Cien de las organizaciones activistas más importantes del planeta (incluyendo a Oxfam, Action Aid o el Bretton Woods Project) remitieron al consejo del FMI una carta solicitando que el proceso de elección de la nueva dirección general de la institución sea abierta y democrático, y que además esté basado en los méritos del candidato y no en el músculo financiero de sus padrinos. Dicho de otro modo, justo lo contrario de lo que han propuesto en bloque los países europeos con la candidatura de Christine Lagarde.
El FMI -junto con otras instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial- conserva una democracia de tipo colonialista, en la que un grupo de blancos occidentales y adinerados deciden la suerte de la mayoría a golpe de acciones. El conjunto de países europeos (representados de forma individual) conserva un 32% de las acciones de esta institución, seguido de Estados Unidos con un 16,7%. Gracias a este poder, ambas potencias se han repartido durante más de medio siglo las direcciones del FMI y del Banco Mundial, del mismo modo que las bandas se reparten los barrios. Es difícil exagerar la influencia extraordinaria que han ejercido desde estos cargos en el destino de millones de personas en decenas de países empobrecidos, imponiendo medidas draconianas como el recorte en la salud o en la educación que en ningún caso hubiesen aceptado en sus propios países.
El problema es que el mundo ha cambiado algo desde 1944 y Europa parece ser la única que no se ha dado cuenta. Varias de las grandes potencias emergentes (Brasil, India, China, Rusia y Sudáfrica) han exigido hace poco baraja nueva y cambio de reglas. Al igual que las ONG, quieren un proceso democrático y transparente, que podría ser resuelto, por ejemplo, exigiendo una doble mayoría de acciones y países miembros (de los 187 que lo componen), así como audiencias públicas que incluyan la participación de otras organizaciones internacionales y no gubernamentales.
Pero no basta con mejorar el procedimiento. Eso que denominamos vagamente “los méritos” del candidato esconde interpretaciones muy diferentes. Para Europa y Estados Unidos, el FMI debe continuar siendo el perro guardián de la ortodoxia económica, impuesta desde fuera cuando sea necesario. A pesar de su fama de dirigente progresista, Strauss Kahn no fue una excepción a esta regla. Como recuerda P. Chowla en el blog IMFboss.org, tres de cada cuatro acuerdos promovidos por el FMI como respuesta a la crisis y a la recesión económica contenían políticas “pro-cíclicas” (es decir, lavativas fiscales como las aplicadas a Grecia). Los movimientos de esta institución en las grandes reformas pendientes, como la fiscalidad internacional o la transparencia y el control del sistema financiero han sido bastante menos que impresionantes.
Nos alegramos del cosmopolitismo de la candidata europea, pero esperamos que el nuevo director o la nueva directora general del FMI sea elegido o elegida por otros méritos, incluyendo la independencia política y la legitimidad moral. Muy particularmente, por su capacidad para comprender que hasta ahora esta institución financiera ha sido una parte mucho más importante del problema que de la solución.
Los detalles del nuevo procedimiento que proponen las 100 ONg están disponibles en el documento Heading for the Right Choice: A professional approach to selecting the IMF boss.
Experto en desarrollo y autor del Blog 3500 millones. Ideas irreverentes contra la pobreza