¡ Qué alegría al contemplar la esencia!
Parece que algunos españoles se están despertando del letargo abismal que producía la comodidad del estado bienestar y de la codicia como consecuencias del mismo.
Al menos, algunas voces surgen de entre la maleza corrupta para alzarse al viento de la verdad.
Ahora sí que siento que se está produciendo algo interesante.
El mismo ejemplo deberíamos seguir todos en nuestras respectivas empresas, alzarnos en pro de la justicia, la ética y la verdad.
Salir del abismo mental en el que nos quieren educar y gritar fuertemente: ¡Que os den por el culo!
Ahora es el momento de comenzar a construir un nuevo sistema basado en la empatía que todo ser humano lleva grabado en su código genético, y dejar la estúpida competencia en la que nos quieren involucrar, para esos momentos en los que recordamos a los creadores de los juegos olímpicos.
Estoy cansado de ver cómo la gente se pisotea los unos a los otros por conseguir un puesto que le reportará treinta euros más al mes. ¿Realmente merece la pena?
Como dije en mi anterior artículo, a los números uno les interesa esa estúpida competencia para mantenernos en la cuerda floja de la preocupación, y así mantener el sistema del miedo que tan efectivo a resultado durante toda la historia para hacer esclavos.
Esclavos de nuestro Ego.
Pero muy pocos se dan cuenta de esta esclavitud en la que se someten a si mismos, e incluso se regodean en la sensación que les produce el sentirse superior a su compañero.
Ridículo.
Si pensamos detenidamente nos daremos cuenta de que el sistema es una ilusión tremenda en la que escalando posiciones sólo llegas a satisfacer un deseo basado en esa ilusión. Un deseo que nunca acabará de ser satisfecho para poder seguir manteniendo el citado sistema.
Es ese abismo de la mente humana, citado al comienzo del artículo, en el que los que tienen el poder trabajan desde hace siglos para que todos sirvamos a su honrado propósito de Tío Gilito.
Muchos podrán pensar que el citado sistema no se puede cambiar y que el ser humano, en su más profunda naturaleza es egoísta, envidioso y retorcido.
Les doy la razón.
Pero esos son solo algunos puntos que componen la inmensa ecuación que compone la naturaleza humana.
Es cierto que, genéticamente, algunos ya nacen predispuestos para mandar y otros para obedecer. O mejor dicho, algunos para organizar y otros para ser organizados. Lo que no quiere decir en absoluto que exista sólo una manera de hacer las cosas.
Imaginemos ese estado utópico en el que no existen las clases y en el que tanto el que organiza como el que es organizado tienen el mismo valor.
¿Por qué?
Pues porque nada podría hacer el uno sin el otro.
Imaginemos, porque es ahí, en ese hermoso rincón de la mente donde surgen los nuevos proyectos que más tarde se materializaran.
Y luchemos, compañeros.
Principalmente contra nosotros mismos. Sí. Contra esa voz que nos dice cada mañana que debemos ser más malos y más poderosos que el resto para que no nos pisoteen.
Una vez que la venzamos nos daremos cuenta de que el enemigo que vemos por todas partes, de que el rival que vemos en cada uno de nuestros compañeros de trabajo es un reflejo de nosotros mismos.
Será en ese momento cuando podremos crear el sistema que tanto anhelamos.
Para el que no se haya enterado mucho de lo que hablo pero le pique la curiosidad y para aquel que está leyendo este artículo con una sonrisa pícara, me gustaría recomendar una película muy interesante dirigida por el señor Ritchie:
Sonriamos, colegas. Y disfrutemos de esa increíble sensación que produce el darse cuenta de algo.
PAZ