¿Tiene credibilidad el compromiso de alto el fuego del régimen?
–Inmerso en esta crisis de gran magnitud y en lugar de hacer lo correcto y escuchar las exigencias legítimas de su pueblo, Asad ha decidido desafiar al mundo con la amenaza de que no hay otra opción que la de aplastar a hombres, mujeres y niños desarmados. Así, el hombre que se definía a sí mismo como un líder moderno ha elegido convertirse en un dictador tan cruel como su padre. Es difícil pensar que un compromiso de esa naturaleza sea cumplido por un régimen que se ha inclinado por la violencia indiscriminada.
¿Trata de ganar tiempo con las negociaciones?
–El curso que han tomado los hechos en Siria hace que cada día que transcurre parezca técnica y prácticamente imposible que Asad pueda mantenerse en el poder por mucho tiempo más. Está claro que el Baas ya ha perdido, pero el tiempo que les demande interiorizar esa realidad será el más costoso hasta la hora de su final.
¿Hay que reforzar la ofensiva diplomática?
–El régimen ha demostrado que no entiende de diplomacia y ha incumplido todas y cada una de sus promesas. En el actual estado de cosas, Asad sabe que si descomprime cae de rodillas ante los sublevados, que se lo cargarían fácilmente. No es Gadafi y no repetiría esa situación de Libia y no tiene por qué hacerlo, pues los mandos de sus fuerzas armadas son alauíes leales.
¿Estamos ante una guerra larga?
–En general, el conflicto regional suní-chií-alauí se profundizará y puede adquirir formas de confrontación mucho más dramáticas en Siria si el régimen pretende mantenerse en el poder, pero esto no es nuevo, ya que este cisma ha sido la principal característica de la realidad del Oriente Medio islámico desde la muerte del imán Hussein en el año 680 d.C.
