- Hace unas semanas era Felipe González el que bloqueaba la investidura de Pedro Sánchez, pero ahora es el referéndum catalán el que lo hace pues Pablo Iglesias ha vuelto a incluirlo dentro de sus «líneas rojas» para pactar con el PSOE.
El problema es que el referéndum catalán, siendo una cuestión que atañe únicamente a esa comunidad autónoma, se le plantea a Sánchez como condición para negociar su investidura.
Tabla de contenido ocultarSin embargo, a la mayoría de los españoles el referéndum de Cataluña no les da más.
¿Qué le puede importar a un asturiano o a un andaluz este referéndum? Nada. Es decir, el referéndum le interesa solo a ese territorio; es un tema regional que no es relevante para el resto de los ciudadanos del Estado. Como tal, esta cuestión debería tratarse o debatirse en el Congreso de los diputados. Lo que me parece un error es condicionar la investidura de un Presidente, de un candidato de partido estatal como el PSOE, a negociar sobre un tema regional.
Nadie duda del derecho que tienen algunos catalanes a querer o no pertenecer a un Estado. La libertad de expresión en un país democrático se los permite. Lo que sí no es correcto es poner esta condición encima de la mesa, sabiendo que será un escollo para llegar a buen puerto en las negociaciones de la investidura presidencial.
España necesita un presidente ya. No se puede seguir con la tontería esta de las líneas rojas, naranjas o azules. El país está endeudado en más de un 100% de su PBI, con la hucha de las pensiones en retroceso y un larguísimo etécetera de temas por resolver.
Pedro Sánchez, Podemos y los demás partidos que se dicen llamar «progresistas» deberían salir de sus trincheras regionales y mirar por el bien común.
Después de todo, y valga la redundancia, todos vivimos en el mismo país, en el que lamentablemente aún no tenemos definido el Presidente de Gobierno que pueda encaminar las reformas que hacen falta en el país.
Si esta cabezonería persiste, no quedará otra que unas nuevas elecciones, donde el hartazgo de la gente llevará a radicalizar el voto de los españoles. Por un lado, el Partido Popular recibiría los votos de Ciudadanos, el partido de Albert Rivera; y el PSOE se desplomaría, e irían sus votos a Podemos.
A fin de cuentas, el resultado sería una nueva victoria del Partido Popular y un segundo lugar para Podemos. En otras palabras: volveríamos al mismo escenario en el que nos encontramos hoy, 16 de febrero de 2016, pues el PP seguiría sin conseguir la mayoría absoluta y sin la posibilidad de reunir los suficientes votos para lograr la investidura de Rajoy. Y por otro lado, habría un intercambio de caras entre Sánchez e Iglesias. En suma, lo que es seguro es que unas nuevas elecciones obligarían al actual líder del PSOE a buscar un nuevo liderazgo para el Partido Socialista, y esto facilitaría una investidura de Rajoy.
Por tanto, tanto Podemos como las demás fuerzas progresistas y algún que otro partido nacionalista con su abstención, deberían pensárselo bien y decidir de una vez por todas apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Si bien sus reivindicaciones nacionalistas tienen cabida dentro de un marco democrático, éstas no deberían condicionar la investidura de un Presidente. En cualquier caso, sus reivindicaciones se pueden debatir en el Congreso de los Diputados una vez constituido el congreso.
Un poco de miras de estadistas y menos cainismo es lo que ahora necesita España.