El desempleo, que no paro, y no me canso de matizar, sigue cayendo en un pozo sin fondo sin que parezca que nadie pueda aportar una solución plausible en el corto-medio plazo, o, mejor dicho, sin que nadie se atreva a dejar de ejercer derecho de pernada laboral y permitir la flexibilización del mercado hasta que el ajuste se comience a producir.
Porque la regulación excesiva es tan mala como la ausencia de regulación absoluta, y en España tenemos una regulación excesiva, que lleva a que los empresarios, y no me refiero a las grandes empresas, sino a las PYMES y autónomos, se lo piensen antes de contratar a un trabajador, temerosos de la falta de recursos jurídicos si los tiempos se tuercen y el negocio que ahora justifica la contratación se viene abajo.
Una regulación excesiva que lejos de proteger al empleado le penaliza, le deriva a contratos basura en aras de una falsa estabilidad laboral y de unos derechos que no son tales, porque el verdadero derecho del trabajador es el trabajo, y todo lo demás viene sobrevenido, y vale más un trabajador actualizado con cursos de formación adecuados que el estado del bienestar mal entendido golpeando con el mazo del desempleo.
El Gobierno se escuda en que febrero siempre ha sido un mal mes, lo cuál no es cierto, sólo lo ha sido en épocas de crisis, pero los datos que ha publicado hoy el Ministerio de Trabajo ponen de manifiesto que la reforma laboral fue demasiado laxa y que se limitó a medio contentar a sindicatos y patronal, sin contentar a nadie.
El mercado laboral en España necesita una reconversión total a partir de un pacto de Estado ilusorio entre PSOE y PP, dejando atrás los réditos políticos y apostando por el bien del pueblo español, ese al que todos dicen defender, pero que nadie termina por defender, un pacto que desregule el mercado laboral, reste importancia, que no poder, porque ya no lo tienen, a los sindicatos y que adecue el sistema a los tiempos que corren.