Está reflejado en este artículo de Mark de Zabaleta. La espiral de recesión es el camino de la UE para salir de la crisis. La rebaja de los salarios es peligrosa por la merma supuesta en el consumo de todas las economías de la Unión Europea que ponen en práctica la misma salida. Pero, entre los miedos suscitados, se han levantado algunos sobre la intervención del Estado y se ha puesto de manifiesto el papel en la crisis de éste. El problema es que pagan justos por pecadores. Los Estados han actuado mal, por supuesto, pero no por meter mano en el sector en el sector privado si no por liberalizarlo en exceso. Ahora bien, no es reducible la cuestión a un simple norma de grado de intervencionismo-liberalismo ya que, son las actuaciones concretas las que marcan las consecuencias y no la etiqueta impuesta sobre ellas. Es cierto, en algunos sectores se puede pecar de intervencionismo y recordamos el reciente caso de Spanair y su quiebra. En otros es al contrario como sucede con los bancos que se han marchado a la dimensión de los intocables: siempre ganan.
Entonces, se cierne sobre nosotros el sesgo de las ideologías guiadas más por las etiquetas que por los análisis de costes/beneficios racionales. Cuando se oye hablar de intervención del Estado, el liberal presupone el fracaso de la operación o un obstáculo a las empresas y, al contrario, en los oídos de los socialistas. Ninguno de los dos es cierto porque siempre es un depende. Las soluciones simples, como son las recetas liberales, resultan poco pero siempre se escudan en la intervención de los Estados cuando hay algo mal y, por tanto, parecen irrefutables. Las tendencias socialistas, hoy día, no se dónde han dejado los culpables porque no los dicen de forma clara pero, si alguno nombran, son los opacos mercados -que no son el enemigo-. Bueno, cada cosa en su sitio, y los mercados es quien financia los excesos de los gobernantes con las cuentas públicas, por tanto, no son el enemigo pero, claro, hay que pagar y el que contrae deudas es responsable de saber las posibilidades del Estado y de vigilar del estado de las mismas.
La idea harto dañina de gastar por gastar sin problemas la oigo de boca de políticos de la izquierda como los de Izquierda Unida. Incluso en estos tiempos proponen incrementar la inversión pero, su propuesta carece de responsabilidad con los acreedores de las deudas y el dinero que cuesta. Dicen que no creen en los techos de gasto pero me explicarán la sostenibilidad de un Estado si no tiene límites en sus gastos. Deben solucionar este agujero en sus propuestas para que sean creíbles. Porque el resto si es plausible, puedes hablar de redistribución, de banca nacional incluso pero todo, siempre, entre las posibilidades del Estado. Esta idea ha sido la norma y bandera de la socialdemocracia europea y se ha resuelto con un problema de magnitud incalculable en tiempo y dinero. Las pretensiones de ser rico o más rico de lo que se es no eran necesarias para un Estado garante del bienestar pero se olvidó la modestia.
La idea igualmente perniciosa de lo privado siempre es mejor también es errónea. Porque hay sectores donde el sector privado no es eficiente, como es la educación o la sanidad o la investigación. En Nada es Gratis se argumentaba desde la teoría económica sobre esto. Si tú no estandarizas los exámenes como los de la selectividad en los cursos de la ESO o del bachillerato, las notas serán relativas y los institutos privados tienden a inflar las notas con fin de, valer la inversión de los padres y así sus alumnos tener mejor expediente, otros, sin embargo, tienden a disminuirlas para gozar del prestigio de la alta exigencia y excelencia. En cualquier caso, hay incentivos con que distorsionar los resultados académicos. La única forma de salir de dudas es la estandarización de los exámenes de fin de curso. No hay tú tía ahí, todos se miden por igual. En este sentido me gustaría destacar la educación sueca, finlandesa y danesa, casi entera pública y entre las mejores del mundo para desmentir eso de que, en España, al ser pública es mala. La investigación es un caso, también, fácil de explicar. La investigación de las empresas es siempre parcial y evita las investigaciones de interés general que no generan plusvalías; por ejemplo, en sanidad, tienen los incentivos perversos de crear fármacos hasta cuando no es útil o la mejor opción porque sí es la más rentable. Esto se evita con investigación por el Estado y eso lo han comprendido todos los Estados europeos salvo España, Italia y Grecia -¡qué causalidad!-. Todos invierten más en inversión pública que nosotros, la media se sitúa en el 2,3% del PIB en la UE (Finlandia gana con el 4%).
Si hemos entendido bien, la lucha de lo privado con lo público se salda en que cada cual tiene su territorio y, por cierto, introduzco el dato que, en sectores, en muy beneficioso que lo público y lo privado convivan en competencia porque cuánto mayor sea el nivel de la sanidad pública mayor será el de la privada con tal de atraer clientes, igual con la educación. Luego hay sectores muy dudosos -cuando no lo son todos- pero, en especial, ¿debe haber banca pública? Según las ideologías de la izquierda sí; según la derecha no; según los liberales, jamás; según la socialdemocracia, tampoco aunque toleren mejor la idea. Está claro que es una idea marginal pero casi todo el mundo se queja de los bancos y se nos antoja la medida como utópica. Bueno, no es así, sucede que, simplemente, no interesa a los bancos y es una aberración contra el libremercado, la ideología económica imperante. Por mi parte, a veces puede ser beneficioso su existencia, en otras ocasiones no lo es. Todo depende de cómo se organice el sector bancario en la economía. Si la competencia es buena, no hará falta y, es más, podrá ser un lastre la banca pública pero cuando la competencia entre los bancos es disfuncional, puede ser un revulsivo a la economía. En el caso concreto actual, estaría de acuerdo, porque los bancos no prestan, es un hecho. El banco nacional sirve como incentivo a rebajar los intereses de los préstamos al ofrecerlos sensiblemente más bajos que la competencia, de manera que, el resto de los bancos privados ha de rebajar sus pretensiones para poder competir ¿Competencia desleal? No procede, porque hay una disfuncionalidad manifiesta en la economía y el interés general se supedita a las acciones del sector financiero.
Al final ¿el problema es de los estados y de su deuda irresponsable? Pues sólo una parte. España no posee una deuda aun todavía demasiado abultada pero la mala prensa ha hecho creer lo contrario. Hay, no obstante, que ajustar con el tiempo los presupuestos pero ni se precisan de la velocidad ni del imperativo categórico de la UE. El cambio de ‘chip’ en los gobiernos no ha de desviarse porque, ahora, no se convierta, público=gasto innecesario y déficit y privado=eficiente. Lo cambiable es el no tener en cuenta los presupuestos ni su sostenibilidad, se sea de la ideología que sea.