EL CRISOL
“Cuando todo esto pase muchos no podrán enorgullecerse porque no estuvieron allí junto a aquellos que reclamaban una sociedad más justa y un presente y un futuro mejor para sus hijos, para todos”.
Todos aquellos que han participado y están participando, en la calle reclamando al Gobierno que aplique las medidas que realmente se precisan para sacarnos de la crisis en vez de esquilmarle el bolsillo a los españoles y quitarles sus derechos, los que han tenido ocasión, por decisión propia, de estar presentes en esos acontecimientos que de un modo u otro pueden haber cambiado las cosas, la sociedad en sí, siempre, cuando se hable de esos hechos acaecidos podrán decir con orgullo: “Yo estuve allí”. Sin embargo todos aquellos que se quedaron en sus casas sentados cómodamente frente el televisor contemplando, con indignación, pero a salvo, como la policía cargaba de forma brutal contra los que se manifestaban, a esos sólo les queda el poder decir, y no con orgullo: “Yo no estuve allí”. Son aquellos a los que Mariano Rajoy alabó por quedarse en casa y no salir a protestar por una situación que a ellos también les afecta. Son aquellos que no se lanzaron a la calle para hacer los que otros estaban haciendo por ellos: protestar por el engaño, la mentira y la estafa de un Gobierno que hoy en día es una institución pública fraudulenta y totalmente exenta de sentimientos, de cercanía con los ciudadanos y de comprensión y solidaridad hacia todos aquellos que lo están pasando mal. Cuando todo esto pase muchos no podrán enorgullecerse porque no estuvieron allí junto a aquellos que reclamaban una sociedad más justa y un presente y un futuro mejor para sus hijos, para todos.
Los que se lanzan a la calle lo hacen a sabiendas de que pueden sufrir un serio castigo ya sea como consecuencia de las cargas policiales o de una posible comparecencia ante un tribunal, no voy a decir que de justicia porque cuando se juzga a alguien se planta en la calle porque está desesperado al ver como su familia lo está pasando mal, eso no es hacer justicia, eso ya entra dentro de la represalia y del más puro y duro totalitarismo. Si deciden salir a la calle es porque solo les queda esta salida. Si los echan de ella ¿Adonde van a ir? ¿Qué les queda?
Está claro que el Gobierno, valiéndose del ministro del Interior, está intentando demonizar a los que justamente protestan, hasta tal punto es así que el 29-S, el sábado siguiente a la manifestación del 25-S, el que ostenta y es de esperar que por poco tiempo, por el bien de los ciudadanos y del propio Gobierno, el cargo de ministro del Interior, se permitió “denunciar” que entre los que se manifestaron ese sábado había quinientos infiltrados dispuestos a la violencia. Evidentemente el susodicho ministro estaba intentado justificar, a priori, las brutales cargas policiales que sin duda alguna se iban a producir y se produjeton. Mentiras y más mentiras para justificar un procedimiento lleno de brutalidad. ¿Cómo podían saber que entre los miles de manifestantes había quinientos, dicho así de exacto por el ministro, de ellos dispuestos a perpetrar actos violentos? La máxima del ministro es la de seguir la pauta marcada por un representante de un sindicato policial: “Leña y punto”.
Desde el Gobierno quieren dar a entender que no se pueden consentir estas manifestaciones, que se están tomando las calles al asalto, cuando no son las calles sino el Estado del Bienestar el que ha sido asaltado y destruido con premeditación, alevosía, ensañamiento y ocultismo por Mariano Rajoy y su pandilla de ineptos. Se dice que la calle es de todos, de todos y también de aquellos a los que como antes he dicho es la calle el último recurso que les queda para ser escuchados. Si la calle no se utiliza para denunciar situaciones de abuso de poder acabarán convirtiéndose en lo que el Gobierno más desea: Que estas se conviertan en cañadas reales por donde únicamente transitan ciudadanos “aborregados”.