Â
                       La bochornosa corrupción que asola a España y que se da igualmente en otros paÃses en similar forma y en algunos aún mayor; destacando la minorÃa en que ésta existe en menor o mÃnimas proporciones, pero entendiendo que la corrupción va paralela o anexa a la mala polÃtica que se ha impuesto como una enfermedad que hay que curar. Y hay que curarla en bien no sólo del individuo, sino de toda la Humanidad. Sencillamente la pudrición si no se cura, lo pudre todo y ese el motivo de todos los fracasos que arrastramos desde siempre.
                          Todo ello requiere el que nos preocupemos de encontrar las formas en que el polÃtico sea mucho mejor controlado y que responda de sus hechos delictivos, con penas incluso mayores que penan al común, precisamente para que el miedo les haga comportarse mucho mejor que lo están haciendo hoy.
                       Hace mucho tiempo que vengo comentando que el aparato oficial de un Estado, debe ser algo… dijéramos… «académico»; o sea que desde el más modesto empleado público hasta la dirección general de cualquier departamento, deben ser empleados DE CARRERA U OFICIO ACREDITADO y llegados al cargo mediante exámenes exhaustivos de la capacidad del que va a ejercerlos. Asà y llegadas las elecciones, sólo habrÃa que votar al presidente, éste elegir sus ministros (LOS MÃNIMOS POSIBLES) y estos a coordinar cada departamento; PERO SIN QUE NINGÚN POLÃTICO TOCASE NUNCA UN CÉNTIMO; responsabilidad exclusiva de los funcionarios del Estado, que de su buena administración responderÃan ante las leyes y los tribunales. El aparato estatal debe ser reducido al máximo de empleados.
El presidente de un Estado no pueden elegirlo en un Parlamento, ha de hacerlo el pueblo que va a ser gobernado. Igual digo sobre todas las demás corporaciones, sean provincias o municipios. Lo mismo digo para jueces y fiscales.
 Lo principal de todo es que los polÃticos no toquen dinero público y tengan delimitadas sus funciones con una claridad suficiente para evitar los grandes negocios que más o menos sucios, siempre se hacen en polÃtica y que siempre o casi siempre, terminan en saqueos “legales†del tesoro público o dinero del contribuyente; de ahà que todos los polÃticos “de medio pelo hacia arriba†salgan siempre de la polÃtica bastante ricos y magnÃficamente acomodados para el futuro, cosa bochornosa por demás, viendo las carencias y limitaciones del resto de la población, mucha de la cual trabaja infinitamente más que ellos.
Â
De ahà que cualquier obra pública y necesaria, sean los técnicos del Estado, provincia o municipio, los encargados de presentarlas, defenderlas públicamente y vista la necesidad de las mismas, puedan ser realizadas con arreglo a las prioridades y fondos disponibles para ello y sin endeudamientos que lastren la economÃa futura; por tanto la deuda pública u oficial, hay que limitarla a lo imprescindible.
Lo que no puede o debe ser nunca, es; que los intereses de particulares o de grupos, se impongan sobre un interés general, que (reitero) tienen que irlo planteando los empleados estatales y que con cargos fijos y no sujetos a los movimientos electorales, vean frÃamente lo que necesita, la ciudad, pueblo, comarca, provincia o Estado; y lo vayan adecuando a las posibilidades reales y más convenientes para su realización; pensando siempre en un bien común y no en todo lo contrario que es lo que ocurre casi siempre y es por lo que “lo general†queda dañado en beneficio siempre “de lo particularâ€.
Hay que eliminar a los que yo denominé hace bastante tiempo, como “mercenarios de la polÃticaâ€, que como tales y sin escrúpulos, entran en polÃtica simplemente como entraban las tropas mercenarias en los ejércitos en que era permitido el botÃn de guerra y que como sabemos, ese era su principal motivo de alistamiento.
Por el contrario hay que estimular al verdadero polÃtico; al que sabe que ser polÃtico es ir con todas sus fuerzas a servir a la comunidad, sobre la base de su fuerza de trabajo fÃsico y mental. Y sabiendo igualmente que su principal pago será el reconocimiento, amén de una paga justa o ajustada a sus servicios, pero nunca con los abusos con que hoy se las asignan estas nuevas partidas de, ya digo… simples y vulgares mercenarios en busca del botÃn y que son los que nos arruinaron y nos seguirán arruinando siempre. Ese ha sido siempre el fracaso no de la polÃtica (que reitero es el arte de gobernar bien a los pueblos) si no de la corrupción que han llevado y propagado estas tropas mercenarias y que son despreciables por demás.
          La polÃtica es uno de los más nobles y loables oficios que el ser humano (capacitado) puede acometer, por lo no es siquiera un oficio… es una vocación que lleva en el alma ese ser humano y es al que hay que promocionar para que gobierne.
Antonio GarcÃa Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen.ciudad.org (allà más)