La lectura del presente libro no supone mi primera incursión en el Sufismo. Hace ya algún tiempo, no demasiado, me aproximé a él con el respeto que todo neófito debe guardar al conocimiento que le es ajeno y va a serle revelado. En ese tiempo, me dejé guiar en mi breve andadura por ‘el camino del corazón‘ por el Maestro Carlos Velasco, con quien pude entrever, como quien ve a través del ojo de una cerradura en la puerta, la vía de conocimiento de si mismo y de Dios, que el Sufismo puede abrir para un no musulmán, como yo lo experimenté y experimento honrándome en el dhikr, la meditación del recuerdo… Y experimentamos en grupo con la Hadra. Y espero que llegue el día de hacerlo mediante la danza de los derviches giróvagos…
A mi, que veo en la Naturaleza, en la Vida, en la Creación en su esplendor absoluto, la expresión de lo sagrado, no me resulta difícil establecer acuerdos internos entre la Ciencia (Razón) y la Espiritualidad, que me empujan hacia un sincretismo que favorece mi curiosidad trascendente hacia cualquier forma de sabiduría, trabajo, herramienta, método… que me eleve hacia «el Dios que Yo Soy», que diría Emilio Fiel ‘Miyo‘., hacia niveles superiores de consciencia, y por ende a la conexión con la divinidad.
Por eso, quizás, llegó hasta mi El tiempo de la Baraka, de Abdelmumin Aya y Yaratullah Monturiol, que profundiza en los conceptos más cotidianos del sufismo para hacernos reflexionar sobre cuestiones trascendentales surgidas a lo largo de sesenta conversaciones con un Shaij, quien traduce al idioma de nuestro entendimiento la visión de la verdadera esencia del Islam.
Entre su páginas se sueñan Maestros, Ángeles y Miedos, el Deseo o la Mística, Profetas y Ritos, el Jardín o el Juicio, la Realidad y la Existencia… Una lectura muy recomendable para quienes quieran abrir su corazón, como yo lo he hecho, y escuchar desde él lo que el Sufismo tiene que decirnos.