Andrés Barbosa es un investigador científico del CSIC que ha estudiado la relación entre la ecología, la morfología y la fisiología de las aves en distintos tipos de hábitats con especial interés en ambientes extremos como las montañas, las áreas desérticas y las zonas polares. Ha participado en 8 campañas antárticas y una en el Ártico, y lidera el proyecto PINGUCLIM que tiene como objetivo principal el estudio de los efectos del cambio climático sobre la fisiología de los pingÁ¼inos antárticos.
Más de 30.000 turistas visitan cada año la Antártida. ¿Esto es algo negativo o puede servir para sensibilizar a la gente?
La situación del turismo en la Antártida es un tanto especial. La actividad en la Antártida está regida por el Tratado Antártico que se firmó en el año 1959 y que determina que este continente debe estar dedicado a la paz y a la ciencia. Posteriormente en el año 1991, y a partir del interés potencial en la explotación de sus recursos mineros, se desarrolla una herramienta de protección que es el Protocolo de Protección del Medio Ambiente, también llamado Protocolo de Madrid por el cual se establece una moratoria de 50 años en la explotación de dichos recursos. Sin embargo, ni en 1959 ni en 1991 se contempló el turismo como una actividad económica en la Antártida y no se procedió a su regulación. Lo cierto es que el turismo se ha ido incrementando con los años, aunque ahora con la crisis ha disminuido. Hace 20 años se fundó una organización de operadores turísticos, la IAATO, que participa en las reuniones del Tratado Antártico y establece unas normas para el desarrollo de un turismo respetuoso con el medioambiente. En opinión de los defensores de la explotación turística de la Antártida que investigan los impactos del turismo, la parte positiva es que los turistas que viajan allí son personas con cierta sensibilidad por la naturaleza y se espera que transmitan sus valores. Sin embargo, el inconveniente más grave es que son muchísimas personas, pueden superarse los 31.000 turistas por temporada, concentradas en sólo 30 o 40 enclaves, lo cual lógicamente tiene un impacto negativo.
¿De qué modo afecta el turismo a uno de los atractivos de la Antártida como son los pingÁ¼inos?
Este es un tema controvertido. Hay estudios que describen que algunos pingÁ¼inos no vuelven a la colonia donde nacieron cuando son adultos, lo que ocurre al cabo de cinco años, si la colonia es visitada por turistas. Esto da lugar a que finalmente el tamaño de la colonia disminuya porque la muerte de los pingÁ¼inos más viejos no se compensa con la entrada de pingÁ¼inos jóvenes. Sin embargo, hasta ahora no se ha podido establecer una relación directa entre la disminución de los efectivos poblacionales, de la supervivencia de los juveniles o del éxito reproductor en las colonias, con la presencia de turistas. En cualquier caso, no hay que descartar que las molestias derivadas del turismo puedan suponer un impacto adicional a las consecuencias negativas asociadas al cambio global en la disponibilidad de comida o de lugares de nidificación, o el tamaño del hielo marino en las zonas de aprovisionamiento de la colonia.
Más allá del impacto en las colonias ¿Cómo puede afectar a los pingÁ¼inos la presencia de turistas?
En nuestro grupo hemos realizado un estudio para evaluar este impacto comparando una pingÁ¼inera muy visitada, con más de 5.000 visitas por temporada, con otra de acceso muy restringido, que ha recibido sólo 5 o 6 visitas en los últimos 50 años. Hemos medido dosis de contaminantes, en concreto metales pesados, y también variables fisiológicas como la respuesta inmunitaria, el estrés, la presencia de microrganismos asociados a presencia humana o las malformaciones eritrocitarias ligadas a la presencia de contaminantes. Lo que hemos encontrado es que las colonias más visitadas tienen más metales pesados, principalmente níquel y plomo, por la contaminación que introducen los barcos, y mayores niveles de malformaciones eritrocitarias como consecuencia de estos contaminantes. La respuesta inmune varía con la presencia de turistas y, curiosamente, en la zona más visitada los pingÁ¼inos tienen niveles más bajos de estrés. Esto se ha demostrado que es consecuencia de la habituación a la presencia constante de turistas, debido a que no es posible mantener niveles altos de hormonas de estrés durante mucho tiempo. Por tanto mostramos que efectivamente la presencia de turistas tiene efectos en los pingÁ¼inos.
Lideras un proyecto cuyo objetivo es evaluar los efectos del cambio global en las poblaciones de pingÁ¼inos. ¿Cómo ha surgido esta línea de investigación?
El proyecto persigue valorar el impacto del cambio global en las poblaciones de pingÁ¼inos de la Península Antártica, ya que es uno de los lugares del planeta donde se está produciendo un incremento más acentuado y más rápido de la temperatura. Los pingÁ¼inos tienen la ventaja del gran número de efectivos, representan el 80% de la biomasa de los vertebrados de la Antártida, lo que facilita mucho la investigación desde el punto de vista logístico, al tiempo que permite trabajar con elevados tamaños de muestra; también hay que mencionar la facilidad de su manejo. Además, al ser un ave marina nos proporciona información de lo que ocurre en el océano. Una de las ventajas de estudiar en la Antártida es que es un ecosistema relativamente sencillo en cuanto a la red trófica y facilita enormemente la comprensión de los procesos ecológicos, lo que no sólo permite un mayor conocimiento del propio ecosistema sino que ayuda a la comprensión de otros sistemas más complejos.
¿Cuáles son los objetivos concretos del proyecto?
La idea general es evaluar los efectos del cambio climático en la fisiología de tres especies de pingÁ¼inos antárticos: el pingÁ¼ino barbijo (Pygoscelis antarctica), el pingÁ¼ino de Adelia (Pygoscelis adeliae) y el pingÁ¼ino papúa (Pygoscelis papua). El proyecto se aborda desde tres perspectivas: una temporal, a largo plazo, que analiza específicamente los efectos del cambio climático; otra espacial, aprovechando las diferencias de temperatura existentes entre la zonas norte y sur de la península Antártica queremos estudiar cómo pueden variar algunas algunos aspectos de la fisiología de los pingÁ¼inos para extrapolar las consecuencias que tendría el aumento de la temperatura. Por ejemplo ¿qué ocurre con la respuesta inmune si aumenta la temperatura 2ºC? . Y finalmente, a una escala más fina, llevamos a cabo experimentos para conocer las interacciones entre diferentes aspectos de la fisiología de los pingÁ¼inos, como la respuesta inmune, y los parásitos y patógenos.
El cambio global influye en los ciclos biológicos de los pingÁ¼inos pero no parece afectar por igual a las distintas especies. ¿Cuál es el motivo de estas diferencias?
En la Antártida hay cinco especies de pingÁ¼inos y sólo dos son estrictamente antárticos: el pingÁ¼ino emperador (Aptenodytes forsteri) y el pingÁ¼ino de Adelia. Uno de los cambios detectados con el incremento de la temperatura es la disminución del hielo marino que se forma durante el invierno austral. Esta pérdida de hielo marino en la península Antártica tiene graves consecuencias, ya que es ahí donde viven las algas unicelulares de las que se alimenta el krill, la principal presa en la que se sustenta la red trófica en la Antártida. La abundancia de krill ha disminuido en los últimos 25-30 años y es la causa de la regresión de dos de las especies de pingÁ¼inos de la península Antártica, el pingÁ¼ino barbijo y el pingÁ¼ino de Adelia, que son muy dependientes de krill. Inicialmente se pensaba que el único pingÁ¼ino afectado sería el de Adelia, porque el barbijo al proceder de otra zona más templada, tendría menos querencia por el hielo, pero aunque al principio se vio que esto era así, la disminución del krill ha terminado por afectarle también. Por su parte, la otra especie que habita en la península Antártica, el pingÁ¼ino papúa o juanito, tiene una dieta más amplia y le afecta menos la disminución del krill, de hecho su población está aumentando. Este hecho nos ofrece un oportunidad muy interesante de estudiar especies con respuestas diferentes ante cambios ambientales.
La evolución del pingÁ¼ino emperador es más difícil de interpretar, ya que no vive en la península Antártica, sino en la parte continental, donde se da la paradoja de que hay una disminución de temperaturas y un incremento de la presencia de hielo. Esta especie cría en invierno cuando el mar está congelado. El macho incuba el huevo, mientras las hembras se alimentan a miles de kilómetros y vuelven al cabo de cuatro meses. Se ha observado que el incremento de hielo puede afectar a la vuelta de las hembras y dar lugar a desajustes que podrían disminuir el éxito reproductor.
¿Qué otros factores relacionados con el cambio climático pueden influir negativamente en la reproducción?
Otro aspecto que afecta negativamente a las poblaciones de pingÁ¼inos es que con el aumento de las temperaturas también puede haber un incremento de la precipitación y nevadas tardías y muy intensas, lo que puede provocar una pérdida reproductiva importante al cubrirse los nidos de nieve afectando al desarrollo de los huevos o de los pollos.
El aislamiento geográfico convierte a la Antártida en un laboratorio natural para estudiar la evolución. ¿De qué modo puede vuestro trabajo arrojar luz sobre aspectos relativos a los procesos evolutivos?
El cambio climático es una presión de selección muy rápida y muy intensa. Las predicciones actuales apuntan a que el incremento de la temperatura influirá en la distribución, abundancia y virulencia de parásitos y patógenos. Por tanto se espera que los organismos deban enfrentarse a cambios ambientales en un tiempo muy rápido, lo que constituye una oportunidad excelente para investigar la variabilidad adaptativa en tiempo ecológico, es decir a lo largo de una generación humana.
La Antártida está considerada como una de las zonas menos contaminadas del planeta, pero al parecer las últimas investigaciones sugieren que esa pureza ambiental no existe. ¿En qué medida le afecta la contaminación?
Es evidente que la Antártida es una de las zonas menos contaminadas del planeta, pero sí hay contaminantes, más allá de los metales pesados que pueden tener una fuente natural. Se han detectado contaminantes orgánicos persistentes como plaguicidas, retardantes de la combustión, etc. que proceden de otras zonas y han sido dispersados por el viento. Este es otro de los aspectos en los que está trabajando nuestro grupo y en el que hemos encontrado no sólo la presencia de dichos contaminantes en los pingÁ¼inos, sino en algunos casos con unas concentraciones especialmente altas. En cualquier caso, en el desarrollo de las actividades científicas en la Antártida se tiene un cuidado especial para evitar la contaminación y los residuos, con protocolos muy precisos. Aproximadamente somos 10.000 científicos los que trabajamos en la Antártida cada año y todos los proyectos de investigación están sometidos a una estricta evaluación de impacto ambiental.
¿Qué peculiaridades plantea el desarrollo de un proyecto de investigación en la Antártida?
La preparación de la campaña es muy rigurosa porque no se puede dejar nada a la improvisación ya que una vez allí no hay forma de conseguir el material que se haya podido olvidar. El tiempo meteorológico es determinante, ya que puede condicionar el desarrollo de las actividades planificadas y por ello es necesario tener previsto un plan B o C para desarrollar objetivos alternativos en caso de cualquier tipo de imprevisto. Un aspecto muy importante es la seguridad, en la Antártida no se corren riesgos porque su aislamiento restringe notablemente la capacidad de auxilio, es por ello por lo que es obligatorio pasar un estricto reconocimiento médico antes de iniciar la campaña. Una cuestión importante también es la colaboración internacional: en nuestro proyecto colaboramos muy estrechamente con investigadores argentinos del Instituto Antártico Argentino, lo que nos ha permitido realizar estancias en sus bases. En defintiva, el desarrollo de los proyectos depende no sólo de nuestro trabajo como científicos sino que existe toda una estructura alrededor que nos facilita el trabajo y la estancia en aquellas tierras. En este sentido, quiero señalar la colaboración del Ejército de Tierra, que gestiona la Base Antártica Gabriel de Castilla; de la Armada, que opera el Buque de Investigación Oceanográfico Las Palmas; de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC, que coordina la logística de la campaña, del Comité Polar Español, que se ocupa de la coordinación general de las actividades en las zonas polares y del Subprograma de Investigación Polar que lleva toda la coordinación científica. También, por supuesto, el Instituto Antártico Argentino y el personal de la Base Antártica Argentina Carlini.
Fuente: www.mncn.csic.es