Escribo este comentario el lunes 7 de abril, después de que tanto los telediarios como los distintos medios de comunicación nos hayan dado un avance de los datos ofrecidos por el CIS sobre su última encuesta relacionada con aquello que más preocupa a los españoles. Ninguna novedad. Prácticamente lo que se viene dando estos últimos meses. Lo que más preocupa a los españoles es el paro, seguido de la corrupción que por cierto ha sustituido en estas encuestas a la preocupación que generaba el terrorismo entre los ciudadanos, figurando en tercer lugar la economía, seguida de los políticos y la Sanidad, destaco estas cinco primeras preocupaciones sobre el resto de las diez que más malestar ocasionan a la ciudadanía.
Está claro que esta encuesta del CIS tiene poco que comentar salvo decir que todo sigue igual de mal, pero me ha llamado la atención un comentario que sobre esta noticia hace un lector el cual manifiesta lo siguiente: “Todo lo que la prensa airea, al cabo del tiempo es la máxima preocupación de los españoles. ¿Por qué se molesta el CIS en hacer encuestas? Basta con revisar las noticias con las que la prensa nos ha machacado durante el último mes”. Igual he entendido mal lo que quiere decir este opinante pero tal y como yo lo entiendo, no afirmo que sea así, sus palabras puedan dar la sensación de que es la prensa la que genera el que los españoles estemos preocupados y no lo que estamos viviendo de forma directa o indirecta a través de los males que aquejan a familiares, amigos, vecinos, en definitiva a millones de españoles. O sea que para no caer en la desesperación hay que hacer menos caso a los medios de comunicación que nos dan datos reales de lo que está aconteciendo en nuestro país y sí fiarnos más de aquellos otros medios que nos quieren hacer creer que aquí no pasa nada, que todo es pura quimera y que todo el monte es orégano. Esto me ha recordado aquel chiste que se contaba ya cuando la dictadura y en el que se decía que un ciudadano en un intento por cuestionar lo que un ministro de Franco contaba sobre lo bien que se vivía en España tuvo la “osadía” de responderle al ministro diciéndole que él, el ciudadano, viajaba mucho por todo el país y que las cosas no andaban tan bien como él afirmaba, a lo que el ministro le respondió que lo que tenía que hacer era “leer más la prensa –la del Movimiento- y viajar menos”. Es un chiste viejo y muy sabido pero he creído oportuno el recordarlo.
De lo que más se alardeaba en la prensa del Movimiento y en el NO-DO era de la seguridad que gozaban los ciudadanos españoles. No había robos y era bien cierto y puedo dar fe de ello. Recuerdo que en aquellos tiempos de la dictadura había bastante tranquilidad hasta el punto de aquí en Elche, la gente acostumbraba, en verano, a cenar a la puerta de su casa, es decir en la calle, mi padre que entraba al trabajo a las cinco de la mañana solía, después de haber cenado, desplegar la hamaca, y mientras mi madre y yo nos íbamos a dormir a nuestra única habitación, él se quedaba en la calle durmiendo al fresco, y las puertas de mi casa abiertas de par en par hasta las cuatro y media de la madrugada, en que mi padre se despertaba y se iba al trabajo, y entonces cerraba la puerta. Por eso la prensa franquista resaltaba la labor policial y decía que España tenía la mejor policía del mundo. Pero la realidad era que ¿qué es lo que los “cacos” iban a robar? En lo que respecta a mi casa poco, más bien nada, allí, como en la vivienda de la inmensa mayoría de los trabajadores españoles solo había una mesa, cuatro sillas, un trinchante sin espejo, dos camas, una mesilla de noche, un pequeño armario ropero, para la ropa que había no hacía falta que fuera muy grande, a más del escaso menaje de cocina y la hamaca en la cual mi padre dormía en plena calle y claro, esta no se la podían llevar si no cargaban también con él; de dinero o joyas, obvio es decir que nada de nada. Este era el “panorama”, por eso en la prensa los gobiernos de la dictadura presumían de que los españoles no corríamos peligro alguno por causa de la delincuencia común, el peligro venía por parte del Ministerio de la Gobernación y de los medios de comunicación, “azulados” todos ellos, dirigidos desde dicho ministerio.
No, la preocupación no la generan los medios de comunicación que informan con honestidad y con datos fiables, la intranquilidad la produce la realidad, esa realidad que la monja sor Lucía Caram, ha definido con esa frase tan cierta en la que ha dicho que “la crisis no son cifras, son personas”.