Un hombre debe enfrentarse al desatino de su propia mente, a los espacios ciegos de su propio deseo. Si se rinde a ellos, lo que consideraba libertad se convierte en pura ilusión.
Nuestra mente, por naturaleza, tiende a la obsesión. Si esa obsesión no es dominada, o conducida, nuestros actos se convierten en impulsos incontrolables.
Vemos cómo últimamente se han incrementado considerablemente los casos de violencia de género, la pederastia, la corrupción y la agresividad vehemente en todos los lugares del mundo. Pero nosotros seguimos empeñados en desatar todos nuestros impulsos más irracionales, y guiarnos por la rabia, la envidia y la codicia.
A decir verdad: ¡Qué difícil es darse cuenta de todas esas neurosis producidas por el dolor que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida! Se adhieren a nosotros como sanguijuelas que van succionando, poco a poco, la ilusión por el mero hecho de vivir; Por el mero hecho de levantarse por la mañana y llenar los pulmones con el aire puro de la montaña.
Con seguridad, esa dificultad recae en que muchas de esas condiciones negativas de la personalidad de un ser humano son necesarias, en su justa medida, para que toda nuestra psicología se equilibre. Es decir: Esa rabia, por ejemplo, que sentimos cuando una persona nos humilla, y que nos puede llevar a convertirnos en personas extremadamente violentas, es necesaria, por otra parte, y sin lugar a dudas, para motivarnos cada día a incrementar la motivación para defender nuestros puntos de vista y sentimientos.
El mayor problema que surge al no mantener todas esas reacciones equilibradas es que existe un punto de inflexión en la psicología humana, podríamos definirlo como un punto de no retorno, en el que tu propia mente te traiciona. Te motiva a justificar todos los actos destructivos que desde ese momento comenzarás a cometer, contigo mismo y con los que te rodean. Es decir, existe un punto de inflexión en el que la razón que tanto nos destaca entre el resto de las especies, esa capacidad racional que nos ha llevado a la luna y a poder tener acceso a millones de megas de información se transforma en una ilusión incontrolable.
La consecuencia de esa ilusión resulta demoledora, ya que pronto se inicia un proceso en el que la actividad neuronal de tu cerebro se modifica por completo. Motivo por el cual se modifican, a su vez, otras capacidades del mismo órgano fabuloso, tales como la percepción.
Digamos, volviendo al tema que ocupa mi mente en los últimos días, que un individuo que ha sido abusado en su niñez, es afectado por esta ilusión en su mente, y lo que debería ser común a cualquier ser humano: el respeto y la protección de los más pequeños; se convierte, a causa de ese trauma que sufrió, en precisamente lo contrario. Su mente, en lugar de reaccionar como la gran mayoría hacemos ante un menor, recibirá una respuesta sexual o violenta.
El eco del dolor.
Lo mismo podría suceder con cualquier otro tipo de trauma u obsesión. Siempre existirá un límite abstracto en nuestra psicología, el cual, si es traspasado, modificará la actividad neuronal de toda nuestra psicología.
Debido a este motivo, esa misma hermosa y contradictoria mente del ser humano nos avisa, siempre, de una manera instintiva antes de adentrarnos en los profundos abismos que la conforman.
Muchos individuos, debido a sus circunstancias, no son capaces de conseguir discernir esa ilusión a tiempo, y quedan atrapados en el abismo de su mente. Una vez allí es prácticamente imposible salir, ya que poco a poco todos tus conceptos se van modificando hasta el punto de que toda tu percepción de la realidad se transforma, con la modificación de la actividad neuronal de nuestro cerebro correspondiente.
¿Qué hacen los profesionales al llegar a ese punto? Pues lo que pueden: intentar equilibrar esa química que contiene nuestra fisiología con compuestos sintéticos: Hacen lo que conocen.
Pero, como vemos, pocos son los casos que consiguen recuperarse una vez que se ha cruzado consciente o inconscientemente ese punto de inflexión, ese límite, y conseguir modificar esa percepción descontrolada.
Solo hace falta pasarse por un sanatorio mental para ver en primera persona de lo que hablo.
Parece que no existe mucha salida para el que se queda atrapado en la red Maya. Pero nos olvidamos de algo, nuestro entorno. Las personas que están con nosotros en nuestro círculo.
Al igual que una acción destructiva, por parte de un familiar o de alguien muy significativo para nosotros, genera una reacción en nuestro organismo (una reacción que es proporcionalmente destructiva al acto destructivo del ejecutor); De la misma forma, un acto generoso para con nosotros, lo que podríamos definir como una buena acción, genera una reacción proporcional en nuestro sistema nervioso, el cual, como todos sabemos repercute en el resto de los sistemas del cuerpo humano. Y bueno, creo que no hace falta comentar lo que produce sentirnos amados. Todos lo sabemos.
Por ese motivo parece evidente que deberíamos saber dar amor a nuestros seres queridos, pero es muy fácil caer en la rutina de descargar nuestra negatividad con las personas que más queremos.
Sin ir más lejos hoy leía un post en facebook acerca de las frases que nunca debemos decir a los niños para no herir nunca su frágil autoestima. Las comúnmente utilizadas: “ ¡Qué torpe eres!” ; “No vales para nada” o “Ya no te quiero”… pueden ser las causantes de los efectos antes citados en un niño y marcar su vida para siempre.
Quizá deberíamos seguir el consejo del viejo samurái: “Antes de actuar haz tres respiraciones completas” , es posible que en una de esas respiraciones nos demos cuenta de que las palabras que estamos a punto de decir también nos harían daño a nosotros mismos. E incluso podríamos darnos cuenta de que esa decisión es el verdadero punto de inflexión hacia la destrucción.
PAZ
Muy simple de enteder si realmente estamos dispuestos a sanar y crecer.
Gracias!