El estudio de los minerales traspasa los límites de la Mineralogía, la Cristalografía o la Geología, llegando a constituir verdaderas piezas transversales que interesan y conectan la Geología, la Mineralogía, la Gemología, la Historia, el Arte, la Antropología, la Arqueología e incluso la Mitología.
Un buen ejemplo de ello es la turquesa. Este mineral nos ofrece la posibilidad de interrelacionar fácilmente la Ciencia con la Historia y las Artes. Indudablemente la turquesa se encuentra en la naturaleza, por lo que es objeto de estudio en Geología, pero también es una piedra semipreciosa de intenso color azul verdoso, que ha sido utilizada por culturas milenarias, como los Mayas y los Aztecas, hasta los nativos del Suroeste Norteamericano. La causa del enorme atractivo que ha ejercido sobre distintas civilizaciones y sus implicaciones mitológicas está aún por descubrir, por lo que además del interés científico, se puede investigar desde un punto de vista histórico y artístico.
La turquesa es un fosfato hidratado de cobre y aluminio, que se forma en las zonas de oxidación de los pórfidos de cobre. Cada ejemplar de turquesa constituye una pieza diferente y única, de ahí su valor y la fascinación que produce. Su color es variable de azul a verde y verde amarillento en función de ciertas cantidades de hierro que suele sustituir al aluminio en la composición de este mineral. Utilizada como gema desde los egipcios, debe su nombre a que durante la Edad Media los comerciantes turcos las traían de Persia a Europa. A pesar de su nombre, curiosamente en Turquía no hay yacimientos de esta piedra preciosa.
El carácter multidisplinar de la turquesa es especialmente evidente en el Suroeste de los Estados Unidos, donde para los nativos ha tenido un significado espiritual, decorativo y económico desde al menos el año 300 después de Cristo o quizás antes. También en Mesoamérica se han encontrado en importantes yacimientos arqueológicos, mosaicos, joyas, objetos rituales y decorativos realizados con turquesas, que reflejan la estructura económica, social y organizativa de culturas indias actualmente extinguidas.
La turquesa en la naturaleza
En el Suroeste de los Estados Unidos las turquesas se encuentran en unas formaciones geológicas de enormes proporciones que se denominan pórfidos de cobre. Los pórfidos de cobre son rocas ígneas intrusivas, granitos, monzonitas y dioritas que contienen una importante diseminación de minerales de interés económico, como calcopirita, galena, esfalerita, pirita, oro y molibdenita. El término “pórfido” se refiere a la textura de la roca, en la que milimétricos cristales individuales están en una matriz de granos irreconocibles a simple vista. La mayor parte de los pórfidos en el Suroeste de los Estados Unidos se emplazaron entre 70 y 50 millones de años, es decir Cretácico Superior – Paleoceno, en relación a la Orogenia Larámica. Esta Orogenia contribuyó a la formación de esa importante cadena montañosa que recorre Norteamérica de Norte a Sur, que son las Montañas Rocosas.
En los pórfidos, las turquesas se depositan únicamente en las partes oxidadas, formando costras e incrustaciones en zonas alteradas poco profundas. ¿Por qué es la turquesa un mineral tan extraordinario en la naturaleza? Probablemente porque el fósforo es un elemento escaso en rocas ígneas y también porque debe requerir unas condiciones de precipitación poco comunes.
Las culturas extinguidas
Los indios nativos del Suroeste Norteamericano han explotado este mineral desde el siglo IV. Culturas extinguidas, como los Mogollon, Hohokam y Anasazi, utilizaban turquesas tanto para uso propio ornamental, espiritual y medicinal, como para el comercio con otros pueblos, principalmente de Mesoamérica. Los Anasazi habitaron la zona llamada de las cuatro esquinas (Arizona, Nuevo México, Colorado y Utah). A partir del año 900 en la denominada “fase pueblo” hacen grandes obras de arquitectura, como Pueblo Bonito en Cañón Chaco y los Palacios Colgados en acantilados dentro de cañones, como Mesa Verde.
Los Mogollon, los Hohokam y Anasazi, desconocían el uso de los metales, los cuales no se introdujeron hasta la llegada de los españoles, por lo que montaban sus piezas sobre madera o conchas pegadas con resinas. Muchos de estos primeros artistas, realizaron también sus ornamentos con materiales diferentes a la turquesa o la concha, tales como huesos de animales, serpentina, arcilla o azabache. En las ruinas anasazi del Cañón Chaco al noroeste de Nuevo México, que datan de los siglos X a XII, se han encontrado más de 65.000 objetos con fragmentos de turquesa.
La mayor parte de los poblados y construcciones arqueológicas del Suroeste fueron abandonados sin que se conozcan claramente las causas. En unos casos parece que se produjeron cambios climáticos con épocas de prolongadas sequías que acabaron con los cultivos. En otros, el cese de las relaciones comerciales con Mesoamérica interrumpió el flujo de bienes y de ideas procedentes del Sur. Algunas de esas antiguas culturas se entremezclaron y perdieron sus rasgos distintivos.
La turquesa en el arte del Suroeste norteamericano
Los actuales indios Pueblo, como los Hopi, Zuñi y Santo Domingo, son los descendientes directos de la antigua tradición cultural Anasazi. Los Navajo son los descendientes de un pueblo de lengua apache, que inicialmente se llamaron Apaches de Navahu. Todos estos nativos norteamericanos elaboran una joyería artística en la que combinan turquesa y plata con coral, nácar, conchas y en ocasiones azabache, de interés simbólico y gemológico. La plata no se introduce en la joyería de los nativos americanos hasta1868.
Aunque todos los pueblos del Suroeste partieron de un estilo común, con el tiempo han ido desarrollando un estilo propio, distintivo y reconocible que se puede considerar un Arte. Así, los Hopi se conocen por labrar la plata con efectos claroscuros, entre los que incrustan turquesas, corales y otras piedras. Estos plateros desarrollan desde los años 40, la técnica de la superposición en plata, consistente en superponer finas láminas de plata de formas variadas. Los Zuñi crean diseños con más colores utilizando piezas de coral. Además, trabajan la técnica del taraceado, haciendo mosaicos de piezas planas de turquesa que combinan con otras de coral, nácar, azabache o marfil. Los Santo Domingo han preferido continuar con los métodos de engarce de turquesas que utilizaban sus antepasados antes de que se empezara a utilizar la plata. Confeccionan collares de cuerda con cuentas irregulares o en forma de disco.
Los Navajo resaltan grandes piezas de turquesa adornadas y ensalzadas con trenzas, hojas y estampados en plata. La joya será tanto más singular cuanto más rara sea la turquesa y más original el diseño del artista.
La relación de los Navajo y la turquesa no termina aquí. La Mitología navaja cuenta cómo se formaron las turquesas durante la creación del mundo: “cuando los primeros hombres tuvieron que subir por un árbol gigante porque el nivel de las aguas se elevaba, llegaron al cielo y vieron que era duro y no podían subir más, pero unas hormigas les ayudaron, royeron este cielo hasta hacer un orificio y poder pasar de un inframundo a otro. Estos trozos de cielo son las turquesas”.
La turquesa en el laboratorio
Finalmente, cabe añadir que la interdisciplinaridad de los minerales, y por supuesto de la turquesa, puede ir más allá de todo lo explicado hasta el momento. La Mineralogía tiene relaciones con la Química, la Síntesis Mineral y el Crecimiento de Cristales, que han permitido ensayar procesos de síntesis de turquesa y otros fosfatos de cobre de la “familia” de las turquesas en el laboratorio, con fines comerciales o de carácter científico. El crecimiento de cristales en el laboratorio puede aportar datos acerca de la génesis y condiciones de formación de los minerales.
En otros contextos geológicos, geográficos e históricos, otros minerales desarrollan pautas iguales o parecidas a las aquí expuestas, pero se ha escogido la turquesa porque es un mineral cuyo desarrollo espacial está bien delimitado y con alcance profundo en el tiempo histórico.
Este monográfico recoge la experiencia obtenida por los firmantes en un Proyecto de Innovación Educativa y Mejora de la Calidad Docente financiado por la Universidad Complutense de Madrid (Proyecto PIMCD 2009/23010 Nº 19).
Este documento ha participado en la modalidad de monográfico científico del III Concurso de Divulgación Científica de la Universidad Complutense de Madrid (2010).
En el siguiente enlace: Minivídeo La Aventura de la Turquesa puede verse el vídeo corto titulado “La Aventura de la Turquesa”. El minivídeo está elaborado por los mismos autores de este monográfico y ha sido merecedor del único premio concedido en la modalidad de minivídeo científico del III Concurso de Divulgación Científica de la Universidad Complutense de Madrid (2010).
Fotografía y edición del minivídeo:
Miguel Ángel Miñón Pérez (maminon@wanadoo.es).