Unanimidad absoluta ha habido entre las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular, 13 de un total de 17 autonomías si no me falla la memoria, a la hora de dar su conformidad a la propuesta del Gobierno de Rajoy sobre el nuevo objetivo de déficit para 2012. De hecho la cosa ha resultado tal y como ya anunció el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuando dijo aquello de que “esperaba” que los responsables autonómicos no le pusieran reparos, el mensaje, la advertencia, estaba claro y ha producido el efecto deseado por Montoro.
Pero como dijo Campoamor, “en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Y en este caso el cristal era de color azul, el color preferido por el PP. No están muy lejos aquellos días en que el Gobierno de Zapatero pedía a las autonomías moderación en el gasto y estas le respondían pidiéndole más dinero, en particular la Comunidad Valenciana, la que más tenía y tiene porque callar, cuestión esta que ha confirmado recientemente el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que ha expuesto públicamente la opinión que le merece al Gobierno la labor de la Generalitat Valenciana, poniéndola como ejemplo de mala gestión y de despilfarro, criticando cosas tales como la construcción del Aeropuerto de Castellón y el mantenimiento de la sede de la Generalitat en Bruselas que llegó a tener a 70 personas en ella cobrando sus correspondientes sueldos. Esta respuesta de Camps a Zapatero también fue seguida por el resto de comunidades autónomas gobernadas por el PP. Ahora cambian de opinión y están a “lo que haga falta”, faltaría más, Gobierna el PP en España y hay que hacer de tripas corazón y “tragarse” sus antiguas reivindicaciones. En el fondo a mi no me parece mal esta postura pero también deberían haberla observado cuando gobernaban los socialistas y haber mostrado su solidaridad y su buena intención para que las cosas funcionaran adecuadamente en el plano económico y no poner en peligro el bienestar de los ciudadanos con una política manirrota y descerebrada que nos ha llevado más allá del borde de la ruina hasta rozar la miseria.
Siempre he dicho que los que nunca cambian de opinión son los imbéciles y los intolerantes, pero en este caso los que han cambiado de opinión son los pesebristas y los que ante todo quieren mantener su cómoda situación personal estando en las altas esferas del sistema. No sé cómo le van a explicar a sus administrados este cambio de criterio, pero no creo que esto les preocupe mucho a los responsables de esas autonomías. Vivir para ver.