Cuando los presidentes de paÃses latinoamericanos y los intelectuales latinoamericanistas hacen la vista gorda a las conductas disociadas del presidente Chávez debido a su simpatÃa por su papel de «vengador socialista» arriesgan tanto su honor como su credibilidad.
Es natural que la ideologÃa tiña lo que se dice o hace tanto en polÃtica exterior como en la prensa. Sin embargo, cuando los presidentes de paÃses latinoamericanos y los intelectuales latinoamericanistas, sean estadounidenses, europeos o de la región sudamericana hacen la vista gorda a las conductas disociadas del presidente Chávez debido a su simpatÃa por su papel de «vengador socialista» arriesgan tanto su honor como su credibilidad.
El 11 de septiembre de 2001, los miembros de la OEA firmaron la Carta Democrática Interamericana, según la cual todos los firmantes se comprometÃan a custodiar los elementos esenciales de la democracia representativa. Con ello, reafirmaron su determinación a trabajar en conjunto para promover y defender la democracia constitucional como la forma ideal de gobierno. Cuando en los últimos meses, enfrentaron el desafÃo de oponerse a flagrantes violaciones a la libertad de expresión, la división de poderes y el orden constitucional, la OEA y sus estados miembros no hicieron nada. Cuando en Junio de 2007 debió enfrentar y resolver el desafÃo de los intentos graves del chavismo por entrometerse en los asuntos internos de la Republica de Colombia, la OEA y sus estados miembros tampoco hicieron nada. La historia recordará que el cuerpo multilateral más importante de la región se reunió aquel mes de junio de 2007 para hablar (lea bien ) del «etanol».
Si el ideal de solidaridad democrática interamericana se entierra bajo semejante indiferencia, no es sólo porque Chávez quiere eliminarla. Es porque la mayorÃa de los estados de la región no acordaron que la defensa colectiva de la democracia es un principio que amerita salvaguardarse.
Chávez consolido su control sobre la legislatura venezolana, los tribunales, el aparato electoral y ahora va por los últimos medios de prensa libre; militarizó la polÃtica y politizó a los militares. Nadie emitió queja alguna. Algunos apologistas dirán que eso quiere el pueblo de Venezuela, pero la campaña antidemocrática de Chávez no se limita a su propio paÃs. Mediante el uso de la rentabilidad petrolera de su nación, como si ello fuera una caja chica, Chávez sostiene y respalda a un grupo de autócratas electos que están atacando los cimientos de las democracias de varios paÃses latinoamericanos.
Si habÃa alguna duda al respecto, bastara con leer las actas y el documento final de la denominada «cumbre de UNASUR» en Bariloche, Argentina (a la que el reconocido periodista y amigo venezolano Manuel Malaver, titula certera y adecuadamente Reality Show, en su artÃculo del diario La Razón).
En orden a esa reunión, hay que decir que es notorio el crecimiento de una peligrosa tendencia que no pueden o no desean resolver los demócratas de la OEA, tampoco parece ser un tema del que se hable en las cancillerÃas de América Latina. Lo cierto es que no se trata de hablarlo sólo con la intención de provocar al presidente Hugo Chávez, esa seria una estrategia destinada al fracaso, la atención lo beneficia, su dominio de los insultos es superior al de cualquier diplomático de los paÃses libres, al propio Rey Juan Carlos o al presidente Ãlvaro Uribe. Por otra parte, no hablar porque Chávez podrÃa sentirse provocado hace que otros en la región se pregunten si el presidente Obama sabe o se interesa realmente por la problemática regional.
Cualquiera que conozca el abuso del proceso de la asamblea constituyente por parte de Chávez sabe qué puede pasar cuando una herramienta se utiliza para demoler instituciones democráticas y reconstruirlas al servicio de un individuo o una ideologÃa. Las instituciones tradicionales de los paÃses latinoamericanos que tan sólo una década atrás habrÃan bloqueado el camino al poder de este tipo de lÃderes, reconocieron su derecho legÃtimo al poder. Los presidentes amigos de Hugo Chávez podrÃan haber optado por fortalecer las instituciones democráticas que los eligieron, pero están decididos a abandonar su constitución y utilizar asambleas populares para redactar manifiestos revolucionarios a fin de cambiar drásticamente el orden polÃtico y económico de sus paÃses. En consecuencia, lo que está sucediendo hoy en Latinoamérica se parece más a una lucha de clases sin cuartel que a una renovación democrática.
La mayorÃa de los gobiernos de América Latina no están dispuestos a intervenir en los asuntos internos de una nación hermana, menos si ello implica el riesgo de una confrontación bilateral con el acaudalado y verborragico Chávez. Por esta razón, la OEA debe cumplir un papel fundamental como instrumento para investigaciones y acciones regionales concertadas. Si la OEA es fuerte y cuenta con la confianza y el respaldo de paÃses clave, puede hablar y actuar (con cautela y respeto) como representante de la región para examinar sucesos preocupantes y recomendar respuestas regionales. De hecho, tras haber sido electo secretario general en 2005, José Miguel Insulza se comprometió a hacer de la OEA un instrumento eficaz a través de La Carta Democrática Interamericana que contiene todos los compromisos para forjar una comunidad de naciones libres, cuyos gobiernos no sólo sean electos democráticamente, sino también gobiernen con total apego al estado de derecho garantizando los derechos humanos de todos sus ciudadanos. La Carta no es sólo un acuerdo de gobiernos, es también, una victoria de los pueblos latinoamericanos y como tal debe ser respetada de manera irrestricta.
Los recientes disturbios en Venezuela confirman la idea de que los lÃderes que no permiten una oposición pacÃfica, generan inevitablemente una oposición violenta. Esta última batalla se produjo por la decisión de Chávez en disponer de una Ley de Educación de corte autoritario, como lo explica la oposición cuando sostiene que tal decisión constituye el paso definitivo hacia la dictadura. La reacción regional frente a esta medida del presidente Chávez para consolidar su poder fue casi inexistente, los jefes de Estado de otros paÃses de América Latina se mantuvieron callados.
Al tiempo, un partido polÃtico colombiano con miles de seguidores afines al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, está a punto de cumplir los requisitos para poder participar en las elecciones del Congreso y la Presidencia del paÃs el año próximo (según lo revela el domingo 30 de agosto el diario El Tiempo de Bogota). Legalmente no hay impedimento alguno de parte del gobierno del presidente Uribe, pero, añade el periódico, dinero entregado a emisoras comunitarias, aportes a municipios y un militar destituido que asesora a Chávez, son motivo de preocupación en Bogota, aunque es un hecho que entre el 9 y el 11 de enero del 2010 nacerá jurÃdicamente en Colombia el Movimiento Socialista Bolivariano (MSB). En realidad esto se trata de la segunda fase del plan de asentamiento en Colombia de la ideologÃa de Hugo Chávez que se inició hace 4 años en la ciudad limÃtrofe de Cúcuta. La pregunta es ¿Qué pasarÃa si fuera el presidente Uribe quien presta ayuda y financiamiento a ciudadanos venezolanos para conformar un partido afÃn a el en Caracas? ¿Chávez se encargarÃa de que los cielos de Sudamérica se cubrieran de Sukhoi’s SU-27 y S-30 inmediatamente? No estarÃa tan seguro de ello, pero con Chávez nunca se sabe.
Entonces ¿Que nos deja la cumbre de UNASUR en el escenario actual latinoamericano? Poco, no mucho mas que una foto con «presidentes faltantes» y un marco complejo en el que pareciera que relacionarse diplomáticamente y actuar multilateralmente sólo significa «dejar hacer».