Actualmente, hasta el disfrute de las vacaciones se ha convertido en un problema. A nivel político, en el caso del presidente del Gobierno, ha sido duramente criticado por el principal partido de la oposición (PSOE) por tomarse un corto periodo de descanso, cuando lo suyo, en opinión de los socialistas, habría sido renunciar a ello y permanecer en la Moncloa sin moverse en función del delicado momento que está atravesando el país. Lo que antes era considerado como algo normal, ahora se ha convertido en un arma arrojadiza y descalificadora, como si el optar por la renuncia supusiese la solución de todas nuestras desgracias. La verdad es que puestos a decir idioteces, somos únicos.
En este verano, Mariano Rajoy, eligió para el tramo final de sus vacaciones, el Coto de Doñana, siguiendo la vergonzosa tradición de veranear a costa de erario público. Paradisíaco lugar que ya utilizaron en su momento Felipe González y José L. Rodríguez Zapatero, gratis total igualmente. En opinión de ciertos dirigentes del PP, no consideraron el Palacio de las Marismillas el lugar más idóneo, ya que a dicho enclave acuden los presidentes, cuando sienten próxima su decadencia. A no ser que Rajoy, convencido de la brevedad de su paso por la Moncloa, quiera cumplir con el rito de morar en Doñana, para ir anunciado a los españoles que su abandono de la política no está muy lejano . A nadie se le oculta que una gran parte de la militancia del Partido Popular, les duele y se sienten totalmente defraudados al ver lo que se está haciendo con su voto, y más aún con las dejaciones en que se está cayendo, como por ejemplo la posible excarcelación del etarra Bolinaga. Son demasiadas las promesas incumplidas. No olvidemos que las pasadas elecciones no las ganó Rajoy sino que las perdieron los socialistas con Rubalcaba como candidato; toda una maldición para la democracia.
Siguiendo con el descanso estival y admitiendo que no son magnitudes comparables, los miembros de la Casa Real, tampoco lo han tenido nada fácil este año. La famosa foto de familia ha desaparecido por motivos de diversa índole. Muchos españoles lo achacan a los desafortunados matrimonios de las infantas. En el caso de doña Elena de Borbón, divorciada del ex duque de Lugo, Jaime Marichalar, la última imagen que guardan los españoles de este peculiar personaje, fue su salida en carretilla del Museo de Cera al mediodia, siendo fotografiado por todos los medios para mayor mofa y escarnio. En cuando al marido de la otra infanta, Doña Cristina, casada con él todavía duque de Palma, Iñaki Urdandarín, está creando tal cantidad de quebraderos de cabeza a la egregia familia, que han recurrido con todo acierto a mantenerlo lo más alejado posible. No hay espacio suficiente en esta carta para relatar las fechorías y presuntos delitos de este ex jugador de balonmano cuya ambición carece de límites, siendo abucheado en todas sus apariciones públicas. Por su parte, tampoco Letizia parece congeniar demasiado bien el don Juan Carlos ni las infantas.
En tercer lugar, refiriéndonos a eso que entendemos como “familias normales”, cuando se comparte el veraneo con otros miembros de la rama política, o bien con hermanos cuyas mujeres no se soportan, parejas rotas que aportan hijos de matrimonios anteriores, etc. las vacaciones se convierte en un suplicio, al comprobar como ese “endosado” que con tanto sacrificio han comprado en Marbella. cuya hipoteca terminarán pagando los nietos, se ha convertido en el mayor error de su vida. El problema está en la ubicación de la segunda vivienda. Si la adquisición hubiese sido, por ejemplo en La Almunia de doña Godina, no aparecería ni un alma, pero eso de poder contar que uno veranea de gañote y encima en la cosmopolita Marbella, mola cantidad. Normalmente, el único recurso que le queda al desdichado propietario es tratar de negociar, sin que se note demasiado, “un calendario de ocupación” con los respectivos cuñados/as. No es tarea fácil porque casi todos se decantan por el mes de agosto que es cuando tu te tomas vacaciones con tu mujercita. Lo curioso del caso es que con independencia de las desavenencias que siempre surgen y disimulan, los gorrones de turno, siempre se despiden con el consabido “hasta el año que viene”, originándose la inebitable y sorda discusión entre los cónyuges propietarios. Para aquellos casos en que la experiencia se convierte en insufrible, solo queda el recurso del colgar el cartel de “se vende”, pero tal como están las cosas, todo queda en amenaza, ya que tal decisión supondría a la familia sufridora el perder el 50% de lo pagado, en caso de producirse el milagro de aparecer otro iluso comprador en busca de unas vacaciones felices….¡¡Así es la vida!!