En estas elecciones catalanas, el único partido con un mensaje claro, serio y una campaña electoral original e impactante ha sido Ciudadanos (C’s).
Sin embargo, C’s no ha logrado el objetivo de aumentar su representación parlamentaria a pesar de que la mayoría de las encuestas le daba un crecimiento entre uno y cuatro diputados, algo que sería lógico ante un panorama político tan lamentable creado por el tripartito.
Hace ocho meses, casi nadie daba un duro por la supervivencia de C’s, un partido que había sufrido varios intentos de eliminarlo de la escena política española, porque no interesa a los grandes partidos que pueda aparecer uno nuevo que aparezca como alternativa viable frente a los demás y que se saliera de los esquemas ideológicos tradicionales de izquierda y derecha.
La falta de ideas de los políticos apoltronados ha llevado a este país al impás en que se encuentra. Pero las poltronas son, por otra parte, un buen negocio para los que las ocupan, y es precisamente por eso que hacen todo para evitar que se conozcan proyectos nuevos.
C’s ha sido víctima de un cordón mediático muy eficaz. Apenas aparecía en los grandes periódicos y menos aún en las televisiones. Sólo las cadenas pequeñas se atreven a una mayor pluralidad invitando a políticos menos conocidos.
Así se explica que existan incluso en Barcelona capital personas que después de cuatro años no hayan oído nunca de C’s y que al descubrir a este pequeño partido lo ven inmediatamente como alternativa a la abstención y como oportunidad para conseguir un cambio en la política española.
En los contados debates en televisión, sólo Albert Rivera destacó con un discurso claro y convincente. Precisamente por ello es centro de los ataques más feroces contra su persona, mientras que omiten que lo que critican en Rivera son en realidad las características de los demás políticos.
C’s sólo ha obtenido 3 escaños y repite así el resultado de 2006. La diferencia cualitativa es que hoy la situación es muy diferente. En 2006 los dos diputados que en 2010 se convirtieron en tránsfugas empezaron al poco tiempo a dar problemas por sus ansias de poder. Ahora, el partido está cohesionado y libre de los lastres del pasado, de los desencuentros internos, y ha sabido ilusionar a sus militantes con unas campañas bien diseñadas.
Seguir en el Parlamento catalán después de los comentarios condescendientes de los líderes de los otros partidos, que auguraban la desaparición de C’s en estas elecciones, es en sí una victoria. Y teniendo en cuenta la reducida proyección por la falta de medios, haber remontado recuperando a muchos votantes que se creían perdidos y ganando a miles de nuevos votantes, los resultados no son malos, aunque el crecimiento al menos debía haber sido de un diputado más para el cual sólo faltaban mil votos, mientras que los independentistas feroces de Laporta lograron uno más con bastante menos votos.
Será decisivo que C’s logre ahora adaptarse a esta nueva situación y proseguir con su crecimiento en el resto de España. Para ello habría sido mejor crecer en uno o dos diputados, porque con los tres actuales y el obstáculo que supone Laporta va a ser difícil tener la proyección mediática necesaria.
El saber encontrar la estrategia correcta será decisivo para el ser o no ser de un partido con una imagen fresca y novedosa, pero cuyo mensaje no parece llegar en una sociedad anclada en esquemas políticos decimonónicos y carente de una cultura política y democrática acorde con el siglo veintiuno.