La crisis ataca a los bancos, sacude los mercados, reduce los beneficios de las grandes empresas, y concede el favor del público a un partido político o a otro, pero el verdadero drama de una crisis económica se sitúa en el eslabón más débil, en el eslabón del empleo, rompiéndose la cadena de la cohesión social.
Durante unos meses el bienestar familiar y personal se mantiene gracias a las prestaciones por desempleo, pero lejos de ser un tiempo de paz y armonía debería ser un tiempo de búsqueda feroz de empleo, no con el objetivo de apurar la prestación sino con la necesidad de guardar parte de ésta para próximas circunstancias adversas.
Un tiempo de localización de las ofertas más adecuadas a cada perfil profesional, del envío de CV´s a las empresas en las que el trabajador esté interesado, independientemente de que tengan abiertos procesos de selección, o no, y, por supuesto, de la utilización de los contactos profesionales o personales.
El desempleo pertinaz es una situación frustrante que causa pérdida de autoestima y acerca al precipicio de la depresión. Nuestra sociedad está construida en torno al mercado laboral, sobre los cimientos del trabajo remunerado que sirve de elemento de inclusión o exclusión social, más allá de la sostenibilidad económica.
Por ello la búsqueda de empleo debe de ir acompañada de un entorno estable y de permanente apoyo psicológico el cuál permita reponerse de las frustraciones y alimentar las esperanzas en momentos de decaimiento.
Jamás se debe juzgar a terceras personas porque puede que estemos ofendiendo a alguien cercano sin saber, sin querer, sin buscarlo. Los juicios sumarísimos deben dejarse en manos de prensa amarilla, rosa, o ambas, nunca realizarse a nivel personal.
Sin embargo, el españolito de a pie es muy dado a la crítica fácil, a los juicios sin conocimiento de causa y a conocer las soluciones de todos los problemas menos de los suyos propios. Esta afición daña a la persona que se encuentra sin empleo de manera especial.
Porque tiene el sentimiento de que no está cumpliendo con su labor en la sociedad y ello le provoca la obsesión de ser el centro de todas las miradas, de todas las críticas, de todos los juicios que él o ella antes realizaba.
Por tanto, dejemos de juzgar a los demás, centrémonos en nuestras propias vidas, valoremos a las personas por sus valores y no por sus situaciones, y ayudemos a aquellos que estén buscando empleo.