Interruptores en manos ajenas
Una persona que gana mil euros al mes tendría que trabajar dos milenios para ganar los 16 millones de euros al año que gana el futbolista Lionel Messi. Bill Gates, con una fortuna de 68.000 millones de dólares, si aportase la mitad de su fortuna cubriría la deuda de 28 mil millones de euros que el Gobierno español mantiene con las empresas eléctricas. Es una cifra inabarcable, enorme, abstracta. Es difícil hacerse una idea de a cuánto asciende dicha cantidad si no es con ejemplos que lo ilustren.
Si se tienen en cuenta los datos provisionales al final de 2013, el déficit de tarifa supera los 38.000 millones de euros. Es decir, equivale al PIB de países como Serbia, Uruguay o Túnez. Sólo la deuda que mantienen los españoles con las empresas energéticas iguala la riqueza de dichos países. El agujero crece de manera exponencial.
El concepto de déficit de tarifa, que se explica como la diferencia entre los ingresos y los costes del sistema eléctrico español, trae de cabeza a Gobierno y empresas. Es el desfase que se produce entre lo que se paga por la electricidad y lo que en realidad cuesta. Esta divergencia se debe a que la ley no reconoce su precio real. Ni las distintas reformas ni las medidas adoptadas por los sucesivos gobiernos han sido efectivas para paliar una cantidad en ascenso.
Entre 2009 y 2013, las empresas eléctricas consiguieron el aval del Estado para vender la deuda en los mercados a bancos y fondos de inversión. De este modo, se han embolsado el dinero del déficit y el consumidor, principal afectado, ha contraído una deuda con las entidades financieras.
En 2002 el ministerio de Economía puso coto a la subida de la luz, y estableció que no podía sobrepasar ciertos márgenes. El objetivo era evitar el encarecimiento de la factura de la luz. En definitiva, el Gobierno, y por ende, los consumidores acumularon una deuda creciente con las cinco grandes empresas eléctricas españolas.
A pesar de esta medida, España es uno de los países donde la electricidad es más cara de la Unión Europea. En los últimos años es el cuarto país donde más ha subido el precio de la luz, sólo superado por Malta, Estonia o Letonia. Y dobla el precio medio europeo. Pueden aducirse razones geográficas, del sistema, que los archipiélagos con los que cuenta donde la producción de electricidad es de mayor coste. Pero también puede argumentarse la opacidad del sistema eléctrico español, y la duda ante los costes que presentan las eléctricas cuando, por otro lado, evitan ser controladas mediante una auditoría de costes.
Argentina es otro país donde la electricidad provoca quebraderos de cabeza a sus ciudadanos. El exceso de demanda provocó cortes de luz en los últimos tiempos. La oferta eléctrica no fue capaz de colmar las necesidades de los ciudadanos por las altas temperaturas que se vivieron hace unas semanas. Además de los problemas que sufrió la gente de a pie, por no disponer de un bien necesario como la electricidad, las quejas de los comerciantes no se han hecho esperar ante unas pérdidas económicas que califican de cuantiosas.
Problemas como estos repercuten en el actor más vulnerable, el consumidor de a pie. Dar la luz, accionar un interruptor comienza a ser una decisión que no toma el ciudadano. Los altos costes, las deudas pendientes con las compañías privadas, los intereses de éstas y de los gobiernos provocan, en algunos casos, situaciones que parecían superadas hace años.