En España los jóvenes sin empleo son una mayoría muy mayoritaria y piense el que esto lea, que en España estamos ya en el 21 %; cifra que casi se duplica en Andalucía; donde los jóvenes sin empleo pueden rondar el 50 %. Por tanto nada nuevo nos dice la OIT (Organización Internacional del Trabajo), con su reciente informe y cuyo resumen final es aterrador, puesto que se dice lo siguiente… “Los jóvenes ya no saben dónde ni cómo buscar empleo”… “De los 620 millones de jóvenes económicamente activos en el mundo entre 15 y 24 años, 81 millones estaban desempleados a finales del 2009, el número más alto de la historia”. (ABC 12-08-2010).
En España y muchas otras partes del mundo (dicen que desarrollado) el porcentaje debe ser muchísimo mayor, puesto que aquí hay infinidad de individuos con más de treinta años y que no han encontrado trabajo; quizá muchos de ellos por estar opositando al empleo oficial o cosa similar y que ya es cuasi inalcanzable, por lo que éste ejército de parados (no quieren trabajar en otros trabajos que han de hacer los inmigrantes, que de hecho ya hay una enormidad en paro) viven sin escrúpulo ni remordimiento, de lo que los padres tienen, puesto que son los que los mantienen, de grado o por la fuerza… “de las circunstancias”.
A la juventud, sencillamente… la han engañado unos aparatos políticos que pregonando, progreso y progresismo, han terminado por arruinarnos a todos. O como mínimo, nos han empobrecido hasta llegar a grados, impensables hace sólo cinco años.
Y la han engañado miserablemente, por cuanto fueron creadas una enormidad de universidades (En España hay muchas más que provincias: sumen los institutos que son cantidad enorme) y en ellas, infinidad de facultades (aparte los famosos “masteres”). En ellas se colocaron (o fueron colocados) infinidad de profesores “apegados a la política” (que incluso han creado una perniciosa endogamia) y a los que había que buscar empleo y pagarles con él los servicios prestados al partido de turno. ¿Pero para qué han servido? Para nada o para tan poco, que a la vista están los desastrosos resultados. “Profesores de todo, Maestros de nada”; alumnos (que no discípulos) que salen deformados y no preparados, para que llegado a las profesiones (aquel que puede llegar) es en ellas, donde de verdad irán aprendiendo el oficio para el que han estudiado, incluso pagándole al Estado por esa malísima enseñanza. Y lo que digo lo puedo certificar como empresario que ha tenido “universitarios” y a los que en mi empresa es donde se les ha enseñado de verdad el oficio a desempeñar… ¡¡Y además pagándoles un salario!!
Mientras esto ha ocurrido, han ido muriendo infinidad de oficios que mantenían verdaderos Maestros de los mil oficios que necesita la sociedad. Y han ido muriendo por cuanto no les fue permitido la admisión (para enseñarlos y que se multiplicaran talleres, negocios, etc.) de millones de jovenzuelos, que ultimados los primarios estudios; a los doce o catorce años, debieron entrar en multitud de oficios, puesto que a esa edad ya se sabe si valen o no valen para estudiar en universidad. Así y sin costo para el Estado, se hubiese continuado con una riqueza enorme del saber humano y que tan necesario es como los “altos estudios”. También se hubiese educado mucho mejor a una juventud, hoy dislocada (el aprendizaje en esos oficios nos formó a muchos) y de la que muchísimos de ellos han caído en las drogas, la delincuencia, el pasotismo o vete a saber, puesto que ciertas degeneraciones eran totalmente desconocidas en mi época.
Es quizá por ello, por cuanto llevan tiempo apareciendo las nuevas tribus. Unas de desarraigados totales y que ya son plaga en las grandes y menos grandes ciudades, y en las que se organizan como “verdaderas legiones de bárbaros sin escrúpulo alguno”; y donde hay que hacer o realizar lo que “el caudillo dicta”. También y de otra forma más pacífica y en cierto modo benéficas (aunque también fuera del sistema y al que no aportan nada, o muy poco) han surgido las nuevas tribus nómadas, de artesanos, juglares, saltimbanquis y otros especímenes; que itinerantes, van estableciendo sus campamentos de pueblo en pueblo y en ellos; realizan sus ventas ambulantes, instalan sus artesanales talleres y todo lo demás que estamos viendo, en esos grupos que nos recuerdan a otros similares de hace quinientos años o más.
¿Dónde pues el progreso y el progresismo? En los políticos y administradores o merodeadores del dinero público, los que “se han forrado o se están forrando”, puesto que al ser “de panza y bolsillo” (sálvese el que pueda)… esos fueron y siguen siendo sus ideales. No han creado nada sólido, todo está más en precario que nunca lo estuvo… al menos a lo largo de mi ya larga vida.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo www.jaen.ciudad.org (allí más)