No hay en España una sola persona contenta con la dictadura presente y su disfraz democrático a no ser que cumpla una de estas condiciones: ser rico, político, banquero, obispo, o niño de pecho. La gravedad de la situación motiva la extensión de este artículo.
Los que criticamos el presente modelo de gobierno creemos que el voto no garantiza el buen funcionamiento de los pueblos. No hay más que ver lo que nos está pasando. ¿Cuál es entonces el dilema? ¿Dictadura militar? ¿Dictadura de los mercados financieros y sus ricos banqueros?.. ¿O existe un tipo de democracia que no hemos experimentado todavía? Se trata de analizar esto.
El análisis revela lo deficiente que resulta la actual forma de gobierno que ha usurpado el nombre de Democracia, porque si bien garantiza el voto para elevar al poder a los políticos, no garantiza en cambio el derecho de los votantes a corregir sus actuaciones por contrarias que sean a la voluntad general de la población y por más que esta manifieste de muchas maneras que no es eso lo que votó y que ha sido engañada una vez más y se rebela contra tanta mentira.
Usted vota hoy a un político en cuyo programa incluye el NO a la guerra, o la salida de la OTAN, por ejemplo, y mañana, ya ganador, firma el decreto que envía soldados a un país en guerra o nos amarra a la organización militar, como ha sucedido. Usted vota a un candidato que dice estar a favor de las energías limpias y mañana le está firmando el permiso para poner en marcha una nuclear o aumentar los años de funcionamiento de las existentes, por más riesgos que eso suponga. Usted vota a un político que le dice que creará empleo y traerá bienestar, y al día siguiente dicta normas que destruirán empleo y bienestar. Esto es ahora mismo lo que sucede en España, Italia, Grecia, Portugal, las viejas compañeras de fatigas que han tenido que soportar regímenes fascistas y lo que eso significa después: un estudiado continuismo político bajo otras formas externas y miedo del pueblo a “salirse del guión”. O si no, observen.
(Eso, sí: todo será ampliamente justificado, y demasiados -todavía -llegarán a pensar que había que hacer eso, aunque en principio se mostrasen en contra o desconfiaran). Los gobiernos tienen siempre la libertad de expresión asegurada y poderosos medios de comunicación para persuadir y engañar. ¿Y nosotros, el pueblo? Existe la libertad de expresión, pero ¿cuántos periódicos y televisiones son del pueblo? Además también existe la libertad de un medio informativo para rechazar críticas demasiado fuertes contra el gobierno o el capitalismo que lo sostiene especialmente si el medio pertenece, como sucede de hecho, a un fabricante de armas cuyas exportaciones se consideran necesarias para la nación, en opinión del gobierno.
En este punto ¿quién debe determinar lo que es bueno para la nación? ¿La clase política? Entonces tenemos partidos, votos, democracia formal –que es hoy dictadura real- donde del pueblo solo interesa el voto que sirve al Poder para justificarse con la legalidad y convertido en un cheque en blanco para los políticos que determinarán lo que conviene o no al país, opine el país lo que quiera. Pero si fuese el pueblo quien determinara lo que es bueno para la nación, que es lo normal, entonces estaríamos ante otra clase de democracia, ante una democracia representativa que aún deberemos conquistar, puesto que nadie nos la va a regalar. De eso no caber duda alguna.
Y mientras lo pensamos, ejércitos de expertos en el control, manipulación, y represión de la voluntad popular manejan y secuestradores de la información de lo que ocurre realmente se cruzan datos para que esta dictadura real que es la de los ricos y sus instituciones financieras predomine sobre la voluntad popular que busca la justicia, el hacerse oir y el que se tome en serio lo que demanda en lugar de recortar sus derechos sociales, mermar su bienestar, restringir sus libertades, empobrecerle y reprimirle con los uniformados cuando supera su miedo y desesperado ante las injusticias que tiene que soportar se echa a la calle…
Con las aportaciones de todos los que somos parte del pueblo debemos aproximarnos a concebir otra forma de entender la organización financiera y las relaciones sociales de producción y distribución que han de ser transformadas para hacer posible la democracia real, tan distinta de esta que amenaza nuestras vidas con el disfraz de democracia y que no es otra cosa que la dictadura más sutil que el capitalismo ha concebido para apoderarse de nuestros bienes y controlar nuestras existencias hasta lo intolerable. Para evitar que tal cosa suceda no tenemos más armas que nuestra unidad y un objetivo compartido y una vez conseguidos ambos tomar los acuerdos que creamos pertinentes. La monja Teresa Forcades – la misma que mostró la estafa de la gripe aviar -ha propuesto en la televisión catalana una huelga general indefinida. Una idea que ni los sindicatos españoles que se dicen obreros y se hallan realmente vendidos al gobierno y a la patronal proponen ni en forma reducida. Pero más allá de eso se trata de tener una meta común y un modelo de acción.
El movimiento 15-M es un buen modelo de unidad de acción pacífica y de ejercicio democrático que ha sabido mirar por encima de los políticos y los sindicalistas que esta crisis ha desenmascarado ante los sectores sociales que se ven desamparados por ellos.
Con su actitud, los que están en el lado del 15-M han marcado una dirección que de seguirla colectivamente podemos hacer que cambie de manos lo que tan sólido parece -el poder y el dinero- y que no es más que un espejismo, porque nosotros somos el 99 por ciento, y ellos, los ricos y poderosos, son el miserable resto. ¿Qué pasaría si tomamos conciencia colectiva de nuestra superioridad y decidiéramos pacifica y resueltamente demostrarla? O Por el contrario, ¿qué pasará al final si dejamos las manos libres a ese uno por ciento para que tome nuestras vidas por asalto como está ocurriendo? ¿Cuál es el límite? Aún no hemos llegado. Aún no nos han dicho lo que nos espera de seguir así. Si no peleamos pacíficamente por nuestros derechos, al ritmo con que van siendo mermados llegará un día que no tengamos ya derechos que reivindicar.
LA DEMOCRACIA NOS PERTENECE
No pasa un solo día sin que nuevos nubarrones de recortes en derechos sociales y bienestar emane de los bancos parlamentarios de uno u otro de los países europeos, y todos en la misma dirección: contra el pueblo, o, si lo prefieren, contra “los de abajo”.
Siendo que el sistema parlamentario se supone que representa los intereses populares, resulta evidente que no puede ser que nos represente mientras arrasa nuestra economía y nuestro bienestar. Por tanto solo podemos concluir que estamos sufriendo un engaño mayúsculo, un espejismo democrático al que debemos hacer frente con la realidad. Tenemos que hablar de democracia real por oposición a la democracia ficticia que padecemos. La democracia real es la que nos pertenece. La otra, la que soportamos, solo pertenece a banqueros, curas y multinacionales.
¿EN QUÁ‰ CONSISTE UNA DEMOCRACIA REAL?
En que los ciudadanos, a través de sus propias organizaciones existentes y de las que pudieran crearse por la dinámica social, se estructuren, organicen, coordinen y nombren representantes municipales, provinciales, nacionales, sean o no miembros de partidos o sindicatos. Basta con que hayan sido elegidos en sus barrios, en sus municipios, en sus asociaciones gremiales o profesionales. Como es natural, esto exigiría una dinamización social importante y un acercamiento entre sí del mayor número de personas en los sectores económicos, sociales, culturales y profesionales para establecer plataformas de acción coordinadas. Esto se está haciendo ya en parte a través de las asambleas promovidas por el movimiento 15-M, que son tanto un embrión experimental de esa democracia que nos pertenece como un ensayo de la propia capacidad del pueblo para aclarar sus necesidades, exponerlas y ponerlas en común sin líderes del sillón fijo, sin violencia, sin particularismos y sin burócratas de ningún tipo. El caso es que la gente tiene que ser escuchada y sus propuestas tomadas en serio, porque son las gentes quienes pagan a los administradores, y estos son sus servidores, y no al revés. Porque al revés es dictadura, que es lo que tenemos: una dictadura global de los mercados con la complicidad de los políticos. Todos ellos no cesan de edificar muros.
DESPUÁ‰S DEL MURO DE BERLÁN QUEDAN OTROS
Están los muros que separan a los pobres de los ricos en las fronteras entre Palestina e Israel o entre Méjico y Estados Unidos. Muros que tienen tendencia a repetirse para seguir separando a los grupos acomodados de los grupos- para ellos- incómodos. Pero además existen dentro de cada país que se llama democrático los muros de los Parlamentos, que separan al pueblo de sus señorías que ya han dejado de representar la voluntad popular. Ahora bien: todos los muros tienen en común algo que nunca falta: uniformados que impiden sean permeables. Para que lo sean se precisan otras formas de organización, y de eso trataremos aquí. Pero tampoco podemos olvidar que la causa profunda de la existencia de cualquier tipo de muro es que en las relaciones interpersonales cada uno de nosotros coloque ante el prójimo muros en lugar de establecer puentes. Como no son los puentes lo que más abunda en el conjunto humano, sino los muros, la desconfianza y la división, se hace tan difícil dar el paso que venimos defendiendo para dar el salto democrático.
NO SE TRATARÁA DE IMPONER UN DOBLE PODER, SINO DE DAR SU PROPIO ESPACIO AL PODER DEL PUEBLO
Una organización inicialmente complementaria y conviviendo con el actual sistema,(hasta que TODOS comprendieran sus ventajas) enriquecería grandemente la democracia,- con la abstención de represión alguna- y, poco a poco, llegaría a hacer inútil la existencia de dos organizaciones supervivientes del viejo capitalismo: sindicatos y partidos políticos, con lo que sus señorías no tendrían excusa legal para representar a nadie, ya que estas organizaciones se hallan hoy divididas en clanes burocráticos, financiadas y prácticamente controladas por el gran capital y la presión de los estados que le sirven a este, hasta tal punto que sindicatos y partidos que se dicen del pueblo, y que en su principio surgieron para defenderlo, como es el caso de los partidos que se llaman “de izquierdas”, han degenerado en organizaciones que actúan desde los Parlamentos contra los propios pueblos fingiendo que les sirven, aunque tienen su reputación por los subsuelos.
LOS MORIBUNDOS SE NIEGAN A MORIR.
Desde que el capital financiero ha dado su golpe de estado neoliberal, los Parlamentos han tocado techo histórico, agonizan, pero se niegan a morir. Lo malo es que arrastran en su agonía a los ciudadanos que les creen. Pero no es eso lo peor: lo peor es que los supuestos representantes de la voluntad popular ignoran la voluntad popular y por lo tanto carecen de legitimidad, aunque sean legales, para pedir a los ciudadanos que colaboren en sus medidas contra una crisis de la que no son responsables.
De no estar en manos del gran capital, la clase política abriría a los pueblos las puertas de los Parlamentos-que son de todos- para que estos pudieran expresarse con el mismo derecho que los políticos de los partidos, compartiendo así la voluntad popular el protagonismo con los contrarios a la voluntad popular, celosos guardianes de banqueros, Iglesias y multinacionales. El hecho de que los Parlamentos sean impermeables a la voz de las multitudes en tantas plazas del mundo como claman por la justicia es la mejor prueba para saber a quiénes sirven.
RETROCESOS ¿HASTA CUANDO?
Todos somos conscientes del retroceso continuo de los derechos sociales y las libertades democráticas en Occidente y su deriva hacia estados policíacos. Se nos dice que el terrorismo es culpable, o que la crisis obliga a tomar medidas drásticas, pero sabemos el doble grado de cinismo que tal idea encierra, sin olvidar que el atentar contra los derechos y libertades ciudadanas conseguidas con grandes sacrificios y derramamiento de sangre de los pueblos es un acto de terrorismo de Estado, un terrorismo de la peor especie y del más despreciable cinismo cuando se trata de estados que se auto-titulan democráticos.
Ante el atraco legal del mundo financiero a que estamos siendo sometidos en todos los países europeos con la complicidad de los gobiernos nos hacemos esta pregunta: ¿son evitables las causas que lo provocan? Por los políticos, no, evidentemente, pues son quienes gestionan el atraco, y a nosotros, la población civil, nos caen sus decretazos sin que tengamos nada que ver con esta crisis que es obra de los ricos, sus amos. Sin embargo, el movimiento 15-M ha dado más de una pista (para empezar) de las cosas que se pueden hacer. Basta leer sus reivindicaciones, y estas son tan realistas que no hay más que ver el eco mundial que han alcanzado hasta en los mismos epicentros del terror bancario. Pero esto es solo una llamada de atención a los gobernantes para decir: esto así no lo queremos. Esta no es la democracia que necesitamos tener.
El pueblo tiene derecho a estar en el Parlamento y decirles a los políticos cosas como estas: “Si hay que ahorrar gastos limiten los ingresos de los banqueros, rescaten el dinero público que se les prestó y reclamen intereses, inspeccionen los chanchullos bancarios, pongan límites y tasas a las transacciones financieras. Y en cuanto al mundo empresarial, en caso de despido en empresas solventes o por deslocalización, obliguen a las empresas a mantener a las familias y a pagar las hipotecas de sus trabajadores. Investiguen y desmantelen los paraísos fiscales con la ayuda de la Interpol, controlen los “agujeros negros fiscales”, no den ni un euro a la Iglesia y cóbrenle sus obligaciones fiscales Y pónganse de una vez de parte de los ciudadanos en vez de estar de parte de sus depredadores económicos”. Cosas como estas deberían ser dichas, pero ¿quién debe decirlas sino los portavoces del pueblo que sufre la injusticia? Pero estos no existen en el Parlamento.
Y cuando se reivindican en la calle los derechos atropellados, entonces se carga contra los mensajeros y se hacen oídos sordos a los manifestantes de la voluntad popular usurpada. Pero esa sordera la puede curar la democracia real que es la democracia participativa, la única capaz de llegar tan lejos. Desde luego mucho más que la democracia representativa que tenemos y que vemos hasta dónde ha llegado: hasta cruzar la raya roja.
CUANDO SE CRUZA LA RAYA ROJA
Ha cruzado la raya roja el proceso agresivo del capital financiero con su voracidad inaudita sobre el mundo globalizado por ellos, que con la complicidad de los antidemócratas y serviles gobiernos europeos se ha hecho cargo del poder real, y convertido en una fuerza opresiva que abre más y más la brecha entre clases sociales y entre países pobres y ricos.
Y a la vez que avanza la injusticia avanza el pensamiento conservador y retrógrado. Ahora mismo la gente normal es más conservadora que hace 30 años, y hasta vota conservador por miedo, por apatía y por ignorancia pero no es conservacionista, que sería lo normal, mientras las organizaciones políticas que se llaman conservadoras son simplemente destructoras y creadoras de terrorismo económico y terrorismo militar. Y este miedo de los gobernantes a las respuestas por las injusticias que provocan es por lo que siempre necesitan rodearse de alambradas, guardias y tanques. La democracia real, la democracia del pueblo, no los necesitaría. Ni a ellos, ni a sus partidos políticos ni a sus correas de transmisión sindical.
Aunque resulta evidente la necesidad de controlar a los políticos en todas partes, la colectividad no ha terminado aún de reaccionar ante el alud que está cayendo sobre nuestras cabezas, porque durante años ha sido desarmada moralmente , además de telehipnotizada, engatusada por el consumismo y desengañada por las muchas divisiones existentes en los movimientos alternativos y por la memoria de tantas revoluciones fracasadas, pero ante todo es preciso tomar conciencia de que, aunque fragmentados, los movimientos que se están dan una respuesta social y el mensaje de que es preciso revisar el sistema de funcionamiento democrático y por ello se apuesta en muchas partes por alternativas pacíficas, tranquilas, unitarias y coordinadas donde tengan cabida todos los elementos sociales, morales y espirituales liberadores de la humanidad. Contra este movimiento en germen tenemos toda la organización del Sistema con todo su poder de persuasión, disuasión y represión, nada menos. La criatura que nace lo tiene difícil, pero crecerá sin duda.
LA OTRA TAREA PENDIENTE
Es verdad que lo primero que se adquiere cuando no se come o te desalojan de tu vivienda es conciencia social y odio, pero eso no es buena combinación. Es preciso apostar porque los pueblos tengan conciencia solidaria y cooperativa y por que ejerzan su derecho a opinar y decidir su destino libremente, sí, pero la Historia nos ha mostrado con demasiados ejemplos que no basta la conciencia social si no hay conciencia espiritual que conduce a la unidad… Ahora bien: no esperemos que la primera nos la sirvan los políticos, ni la última las Iglesias.
Si no es posible perfeccionar hoy una democracia moribunda, sí que lo es perfeccionar la conciencia personal para que de nuestro trabajo en nosotros mismos liberándonos de egocentrismo y de indiferencia y haciendo surgir en nosotros sentimientos altruistas y actitudes bondadosas surja fácilmente la unidad de acción, la cooperación, la libertad de conciencia, la paz y el respeto personal .Una democracia fuerte será una democracia con ciudadanos de conciencia libre y fuerte y no un estado policiaco llamado democrático como se nos quiere hacer creer. Una democracia fuerte es una democracia en la que los pueblos hablan y deciden desde la conciencia del bien común. Tal objetivo solo es posible desde una revolución espiritual personal llevada a cabo por mayorías que hoy duermen. Para buscar un nexo de partida entre las muchas propuestas espirituales podríamos elegir la famosa Regla de Oro: Lo que quieras que te hagan a ti hazlo tú primero a otros. O en forma negativa: No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.
Hay demasiadas cosas en juego en este Planeta cada vez más enfermo que exige la participación colectiva. Tal vez estamos a las puertas de una de nuestras últimas oportunidades para cambiarnos y cambiar el sentido de la historia de la humanidad. Pero somos libres para elegir: si queremos, seamos pasivos y miremos para otro lado. Eso evitará, eso así, que veamos el alud que se nos viene encima por el lado contrario.