La escasez de voceros científicos confiables y diversos socava la capacidad de los periodistas de responder a los retos del desarrollo.
Al revisar la agenda del primer Foro africano de ciencia, tecnología e innnovación realizado en Nairobi, Kenia, del 1 al 3 de abril, recordé mis inicios en SciDev.Net.
El equipo tiene la costumbre de abordar al nuevo personal en el almuerzo y preguntarle asuntos personales, poco convencionales. Recientemente, me tocó ser el centro de esta iniciación, cuando me pidieron compartir una frase que me inspire con frecuencia.
En ese momento, me sentí abrumado por tener que escoger. Sin embargo, en las semanas transcurridas desde que me uní al equipo, he pensando con frecuencia en el asunto, pues estamos en un momento en que a la comunidad de ciencia y desarrollo le vendría bien un poco de inspiración.
Tomemos la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible (Río+20), que debe ser un compromiso renovado con el desarrollo sostenible. Muchos temen que fracase, y que dado el estado crítico del planeta, ya sea demasiado tarde.
El sector del periodismo científico también requiere inspiración, acosado como está por su propia crisis. Pocas profesiones han sido tan gravemente afectadas por Internet como el periodismo. Sólidas casas editoriales se han tenido que reestructurar, editorial y operativamente, para salir a flote. Y la ciencia, al igual que la cobertura de asuntos internacionales, con frecuencia ha sido un hecho fortuito.
De otro lado, el público y los investigadores se quejan de la inadecuada formación de los periodistas. Y existen pocos ejemplos de cómo se está usando la innovación tecnológica para un diálogo entre científicos, profesionales de la comunicación y el público, ciertamente mucho menor si se compara con las industrias del arte y la ‘cultura’.
Sin embargo, el punto de inspiración es dinamizarnos con la vision de que es posible, y de que hay algunas tendencias prometedoras para los medios. Específicamente, hay signos de un aumento en la demanda del periodismo científico.
Signos de renacimiento
Un número creciente de investigadores está consciente de la importancia de comprometer a los generadores de políticas con sus trabajos. Por ejemplo, el gobierno del Reino Unido aumentó recientemente el valor que se asigna al impacto en el mundo real al determinar los niveles de financiamiento para las instituciones de investigación.
Ahora es un lugar común encontrar conferencias científicas con sus propias etiquetas (o hash tags) en Twitter. Las redes sociales han posibilitado que sea más fácil para los periodistas y el público atraer a los científicos que están listos para el reto.
Y desde la Primavera Árabe hay esperanzas para los periodistas científicos: el gobierno egipcio ha establecido como prioridad la investigación científica y se favorece ampliamente que en la nueva constitución del país se incluya una sección sobre el papel de la ciencia y tecnología en la construcción de la nación.
También hay un creciente apetito entre el público, por lo menos en los países en desarrollo, de más periodismo científico. Una reciente encuesta en Senegal reveló la inquietud del público ante el bajo nivel de las noticias científicas. Una encuesta más grande, realizada entre la audiencia del Servicio Mundial de la BBC, indicó que este sentimiento no es exclusivo de África.
Los periodistas necesitan buenos científicos
El mercado, ¿estará en capacidad, en el tiempo, de satisfacer las necesidades de la audiencia con periodistas científicos calificados? Esta creencia se pierde en un cuadro más complejo.
Aquí es donde el Foro de África interviene. Los rumores y temas de agenda que son familiares para quienes siguen los preparativos de Río+20 son menos obvios aquí.
En su lugar, la agenda estuvo centrada en los mercados laborales, el empleo juvenil y la escasa inversión en el sector tecnológico. La conferencia determinó las fallas de gobernanza y mercados que inciden en la médula del periodismo científico en los países en desarrollo.
La preocupación dominante del Foro Africano parece ser la escasez en el continente de científicos altamente calificados. Esto comprometería la capacidad de los periodistas científicos para responder a los retos de nuestro tiempo.
¿Cómo sabemos que la ciencia de calidad es escasa? En 2001, solamente el 2,3 por ciento de las publicaciones científicas de todo el mundo fueron de científicos que vivían en África, según la UNESCO (ver Figura 1). En comparación, los autores de Europa occidental y Estados Unidos representaron más del 50 por ciento.
Una década después, encontrar científicos de los países en desarrollo en este cuadro sigue siendo un problema, y para ello solo se necesita mirar la lista de delegados asistentes a conferencias como El Planeta bajo Presión.
La baja representación conduce a su propio ciclo de bajo rendimiento y poco financiamiento, pues los científicos necesitan comunidades afines para aprender y ser cuestionados.
Junto a esta baja representatividad están las realidades políticas que a menudo encaran los científicos residentes en los países en desarrollo. Un periodista independiente que trabaja en Ghana me contó hace poco que la autocensura entre los científicos es quizás la mayor amenaza a su medio de vida.
Esto no es exclusivo de África occidental. La verdad es que en lugar de manipular los resultados de su investigación, como afirman los escépticos del cambio climático, los científicos se inclinan mayoritariamente a permanecer —o mantenerse— en silencio.
El poder de la imaginación
Tener voceros más confiables y diversos en la ciencia ofrece mucho más que trabajos sostenibles para los periodistas de los países en desarrollo: es esencial para el bienestar local y los bienes públicos globales.
Por lo tanto, ¿qué podemos hacer para fomentar la pluralidad de voces científicas? Quizás los periodistas y los medios podrían tratar de suministrar inspiración.
Tenemos que mostrarles a los estudiantes y a quienes tienen el control de acceso a la ciencia lo que se puede hacer, demostrándoles el valor de la creatividad y el rigor.
También necesitamos que se comprometan a proporcionar plataformas para las voces talentosas donde sea que estas surjan. Ello requiere una combinación serena entre la vigilancia de dichas voces y las expectativas inflexibles, porque la buena voluntad no es excusa para la mala ciencia.
Esto me lleva de vuelta a mi frase de inspiración preferida. Es la del dramaturgo irlandés George Bernard Shaw y funciona en los niveles sectorial, institucional e individual: “la imaginación es el principio de la creación. Imaginas lo que deseas, deseas lo que imaginas y al final, creas lo que deseas”.
4-abril-2012
Nick Ishmael Perkins
Director, SciDev.Net