Sociopolítica

El problema es el capitalismo

… Y no sólo el neoliberalismo. La humanidad necesita imperativamente superar el capitalismo.

 

A la hora de explicar las causas de la actual crisis, como no podía ser de otra manera, no todos los expertos se ponen de acuerdo. Tras el aparente “consenso” (en verdad pensamiento único) que nos transmiten en los grandes medios de comunicación, existen discrepancias importantes sobre las causas de la crisis y, consecuentemente, sobre las medidas a adoptar para superarla. Frente a los apóstoles del neoliberalismo, que propugnan más neoliberalismo, más de lo mismo, que siempre abogan por lo mismo, los neokeynesianos defienden, por el contrario, desechar las políticas de las últimas décadas y volver a los postulados socialdemócratas abandonados por los mismos partidos socialdemócratas. Todavía existen socialdemócratas sinceros que creen que es posible un capitalismo más humano, menos agresivo. Ya supone cierto avance que alguien nos explique que en realidad la causa de la actual gran crisis capitalista reside en las desigualdades sociales, en el hecho de que las rentas del capital hayan crecido a costa de las rentas del trabajo en las últimas décadas, provocando ello un gran endeudamiento masivo que finalmente estalló en mil pedazos. Pero resulta muy insatisfactorio que en dichos análisis no se vaya más allá, no se nos explique por qué fue ello posible, por qué se han disparado las desigualdades sociales en los últimos tiempos, por qué tras ciertos periodos en que disminuían, volvieron a aumentar, por qué, en suma, surgió el neoliberalismo. Las aportaciones de los socialdemócratas auténticos son importantes en cuanto a que contribuyen a combatir, con medidas concretas, al neoliberalismo, al capitalismo más salvaje, pero siempre que no nos impidan ver que el gran objetivo debe ser sobre todo superar el propio capitalismo. No sólo se trata de defenderse frente al capitalismo más agresivo actual, llamado neoliberalismo, a corto plazo, sino de combatir al propio capitalismo a medio y largo plazo.

Según muchos analistas socialdemócratas la culpa del estado actual de cosas es prácticamente de unos señores llamados Reagan y Thatcher que inauguraron una nueva etapa llamada neoliberalismo. Por supuesto que ellos no estuvieron solos. Tras ellos se encontraban supuestos “gurús” (de la escuela de Chicago fundamentalmente). Y tras ellos ciertas élites que controlan los resortes de la economía mundial, el capitalismo global. Por supuesto que no puede despreciarse el papel de dichos individuos, de dichas minorías, en el devenir de los acontecimientos. Papel nada despreciable. Pero explicar los acontecimientos humanos tan sólo por la intervención de unas pocas personas, explicar la historia humana por las confabulaciones de ciertos grupos muy minoritarios resulta, cuando menos, muy insatisfactorio, casi pueril. ¿Cómo podemos comprender realmente la historia humana? Mediante el mejor método “descubierto” hasta el presente para hacerlo: el materialismo histórico, que no es más que el materialismo dialéctico aplicado a la sociedad humana. Tal como afirma Henri Lefebvre en su libro El materialismo dialéctico: aunque Marx no prosiguió nunca su proyecto, de una exposición de su metodología dialéctica, y si bien él no empleó nunca las palabras «materialismo dialéctico» para designar su doctrina, los elementos de su pensamiento son incontestablemente los que expresan estos términos. Para Lefebvre el marxismo es casi sinónimo de materialismo dialéctico. Sin duda el legado más importante de Marx y Engels (aparte de sus actitudes) fue el descubrimiento del materialismo dialéctico, el poner del revés la dialéctica de Hegel. Tal como afirmó Engels en el entierro de su compañero y amigo: Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, del mismo modo descubrió Marx la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho tan sencillo, pero encubierto hasta ahora bajo una proliferación de ideologías, de que los hombres deben ante todo comer, beber, tener un techo y vestirse antes de practicar la política, la ciencia, el arte, la religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios materiales inmediatos para la subsistencia, y con ello, el grado de desarrollo económico alcanzado en cada caso por un pueblo, o en un determinado período, constituye la base a partir de la cual se desarrollan las instituciones del Estado, las concepciones jurídicas, el arte, e incluso las representaciones religiosas de los hombres, y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo.

El marxismo es ante todo una nueva concepción del mundo, nos proporciona las herramientas intelectuales básicas para en primer lugar comprender la sociedad humana, para a continuación transformarla. Marx “inaugura” la filosofía de la praxis. Para él de lo que se trata no es tan sólo de comprender el mundo sino sobre todo de transformarlo. Su comprensión es un medio para su transformación y no un fin en sí mismo. Presos del pensamiento dominante (del que nadie puede huir del todo), es decir, del pensamiento de la clase dominante, del pensamiento burgués, muchos analistas que combaten las falacias del neoliberalismo, no logran ir más allá, no se preguntan sobre el porqué de las causas más inmediatas, no buscan las causas de las causas, autorreprimen sus análisis. Y es que la demonización del marxismo, sus errores, que también los tuvo, han provocado que sus grandes aportaciones (sobre todo su método, el materialismo histórico) sean obviadas o no tenidas en cuenta suficientemente. Si analizamos la historia mediante el método marxista ésta se nos aparece mucho más comprensible.

El materialismo dialéctico nos dice que las causas últimas de los acontecimientos son materiales. Las causas últimas pero no las únicas, ni siquiera las primeras muchas veces. Al contrario de lo que piensan muchos “marxistas” (que olvidan la dialéctica o que no la comprenden realmente), las ideas, incluso ciertas personas, también tienen gran importancia en la historia humana. El materialismo histórico no niega la importancia de las ideas, ni siquiera la de ciertos individuos, “simplemente” las supedita en última instancia a lo material, a las condiciones sociales. La base de la sociedad humana es la economía. Sin comprender qué ocurre en la economía no es posible comprender realmente qué ocurre en la sociedad. Pero el materialismo dialéctico nos dice que las causas y los efectos se intercambian, que todo influye y es influido, que la economía influye en la política y viceversa, por ejemplo. La sociedad humana, el paradigma de la complejidad del Cosmos conocido, es dialéctica en acción. Las necesidades materiales, el motor de la supervivencia, de la evolución de la sociedad humana, junto con ciertas casualidades, provocan cambios mentales, los cuales a su vez provocan cambios materiales, y así sucesivamente, incluso simultáneamente. El materialismo marxista no es el materialismo metafísico del siglo XVIII, lo supera definitivamente. En verdad que el materialismo dialéctico supera la antigua dicotomía materialismo vs. idealismo, sintetiza ambos extremos. La base de la existencia es lo material, pero lo material, con el tiempo, el constructor de complejidad del Universo, va adoptando distintas formas, una de ellas siendo las ideas. Las ideas no son más que materia bajo otra forma más compleja.

La dialéctica (materialista) nos ayuda a comprender la dinámica de los acontecimientos. Podemos decir que el materialismo dialéctico es la ley básica, la ley de leyes del Universo, que es un todo dinámico. Por esto el método marxista, es decir, el materialismo dialéctico, es el mejor método para comprender el Universo, cualitativamente, a grandes rasgos, y todo lo que contiene, incluida la sociedad humana. Porque el Cosmos, la sociedad humana, es un todo y cambia con el tiempo. Quienes no logran comprender por qué surgió el neoliberalismo, quienes ni siquiera se plantean esta cuestión, quienes no profundizan, admitiendo sus buenas intenciones (que muchos yo sí creo que las tienen), no lo hacen porque carecen de un método que les permita hacerlo: el método marxista. Si ellos creen que dicho método no es válido o es insuficiente podrían explicarnos en qué método se basan. Tal vez no sean conscientes, pero aún son presos de viejos métodos que hace tiempo deberían haber sido superados masivamente. No lo fueron porque el marxismo es uno de los peores enemigos de las actuales élites. Á‰stas necesitan proscribirlo aunque en secreto algunos de sus practicantes más acérrimos sean quienes lo niegan en público. Y es que dado que el método marxista es el mejor “inventado” hasta la fecha, no puede prescindirse de él si se desea comprender, y por tanto controlar, la sociedad humana. Las élites practican el marxismo, su método, para evitar su razón de ser: una sociedad emancipada. Como ocurre con cualquier descubrimiento científico, éste puede ser empleado de múltiples maneras, en un sentido o en su opuesto. Los trabajadores debemos redescubrir el marxismo para emanciparnos, acudiendo a sus fuentes originales, además de a quienes se esforzaron por divulgarlo y hacerlo accesible a todo el mundo. Pero no sólo eso, debemos, además, intentar despojarlo de errores, debemos estudiarlo de manera crítica, lo cual, por cierto, está más acorde con el espíritu de los padres del marxismo. El marxismo es ante todo ciencia. Y la ciencia no puede avanzar sin cuestionamiento, sin crítica, sin librepensamiento. Marx y Engels fueron ante todo librepensadores. Ellos superaron a sus antecesores porque estudiaron sus ideas de manera crítica. Ellos sólo podrán ser superados de la misma manera que ellos superaron a quienes les precedieron.

Evidentemente, en un artículo breve como el actual no puedo explicar en qué consiste el materialismo dialéctico más que de una manera muy somera. Además de leer a Marx y a Engels, y a algunos de sus divulgadores (en el apartado Libros de mi blog el lector puede encontrar diversas referencias bibliográficas), yo he procurado, modestamente, explicar un poco las bases del marxismo. Y, además, he intentado criticarlo constructivamente para despojarlo de alguno de sus errores. Ver Relativizando el relativismo, el capítulo “Voluntarismo vs. Determinismo” del Manual de resistencia anticapitalista y el capítulo “El materialismo histórico” del libro ¿Reforma o Revolución? Democracia. Ya sé que esto puede sonar muy pretencioso por parte de un simple ciudadano corriente, pero creo que ya va siendo hora de que nos despojemos de los elitismos intelectuales, de que juzguemos a las ideas por sí mismas, sin importarnos quiénes son sus autores. Cuando se intenta practicar el librepensamiento es imprescindible no dejarse impresionar por las “autoridades” intelectuales. Durante milenios la humanidad creyó que la Tierra era plana y el centro del Universo hasta que algunos personajes no se dejaron impresionar por las verdades establecidas por ciertos “sabios”. Yo creo que el marxismo se revitalizará enormemente, resurgirá con fuerza, cuando vuelva a su “hábitat” natural, del que nunca debió salir: el mundo del trabajo, la realidad cotidiana. Yo creo que el marxismo puede recibir importantes aportaciones, no sólo desde el mundo académico, sino que también, sobre todo, desde el mundo laboral. La verdad no está sólo en los libros, en los despachos, en las universidades, está ante todo en la realidad cotidiana que se vive. El trabajo es el motor de la sociedad. Los trabajadores, por fin, como consecuencia de las contradicciones del capitalismo (el cual necesitó en determinado momento trabajadores más formados, el cual produjo un invento llamado Internet que proporcionó a la humanidad, por primera vez, la posibilidad de acceder a todo tipo de escritos, es decir, proporcionó la posibilidad real de que los trabajadores pudieran informarse fácilmente al margen de los circuitos monopolizados por las élites capitalistas), podemos no sólo comprender, sino que aportar, no sólo leer, sino que escribir. Este humilde trabajador así lo ha hecho, así lo ha intentado.

¿Qué es el neoliberalismo? Es fundamentalmente privatizar, desregular, dejar hacer (“laissez-faire”), es darle el protagonismo de la sociedad humana a los mercados. Es, en suma, más capitalismo, capitalismo desbocado, capitalismo puro y duro. La propia dinámica capitalista provoca casi inevitablemente el neoliberalismo. Á‰ste es casi un producto natural e inevitable de la lógica capitalista. Por lo menos es un producto muy probable. A finales del siglo XIX Marx hablaba del fetichismo de la mercancía. ¿Puede así sorprendernos la financiarización de la economía, la dictadura de los mercados, cuando se comprende qué significa el fetichismo de la mercancía? ¿Puede sorprendernos la involución democrática cuando uno recuerda que el Estado, tal como ha existido hasta la actualidad, es la dictadura de una clase? Cuando uno lee a los padres del marxismo no puede dejar de sorprenderse ante el hecho de que los acontecimientos que estamos viviendo en pleno siglo XXI ya fueron previstos por ellos en su época. Y esto fue así porque cuando un científico descubre ciertas leyes que explican ciertos acontecimientos pasados y presentes, puede también prever los acontecimientos futuros. Es verdad que Marx y Engels cometieron errores, pero éstos no invalidan necesariamente sus grandes aciertos, entre los cuales el más importante es el descubrimiento de las leyes básicas de la sociedad humana. Sin olvidar que las leyes de la sociedad humana no son completamente deterministas. El comportamiento humano tiene una importante componente de imprevisibilidad, es en parte aleatorio.

El motor de la historia, hasta ahora, ha sido la lucha de clases. Y lo seguirá siendo hasta que se supere la sociedad clasista. Mientras haya sociedad clasista habrá lucha de clases, aunque dicha lucha oscile y adopte diversas formas. Por consiguiente, no es muy difícil explicar por qué surgió el neoliberalismo, incluso por qué surgió en los años 80 del pasado siglo, y no antes ni después. La lucha de clases, cuando las contradicciones del capitalismo llegaron a cierto grado insostenible, por iniciativa de las clases proletarias, que no tuvieron más remedio que rebelarse y que contaron con cierto guión acerca de la sociedad a buscar (el marxismo estaba en auge, la revolución sólo es posible cuando se da cierta combinación de factores objetivos y subjetivos), provocó el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia en 1917. Por primera vez en la historia, el proletariado, o al menos su vanguardia, accedió al poder político e intentó construir una nueva sociedad. No puede explicarse en este artículo todo lo acontecido en la URSS desde su nacimiento a su colapso (para ello remito a ¿Reforma o Revolución? Democracia). Pero lo que es indudable es que el capitalismo se vio gravemente amenazado. Tras las guerras mundiales, provocadas por las agudas contradicciones del capitalismo de la época, existía la seria amenaza del comunismo. La URSS, a pesar de sus grandes contradicciones, a pesar de implementar un “socialismo real” con grandes carencias, poco real, un pseudo-socialismo más parecido al capitalismo de Estado que al socialismo propiamente dicho, era una amenaza que el capitalismo global (porque ya era global) no podía despreciar. Bajo esas circunstancias no es muy difícil comprender que el capitalismo tuviera que ceder para contener al movimiento comunista. Además, no hay que olvidarlo, el capitalismo sucumbió ante sus propias contradicciones (las cuales son irresolubles, por esto reaparecen recurrentemente de una u otra forma) y no tuvo más remedio que autocontenerse para no perecer, que adoptar nuevas estrategias para sobrevivir, tanto en el terreno político como en el económico.

El keynesianismo así supuso el necesario límite que tuvo que marcarse el capitalismo occidental (presionado desde fuera, desde la URSS, y desde dentro, por su propio proletariado) para evitar durante cierto tiempo la amenaza comunista y al mismo tiempo para lograr superar, al menos temporalmente, sus contradicciones. En verdad que el Estado del bienestar fue sobre todo un logro del “socialismo real” y no tanto de la socialdemocracia. Esto concuerda con el hecho de que ahora, superado el peligro “comunista” (al menos de momento, al menos esa es la percepción de las élites capitalistas), el capitalismo vuelve a las andadas, se reinicia y acelera su dinámica natural, pausada durante algunas décadas, como consecuencia de una lucha de clases cuya iniciativa la llevaba el proletariado. El neoliberalismo no es más que una nueva fase del capitalismo en la que la lucha de clases es retomada con fuerza por los capitalistas. Como dice David Harvey en Breve historia del neoliberalismo: La neoliberalización puede ser interpretada como un proyecto político para restablecer las condiciones para la acumulación del capital y restaurar el poder de las elites económicas. Harvey nos explica en su magnífico libro que el keynesianismo empezó a dejar de funcionar a finales de la década de los años 60 y sobre todo en la década de los 70 del pasado siglo. La inflación y el desempleo se habían disparado. El neoliberalismo es una etapa más en la dinámica capitalista. El neoliberalismo busca aumentar la tasa de ganancia del capital o por lo menos evitar su caída (según la ley descubierta por Marx dicha tasa tiende a disminuir en el tiempo) y, de paso, no menos importante, afianzar el poder de las élites capitalistas. No pudo iniciarse dicha etapa antes por la amenaza de la URSS. La evolución del capitalismo fue “interrumpida” porque en la lucha de clases fue el proletariado quien venció, al menos parcial y temporalmente. En cuanto el proletariado mejoró sustancialmente su situación material (lo cual hizo que olvidara el que debió ser su gran objetivo final: la superación del capitalismo y no sólo su suavizado), en cuanto el “socialismo real” falló (y esto ocurrió bastante antes de la caída del muro de Berlín), las élites capitalistas retomaron la iniciativa con la complicidad de la supuesta socialdemocracia, que se convirtió en su mejor aliado. El proletariado estaba acomodado, atomizado y desorientado. Así el capitalismo se desbocó. Así el mayor enemigo del capitalismo fue el propio capitalismo que, sin control, sin la contraposición del proletariado, sucumbió ante sí mismo.

El neoliberalismo también fracasó. Al menos en cuanto a lograr una economía mínimamente estable, en cuanto a lograr cierto crecimiento económico, en cuanto a crear más riqueza (que es lo que buscaba). No así en cuanto a la redistribución del poder y la riqueza, que volvieron a las élites en portentosa cuantía (que es sobre todo lo que buscaba). El neoliberalismo, que no es más que un capitalismo más salvaje, como no podía ser de otra manera, provocó una gran crisis sistémica, pues el capitalismo es un sistema altamente inestable, pues sus contradicciones son numerosas e intensas. El capitalismo es la dictadura de los mercados, del dinero, del capital. En él el ser humano es dominado por el capital, que se convierte en dueño y señor de la sociedad humana, la cual, inevitablemente, se deshumaniza. Como explico más detalladamente en mi libreto Las falacias del capitalismo, incluso los mismos capitalistas sucumben ante la lógica del capitalismo: matar o morir, aumentar el beneficio o sucumbir. Competir, competir, competir. Al precio que sea. Como decía Marx, el capitalismo aliena en primer lugar a los trabajadores, a la inmensa mayoría, pero también a los propios capitalistas. Nadie puede escapar de la ley de la jungla, que es lo que es en esencia el capitalismo, la jungla “civilizada”. La civilización realmente se alcanzará cuando la ley del más fuerte dé paso a la libertad e igualdad, las cuales no pueden estar separadas en la vida en sociedad. La civilización es la implementación del binomio libertad-igualdad.

Tienen en parte razón quienes desde el neokeynesianismo defienden la idea de que sin control el capitalismo sucumbe, tarde o pronto. De alguna manera, tal vez, el proletariado, al ponerle corsé al capitalismo, es decir, al obligarle a autocontenerse, le permitió sobrevivir un poco más. Sin embargo, como los acontecimientos nos han demostrado, el capitalismo, tarde o pronto, sucumbe antes sus grandes e irresolubles contradicciones. Como la historia nos ha enseñado, los logros sociales alcanzados por el proletariado, tarde o pronto, son deshechos, en mayor o menor medida, por lo menos corren el serio peligro de ser finiquitados o reducidos a la mínima expresión. Y es que en la sociedad clasista el motor de la historia es la lucha de clases. Cuando la iniciativa la lleva la derecha (es decir, las élites) se producen las involuciones, y cuando la lleva la izquierda auténtica (es decir, el pueblo, las clases populares) se producen las revoluciones. La sociedad capitalista es la cumbre evolutiva de la sociedad de clases. Por consiguiente, bajo el capitalismo, la sociedad, como mínimo, está condenada a la lucha de clases. Quienes propugnan el neokeynesianismo se olvidan de la dinámica general del capitalismo. El problema es el mismo capitalismo y no sólo su “hijo” el neoliberalismo. Mientras haya capitalismo, habrá desigualdades sociales, habrá por tanto guerra social. Es más, con el tiempo, el capitalismo, por mor de su propia dinámica, tiende a concentrar el poder en cada vez menos personas. La ley de la acumulación del capital descubierta por Marx es inapelable. No puede sorprendernos que cada vez la riqueza esté concentrada en menos manos, a pesar de ciertos periodos temporales en que esto no fue así. El “socialismo real” fue un obstáculo para el desarrollo natural del capitalismo. Una vez sucumbió, el capitalismo retomó su camino. ¿Es posible una nueva etapa de contención del capitalismo? Tal vez, nadie puede asegurarlo. Pero sí creo yo que es muy probable, por no decir seguro, que tarde o pronto, aun admitiendo un nuevo “New Deal”, el capitalismo vuelva a las andadas. Aunque ahora, a diferencia de hace un siglo, el desarrollo capitalista amenaza seriamente al planeta Tierra y a todas las especies que lo habitan. Yo pienso que no podemos arriesgarnos a la autodestrucción. La dinámica capitalista que, como mínimo, nos condena a la guerra social, a la guerra de todos contra todos, de las personas contras las personas, de las clases contras las clases, de los países contra los países, del ser humano contra la naturaleza, del ser humano contra sí mismo, debe ser superada. No se trata ya sólo de luchar por una sociedad humana mejor, sino de su propia supervivencia.

El problema es el capitalismo, y no sólo el neoliberalismo. Debemos superar el primero, y no sólo el segundo. Esto no podrá hacerse en dos días. Primero habrá que contener al neoliberalismo, pero no debemos conformarnos con superar al hijo, debemos acabar también con el padre. Á‰sta es la gran lección histórica que no debemos olvidar: mientras el proletariado (entendido en su sentido más amplio, es decir, las clases populares, la mayoría) no venza definitivamente en la lucha de clases, como mínimo, la sociedad humana se arriesgará a la involución, incluso a la extinción. El desarrollo científico y tecnológico no puede convivir durante mucho tiempo con el subdesarrollo social, económico y político. O aprendemos a convivir en paz, armoniosamente, para lo cual debemos superar la sociedad clasista, es decir, el estado permanente de guerra, o, tarde o pronto, sucumbiremos como especie, destruyendo de paso nuestro hábitat y al resto de especies (como, de hecho, ya estamos haciendo). Por primera vez la humanidad tiene la capacidad tecnológica para destruirse a sí misma. Estamos en un momento histórico crítico. Democracia o barbarie. Supervivencia o extinción. No pretendo ser apocalíptico, pero creo que no puede despreciarse el serio peligro al que nos enfrentamos. Es más prudente sobrevalorar dicho peligro que infravalorarlo u obviarlo.

La democracia real, política y económica, es la que sepultará al capitalismo. Cuando los medios de producción pertenezcan realmente a la sociedad, cuando sean realmente gestionados por ella democráticamente, es cuando el capitalismo será realmente superado, es cuando la sociedad clasista podrá poco a poco extinguirse. La clave reside en la democracia, en proveernos de los medios necesarios para transformar la sociedad, en que la humanidad tome, en conjunto, las riendas de su destino. Sin la democracia política no será posible la democracia económica. Pero sin ésta aquélla estará tocada de muerte. Mientras la democracia no alcance al centro de gravedad de la sociedad, a la economía, no será posible una sociedad plenamente democrática. Pero la democracia económica podrá alcanzarse cuando primero se alcance la democracia política real, a no confundir con la actual oligocracia burguesa disfrazada de democracia. La “democracia” capitalista es un contrasentido. El capitalismo es el dominio por la fuerza, mediante la posesión de los medios de producción, de unas minorías. El neoliberalismo no es más que el afianzamiento de dicho dominio. La humanidad necesita imperativamente, por fin, empezar a superar el modelo capitalista.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.