todos los agentes sociales han aparcado ligeramente, sólo ligeramente, sus intereses personales y de clase y han optado por dotar a España de un acuerdo sobre la reforma de las pensiones que garantiza el sistema y tranquiliza los mercados, tanto los nacionales como los internacionales.
Es cierto que en el mejor de los mundos posibles la reforma no era necesaria ya que el incremento de la productividad y de la población activa trabajando asumiría el incremento de personas recibiendo pensión, pero por si alguien todavía no se había dado cuenta, no vivimos en el mejor de los mundos posibles, y a los políticos se les pide que gobiernen para sostener a la sociedad en los malos momentos, que en los buenos ya se sostiene ella sola. Por tanto, esta reforma era esencial para la sostenibilidad del sistema, no ahora, pero sí en unos años.
Pero vayamos a analizar los cambios más fundamentales:
1. Se fija la edad de referencia para la jubilación en los 67 años, en lugar de en los 65 que teníamos hasta ahora, a la vez que se incrementa a 37, en lugar de los 35 actuales, los años de cotización necesarios para poder cobrar el 100% de la pensión a la edad de referencia.
2. Se abre la opción de poder jubilarse y cobrar el 100% de la pensión a los 65 años, para lo que será necesario cotizar 38.5 años.
3. Se amplían los años de cotización para el cálculo del cómputo de los 15 actuales a una cifra que oscilará entre los 20 y los 25 años, en función de los acuerdos que se vayan alcanzando en las próximas semanas.
4. Se fija un adaptación progresiva a la nueva edad de jubilación de referencia, todavía por determinar.
En definitiva, se trata de una reforma que consigue incrementar los años de cotización de los ciudadanos, en media, reduciendo, por tanto, los años de prestación, a la vez que al incrementar los años de cómputo reduce las percepciones de los jubilados.
Es una reforma que dota a la Seguridad Social de mayores ingresos y menos costes, con lo que nuestra hucha común es la gran beneficiada, mientras que las pérdidas individuales de cada pensionista del futuro se minimizan. Por mi parte, hubiera propuesto un cambio esencial como es la utilización de los mejores 25 años de vida laboral para el cómputo, y no los últimos 25, con lo que se habría compensado a los perceptores de pensiones.
Pero podemos estar contentos, ya no tanto por la reforma en sí a la que siempre se le podrán encontrar defectos en uno u otro sentido, sino por el hecho de haber escenificado un acuerdo, algo que últimamente no se llevaba mucho por estas tierras.
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