EN LA GUERRA NO SE DESPARTEN CONFITES. Refrán sefaradí.
Faltaba este incruento conflicto para completar la ristra de acciones bélicas, belicosas o tildadas de ello, hostiles o depredadoras atribuibles a Israel. Después de que los ordenadores de Natanz quedasen para entregar al chatarrero por su peso en “rial” – calderilla que sólo vale en Caracas y La Paz-, tras el suave paseo del software Stuxnet por sus circuitos, ahora el dedo acusador lo dirigen los difamadores del Estado Judío, sus acusicas y detractores, sus enemigos en fin, hacia el Wikileaks y su propagador Assange. La consigna es no dejar nunca que su imagen aparezca límpida, tersa, pura y sin mancha. Por ello, aunque sea claramente una aserción inverosímil y absurda, ellos la presentan vestida para carnaval, pintarrajeada de verdadera. Basta con que la noticia sea aceptada y publicada por cualquier adalid de la prensa portavoz de peregrinas inquietudes o maldades para que en buena medida sea considerada creíble y hasta lógica, racional, deducible, concebible, explicable; siempre natural y razonable. Poco importa que los soldados caídos en la refriega sean amigos, vecinos o conocidos, porque la acción será de forma impepinable obra de los servicios secretos israelíes y, o de la CIA. El método de esta agresión por vía cibernética lo tienen claro estos “milicianos de la calumnia”, que curiosamente consideran usual: mezclar documentos verdaderos pero insustanciales con otros falsos. Método que les es familiar, por conocido, porque tan rápidamente lo identifican. Estas afirmaciones serían sospechosas si los pescadores de malas artes no nos tuvieran tan acostumbrados a sus discursos, siempre tan coincidentes con los de Mahmud Ahmadineyad, con sus análisis: ¿A quién beneficia los hechos? Huelga la pregunta. En el modelo para armar de estos “milicianos”, anexo a su programa de acción metodológica, siempre aparece Israel como acusado. Ahmadineyad dixit: El patrón de los documentos que circulan señalan a Israel, a EEUU y al imperialismo accidental como principales beneficiarios de ese bombardeo cibernético. Obviamente, si Israel, EEUU y el imperialismo occidental son los favorecidos, el enemigo que los enfrenta será el perjudicado. Con lupa en la mano, ¿quiénes pueden ser considerados como tales. ¿Irán?, ¿Venezuela?, ¿ambos?
El perro sarnoso del orbe, el leviatán, el Luzbel reencarnado, es la República Islámica de Irán, según Wikileaks. Escabioso e infecto para todos sus vecinos cercanos y lejanos, democráticos o no. Y para mí, aunque habría que añadir “asustado”, no por estos hechos aisladamente considerados, sino por la sensación de vulnerabilidad, de indefensión y desánimo que les ha dejado a sus dirigentes. Pero no era necesario el vendaval wikileaks para llegar a tal conclusión. Y es que, repito, están asustados, desde Ahmadineyad hasta el último miembro del Consejo de Guardianes. Por segunda vez en su historia, este régimen teocrático se ve zarandeado en un escenario mundial, se ve perdedor en una guerra no sangrienta y tal vez por ello no dominan. Han constatado su enorme inseguridad. De ahí que utilicen a su acólitos, a sus adláteres, y amigos de viaje asentados en la prensa occidental y bandas “progres” para, cual pistoleros beodos, disparar alocadamente sus dardos calumniosos. Advierten de una supuesta “persecución” que, según dicen, se les avecina desde los operadores wikileaks y del estricto control ideológico (¿) que estos preparan sobre Internet y los portales progresistas. Es decir, como en ruin monedero, se encuentran y asocian con el Islam; ligan, unen, relacionan y conexionan el islamismo, la teocracia iraní, con la nominal-progresía e izquierda desideologizada. Oyen tronar pero ignoran la ubicación de la tormenta, recordando sus reacciones a la falsa e histérica manía persecutoria del III Reich previa a la Shoá. Su inconsistencia analítica -por otro lado lógica- y contradictorio fraseado, les lleva a considerar Wikileaks, digo, un arma “del mundo anti-democrático y capitalista-burgués actual”, diseñada para atacar a la República Islámica de Irán y sus acólitos occidentales, para después afirmar cínicamente que ese libre flujo de información y debates en Internet ha generado en el propio seno de los diseñadores, ese mundo anti-democrático y capitalista-burgués, favorables estados de opinión a la eliminación física de Assange, por terrorista.
No ha encontrado Ahmadineyad hasta ahora en el affaire Assange referencia alguna a la autoría del ataque informático Stuxnet (él lo denomina gusano y no virus, para evitar contagio). A pesar de ello insiste en señalar a la Inteligencia militar del Estado Judío como la autora de la infiltración del malware en las redes de proveedores de material nuclear a Irán. Como es sabido, este “gusano” Stuxnet trastorna los ritmos de trabajo de las centrifugadoras, acelerando su velocidad de tal manera que terminan haciéndose añicos. Siempre según la paranoia iraní, a su calco y mal fin, la broma Assange, Wikileaks, utilizada hábilmente por el Mossad y la CIA, tendrá en las relaciones internacionales el mismo efecto que el virus anti-atómico ha tenido en las instalaciones nucleares islamistas. Hábilmente provista de documentos, falsos o verdaderos, ejercerán una constante dispersión de rumores y noticias previa a la descomposición generalizada de la confianza. Como enmarcado por Ahmadineyad, como calcado de su programa “Nuestro Objetivo: Destrucción del Imperio y del Sionismo”, en el que, como en un juego de video-consola, manejan, colocan y reubican acciones violentas, raptos, asesinatos, asesinos y víctimas, silenciando con absoluto cinismo que las manos ejecutoras son las de sus victimarios, sacerdotes asalariados o poseídos que, entre sura y sura, encienden el fuego, atan a las víctimas al ara y las sujetan para el posterior sacrificio en honor de un ciego ideario, de un irracional odio al judío y a la civilización occidental.
Haim.
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