Llegados a este punto no podemos más que seguir hacia adelante, y hacia allá vamos, camino del final, ¿de qué final? Ni lo sé, ni mi importa, sólo me dejo llevar e intento dar un giro copernicano a la percepción que se tiene de este mundo, porque así son mis principios, y si no te gustan, no te preocupes que tengo otros más adaptables a la realidad que vivo.
Una realidad en la que los peores datos del paro de los últimos años en septiembre se entremezclan con la alegría de un pueblo echado a la calle para vitorear a una terrateniente ociosa, de la que dicen que se ha puesto el mundo por montera, ¿y quién no? ¿No te pondrías tú el mundo por montera si tuvieras la fortuna que esta mujer debe de tener? Sorprende que con la que está cayendo la noticia principal del día sea la boda de semejante personaje, nobleza obliga, supongo.
Pero está en la esencia del pueblo español el olvidar sus penurias del día a día con los ‘saraos’ de la nobleza, optimismo congénito debe de ser, y es que no se pude dejar pasar el dato del paro para plantearnos la dirección hacia la que vamos. Los poderes fácticos del mundo de hoy, es decir, los mercados, andan preocupados por el dinero que han invertido en los países en dificultades, y para garantizarse a sí mismos el cobro de los intereses generados por esas inversiones financieras se empeñan en exigir recetas de austeridad elevadas a la máxima expresión, de manera que ellos sigan cobrando en el corto plazo, ¿y qué pasará en el largo plazo? Eso a ellos, no les importa.
Aunque a nosotros sí, o debería, y parece que no, porque nuestros gobernantes están aceptando cualquier exigencia de los mercados para poder seguir tomando prestado dinero de esos mismos mercados con los que poder pagar los intereses que generan los préstamos anteriores, en un círculo vicioso del que no parece que vayamos a ser capaces de escapar.