No son buenos tiempos. Parece como que los dioses, pasan por esos días difíciles y descargan sobre nosotros, los mortales, una lluvia de penurias y vergÁ¼enzas.
Un poco –o muy-, aletargados por los golpes, tratamos de seguir adelante con nuestros deberes diarios: llegar al trabajo en hora, cuando se lo tiene; tratar de comer algo al mediodía, cuando se puede; volver a nuestras casas y tratar de no aparentar estar demasiado afligidos o maltrechos, lo cual es difícil y más, luego de ver el telediario.
La noche se asume en el silencio, de espaldas y entre suspiros.
¿Pero qué hay de nuevo? Nada. Ha cambiado la velocidad en la difusión de las noticias, pero en esencia nada. La tele es ahora digital y el móvil se ha convertido en un fetiche, mas entre los dioses y nosotros, la misma distancia.
Claro que ahora sabemos que Zeus, Dios de los Dioses, haría el papel de un pobre infante, apenas travieso, al lado de los actuales dioses del dinero, esos que manipulan las «agencias calificadoras».Una breve llamada desde su móvil -tal vez mientras ojean un diario en la limusina- y aumentan los asesinatos y los suicidios, comienzan a morir de hambre cientos de miles de personas en Asia o en África y se llenan de angustia otros cientos de miles, o cientos de millones por otros continentes.¡Menudo poder!
Existe, al parecer, una conección con el cielo porque, curiosamente, uno de los mayores evasores que sufre el Estado heleno, es la Iglesia, intocable para la derecha (naturalmente), pero también para la «izquierda», si es que remotamente le quedara algo de izquierda a la socialdemocracia griega.
Prometeo Garzón, por su parte, enfrenta la ira de los autoinvestidos dioses franquistas, arropados por veteranos sacerdotes (con las sotanas extrañamente salpicadas de una substancia blancuzca.); Garzón, que osó ayudar a los hijos de los héroes de Hispania, con el fuego de la búsqueda de los cuerpos desaparecidos de sus mayores; Garzón, que señaló a los -para nada divinos- corruptos y tramposos señores de bienes mal habidos.
Nada hay de nuevo bajo el sol entre Madrid y el Olimpo. El poder avasalla la justicia. Mientras, el Novel de la paz hace la guerra en varios frentes, los empleados públicos griegos ayudan a pagar la deuda contraída por sus gobiernos con la rebaja de sus sueldos y las empresas petroleras contaminan otro mar. Federico morirá otra vez, antes de que aparezcan sus huesos. Todo, bajo la temerosa y cobarde mirada de los apagaincencios, de aquellos que llegaron a los más altos puestos de la administración, prometiendo un día ser prometeos.