Enero es, por definición, nefasto desde el punto de vista comercial, ya que el que tiene, guarda, porque gastó demasiado en diciembre, y el que no tiene, sueña con tener mientras ahorra de manera imaginaria a la espera de tiempos mejores por venir, de forma que ni por activa ni por pasiva, ni con las rebajas de por medio, se consigue sanear las cuentas de un mes que cae como una losa en los balances de los comerciantes, en particular, y de todas las empresas en general.
Sin embargo, si a las dificultades habituales del mes se le une una tasa de desempleo del 23% la situación se agrava hasta límites inauditos que provocan el pavor entre aquellos que viven del consumo directamente, porque todos vivimos de ello, aunque sea de manera indirecta, y empiezan a replantearse la esencia misma de su negocio y las posibles alternativas para escapar de la quema.
Pero las alternativas no deberían de pasar por la huida, sino por la innovación. Ser capaces de ofrecer algo diferente al cliente es la única solución para los negocios en crisis, porque no se puede intentar mantener modelos de negocios ineficaces e ineficientes, que ya han sido superados hace mucho tiempo por las grandes superficies, de una capacidad muy superior al pequeño comercio.
Meses como el que mañana cerramos, deberían de servir para que los pequeños comerciantes comenzaran a descubrir alternativas comerciales viables, incluyendo un valor añadido a sus productos, más allá del servicio directo y familiar, y encontrando nuevos canales de venta, como, por ejemplo, Internet, antes de acudir a la solución más habitual, y la más dolorosa, como es la de echar el cierre a su comercio.
Abrir la mente a nuevas posibilidades, a pequeñas innovaciones que diferencien, a ofrecer al cliente lo que demandan y no lo que creemos que pueden demandar, son las ventanas que se abren en el horizonte, porque cuando se lucha contra algo más fuerte sólo queda utilizar la astucia y la inteligencia.