En un escenario imperial, estéticamente idéntico al que utilizaban los emperadores romanos, bizantinos o el mismo Carlos V, este franciscano papa, que parece salido de la novela de Umberto Eco “El nombre de la rosa”, allá de los profundos años oscuros de la edad gótica o Edad Media, llamado por Tolkien: “El señor de los anillos”, escenifica su puesta a punto con un discurso, tan rancio y anacrónico como su propia estética imperial, con el que pretende tranquilizar a los representantes de los gobiernos, gobernados por Das Kapital, los mismos que ya, sin necesidad de recurrir a dios, se encargan de reducir a la miseria a los trabajadores enviándolos al paro, embargándoles sus bienes y despojándolos de su bienestar.
Este Papa ha lanzado un mensaje en defensa de la pobreza. Que alguien le diga que los pobres lo que quieren es ser ricos o cuando menos vivir de su propio trabajo, tener derechos individuales y sociales. Y no dejar de perseguir, perseguir aunque sea una ilusión, la felicidad. Más sociedad de bienestar y menos miseria. Que alguien se lo diga porque si no va a acabar con su estatus él solito. Pero él, el papa, necesitaba hacerse sentir útil ante los representantes de Das Kapital. Y en lugar de defender el Estado- Sociedad de bienestar, del que no dice ni una sola palabra, les ha lanzado el mensaje en defensa de la pobreza. Patético.
Sabe, por experiencia sabe, en Argentina lo vivió, también se vivió en España durante la Guerra Civil, y antes, mucho antes en otros muchos, muchos sitios, sabe, como lo sabían Pinochet, Perón, Franco, Videla y los generales (todos buenos católicos), que la pobreza pone en marcha un proceso de autoconciencia, que diría Hegel o cualquiera de sus discípulos de izquierda, durante el cual los asalariados se transforman en obreros y los obreros en comités revolucionarios y los comités revolucionarios en revolución: una amenaza para el Orden. El Orden kapitalista, claro. Y la revolución puede ser el fin de la Historia, de la Historia del Kapital.
Este Papa es, como lo fue Suárez, el hombre oportuno llegado en el momento oportuno para el Kapital. Ha llegado para tranquilizar a los gobernantes y sus representantes con un programa de “idealización” de la pobreza. ¡Arreglados estamos! Con el que pretende contener el impulso desestabilizador en el que puede acabar transformándose la toma de conciencia del proletariado en la situación actual. La pobreza como estado de perfección para salvar el alma, que es de lo que se trata porque, como diría un antecesor suyo León XIII, en la encíclica “Rerum novarum”, la pobreza es inevitable, consustancial a la naturaleza de las sociedades y necesaria para salvarse. Sólo, añadía, quienes tratan de decir lo contrario: que se puede vivir sin necesidad de ser pobres, engañan al pueblo. Esos que les dicen al pueblo que se puede dejar de ser pobre y que, por lo menos, se puede construir un Estado-Sociedad de bienestar son las izquierdas, las de antaño, digo yo, claro. Pero ese pensamiento aún persiste, si no en la conciencia, si en instinto de clase.
Bienaventurados los pobres, bienaventurados los desahuciados, bienaventurados los parados, bienaventurados los que cobran 456 €, bienaventurados los niños que no tienen juguetes, que no tienen colegios, que no tienen sanidad, bienaventurados los ancianos que tienen que pagar sus medicamentos o que no los pueden tomar porque no tienen con qué pagarlos, bienaventuradas las familias que tienen que ir a desayunar, a comer, a merendar y a cenar a los comedores de caridad, bienaventurados los que se tiran por las ventanas cuando son desahuciados, bienaventurados los que viven tirados en las calles… bienaventurados, bienaventurados, bienaventurados… porque el reino de los cielos será para vosotros y el fruto de vuestro trabajo y sufrimiento para los banqueros.
Bienaventurados los pobres porque el sacrificio, el sufrimiento es la mejor prueba de que os habéis sometido e identificado con el Kapital y resignado a ser eso: pobres. El Papa, fiel a su función social y política, trata de racionalizar con su discurso a favor de la pobreza, la dominación y la explotación económica. Si somos explotados, dirá, es por nuestro bien, porque en el reino de los cielos, eso que sólo conoceremos cuando nos muramos, seremos los dueños. La dominación es racionalizada por el discurso con la intención de que los “pobres”, que alguien le diga a este Papa que no existen pobres sino explotados por el explotador, se resignen, acepten su situación y se identifiquen con el Orden social existente. El mismo que beneficia al Kapital y a la Iglesia.
Que alguien le diga a este Papa, que como parece recién llegado de los siglos oscuros no se ha enterado todavía, que alguien le diga que a los jesuitas, una organización creada para perseguir a los humanistas renacentistas, a los ilustrados, a los revolucionarios y para defender la teocracia clerical con el doble voto de obediencia, que alguien le diga que los jesuitas fueron expulsados de todos los países, incluso de España.
Como no se aprenda esta lección, me parece que lo va a pasar muy mal.