(Á‰ste es el fragmento de una conversación que nunca podrá emitirse por carecer de nihil obstat)
«El judeocristianismo es la mayor catástrofe de la historia universal»
Sánchez Dragó.- ¿Quién fue el Jesús histórico?
Jesucristo.- Un predicador y sanador galileo de escasa importancia que no consiguió ser profeta en su tierra. Había muchos por aquel entonces en lo que ahora se llama, según se mire, Palestina o Israel.
S. D.- ¿Quién fue el Jesús del Dogma y de la Iglesia?
J.- Un ente de ficción inventado a posteriori por los filósofos gnósticos sobre la falsilla de lo que el mitólogo Joseph Campbell ha bautizado con el remoquete de héroe de las mil caras y posteriormente descodificado y reconstruido por los cristianos literalistas para arramblar con el santo y la limosna de las religiones mistéricas del Imperio Romano, por una parte y -por otra- para engañar, controlar y explotar a las pobres gentes del Mediterráneo.
S. D.- ¿Sólo del Mediterráneo? ¿No es o pretende ser la Iglesia una institución ecuménica?
J.- Eso vino luego. Las multinacionales terminan siempre en proliferación cancerosa y la avaricia, como es sabido, no admite límites que impidan que se rompa el saco.
S. D.- ¿Quiénes eran los «héroes de las mil caras»?
J.- Osiris, Diónisos, Baco, Attis, Mitra, Marduk, Adonis, Buda, Krishna, Quetzalcoatl… Una historia que se repite siempre, en todas partes y en los mismos términos, y que da pie a los cultos mistéricos de aquí, de allá y de acullá. Los pormenores (y los portentos) de ese relato tienen que interpretarse en clave simbólica, nunca literal.
S. D.- ¿A qué portentos te refieres?
J.- A los milagros, a la virginidad de mi madre, a su inmaculada concepción, a los revoloteos del Espíritu Santo, a la Resurrección, a la Ascensión, a la Asunción… O sea: a todo, absolutamente todo, lo que hay de sobrenatural en las Sagradas Escrituras.
S. D.- ¿Por dónde anduviste y qué hiciste en los largos años de tu vida oculta?
J.- Viajé por Egipto y allí fui iniciado en los misterios de Osiris. Viajé a la India, estuve en Benarés, en Puri, en lo que hoy es Ladakh, y allí fui iniciado en los misterios del shivaísmo, del tantrismo y del budismo.
S. D.- ¿Qué sucedió luego?
J.- Regresé a Galilea, intenté transmitir a sus gentes lo que a lo largo de mis viajes había aprendido, no se me entendió, fracasé, soporté vejaciones y persecuciones de toda índole, salí de ellas con vida y, al cabo, decidí regresar a la India y pasé allí el resto de mis días.
S. D.- ¿Qué son el Antiguo y el Nuevo Testamento?
J.- El fruto de una impostura.
S. D.- ¿Quién la perpetró?
J.- El miedo a la libertad que anida en el corazón del hombre. Pero son los sacerdotes de las diferentes Iglesias quienes se encargan de canalizar ese miedo, de organizar las liturgias que le rinden culto, de propagarlo y de manipularlo en beneficio de sus turbios fines.
S. D.- ¿Qué hay de cierto en los Evangelios?
J.- Nada.
S. D.- ¿Nada?
J.- Nada. Ni una sola línea, ni un solo hecho, ni un solo dato. Lo que en ellos se cuenta es, a veces, y en el mejor de los casos, puramente simbólico, no histórico.
S. D.- ¿Podrías demostrar científicamente lo que acabas de decir?
J.- Sí. Ya lo he hecho en la «Carta de Jesús al Papa» que tú mismo te has encargado de transcribir.
S. D.- ¿Existe un dios creador del mundo y separado de él?
J.- No. Existe la ley natural, la Fuerza, la Energía, lo que en Oriente se llama «ki» y en Occidente «anima mundi», la evolución del universo hacia formas de vida cada vez más complejas. El alma sería una de ellas.
S. D.- ¿Es inmortal el hombre?
J.- Puede serlo. Depende de lo que haga a lo largo de su vida con los talentos de que dispone en el momento de encarnarse y de reencarnarse.
S. D.- ¿»Reencarnarse» has dicho?
J.- Sí. El «karma» es la ley general del universo. Una sola vida no basta para aprender todo lo que la experiencia del mundo denso puede enseñarnos.
S. D.- ¿Qué es la Iglesia?
J.- Ya lo he dicho: una multinacional… Pero una multinacional que juega a la Bolsa y que, por lo tanto, antes o después perderá su patrimonio.
S. D.- ¿Cuándo sucederá eso?
J.- Está sucediendo ya. La gente se despierta. El Vaticano tiene los días contados, aunque su cadáver, por voluminoso, será difícil de enterrar.
S. D.- ¿Quién es Wojtyla?
J.- Un sacerdote más que está en el secreto de la antigua farsa y que hace todo lo posible para evitar que la techumbre del templo se desplome sobre su cabeza.
S. D.- ¿Qué es el judeocristianismo?
J.- La mayor catástrofe de la historia universal.
S. D.- ¿Por qué me escogiste como escriba de tu carta?
J.- Porque sé que no sueles mentir, porque llevas muchos años buscándome e imitándome, porque careces de religión y de ideología, porque tienes conocimiento de los asuntos que en mi epístola se tratan, porque no crees en nada que no pueda y deba ser personalmente verificado, y porque eres lo suficientemente impávido como para no arredrarte ante lo que se te viene encima.
(Artículo aparecido en Generación XXI)