Nuestro amigo el jeque
Hace un par de décadas, cuando el Presidente Bush le exigió al emir de Qatar que tratase de moderar el discurso antioccidental de la cadena de televisión Al Jazeera, el prÃncipe le recordó al inquilino de la Casa Blanca que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica consagraba la libertad de expresión. Y que él, monarca de un pequeño principado del Golfo Pérsico y… dueño de la popular emisora, no harÃa nada para acallar a los redactores de la cadena, periodistas palestinos, jordanos o sirios afincados en el emirato donde, al parecer, soplaban vientos de cambio.
Al Jazeera acompaño, pues, a la opinión pública árabe durante la toma de Kabul por las tropas de la coalición liderada por los Estados Unidos, durante la guerra de Irak y la ofensiva israelà contra la Franja de Gaza, durante los movimientos reivindicativos que desembocaron en las llamadas “primaveras árabes†y la mal llamada intervención “humanitaria†de la OTAN en Libia. Hoy en dÃa, Al Jazeera informa puntualmente sobre los trágicos acontecimientos de Siria. Su innegable popularidad le ha permitido abrir un canal en lengua inglesa, destinado a ofrecer una opinión alternativa sobre la actualidad en tierras del Islam.
«Qatar es, ante todo,
uno de los paÃses más ricos del planeta.»
Mas junto a este arma, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani, monarca de Qatar, emplea otros métodos de persuasión. Huelga decir que no se trata siempre de actuaciones diplomáticas. Curiosamente, sus vecinos saudÃes le acusan de utilizar sus riquezas para fomentar campañas de protesta, que podrÃan desestabilizar el régimen wahabita. Los “moderados†de la Liga Ãrabe le echan en cara su insistencia a la hora de reclamar el envÃo de armas a los militares sirios rebeldes o de barajar el posible (por ahora, hipotético) envÃo de un contingente militar árabes al paÃs de los omeyas.
Lo cierto es que el hábil juego polÃtico del qatarà le permite contar con aliados tanto en las filas de los radicales islámicos de Hamas y Hezbollah como en el seno del Gobierno israelÃ. ¿La clave? Qatar es, ante todo, uno de los paÃses más ricos del planeta. En 2011, el emirato registró una tasa de crecimiento del 18,7 por ciento. En PNB per cápita es de 102,700 dólares. El emirato ocupa, pues, el segundo lugar en la lista de los Estados más prósperos del mundo. De hecho, sus reservas de gas natural y de petróleo parecen… inagotables.
Pero el jeque al Thani no es sólo un buen gestor de la bonanza del emirato. El pasado año, el qatarà invirtió más de 30.000 millones de dólares en las economÃas occidentales. En Europa, la familia principesca controla un 20 por ciento de las acciones de la compañÃa Volkswagen, un “modesto†7 por ciento del banco británico Barclays, la cadena de supermercados Sanisbury y los grandes almacenes londinenses Harrods.
Tampoco faltan en este cuadro de caza del jeque los torneos de tenis o de golf, la financiación directa de grandes clubs deportivos, el deseo de organizar el campeonato mundial de fútbol y, ¿por qué no? los Juegos OlÃmpicos de 2022.
¿La oposición? Aparentemente, inexistente. El principado está gobernado por una familia – los Al Thani – a los que se suman los parientes de la esposa del emir, la princesa Mozah, quien dedica la mayor parte de su tiempo a la puesta en marcha de multimillonarios programas educativos. Sus interlocutores internacionales son las Universidades de Cornell y de Georgetown, conocidas por su afán de excelencia.
Aún asÃ, hay quien acusa a los Al Thani de apoyar o de aprovecharse del descontento que reina en el mundo árabe para afianzarse como una de las dinastÃas más pudientes y más estable del Islam. La familia principesca trata de ofrecer una imagen amable, de gente moderna y tolerante.
Nada que ver con los déspotas cuya caÃda celebraron estos últimos meses las cancillerÃas occidentales. Una imagen que agrada al inquilino de la Casa Blanca, gusta en el número 10 de la Downing Street, parece más que apetecible o aceptable para los polÃticos europeos que buscan desesperadamente “mecenas†dispuestos a hacerse cargo de la financiación de la deuda de sus respectivos paÃses.
Pero subsiste el interrogante: ¿es el jeque Al Thani un verdadero, un desinteresado filántropo?
Adrián Mac Liman
Analista polÃtico internacional