La noche en el tránsito del sábado al domingo, Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE, concedía una entrevista en el programa La Sexta Noche.
Esperé frente al televisor a que llegara la cita en cuestión. Aguanté, estoicamente, durante diez eternos minutos el arranque de la interviú. Con un discurso pobre, anodino, vacuo, la segunda de los socialistas me llevó desde la expectación a la más absoluta de las decepciones. Superar el minuto quince de la conversación fue toda una hazaña por mi parte, una especie de subida al Alpe D´Huez, entre bostezos y el sopor que imponen las frases hechas y las respuestas esperadas.
No hay nada más aburrido que un político aburrido, superando su tedio, en algunos momentos, a los documentales sobre lagartos y ornitorrincos que reponen en la 2 de TVE.
Escuchar a Valenciano era como acudir, una vez más, al tránsito de los ñus por el cauce del río Mara, en las llanuras del Serengeti. Es predecible todo lo que va a ocurrir. Los ñus se avalanzan sobre las aguas mientras los cocodrilos, año tras año, estación tras estación, los atacan por su deseo incontrolado de supervivencia. Así eran las respuestas de Valenciano: predecibles, absolutamente predecibles, cargadas de trivialidades y políticamente correctas.
El PSOE tiene un problema, un gran problema. Sus actuales dirigentes han perdido la esperanza, andan desnortados y carecen de un discurso que agite los corazones y devuelva la confianza a los españoles. Resulta del todo imposible llegar a convencer a los ciudadanos (no digamos ya a ilusionar) cuando de su discurso ha desaparecido algo tan necesario que conforma la base de la acción política: la utopía. Elena Valenciano se presentó con todas las cualidades que aderezan a un antihéroe. Y este, créanme, es el momento de los héroes, de los titanes.