Vientos de cambios: Es necesario reformar la democracia
España se mueve, hartos todos nosotros de injusticias, corrupción, desahucios, recortes, privatizaciones, desmantelamiento del escaso estado del bienestar, y un paro insoportable. Si en estas condiciones no se mueve un país es que están muertos sus habitantes.
Por otra parte, y es curioso y triste comprobar esto, no deja de ser tan extraño como alarmante, viendo lo que está aconteciendo a diario, que la mayoría de los españoles que suspende en las encuestas a sus políticos y les considera – sin distinción- un problema mayor que el del terrorismo siga manteniendo una intención de voto en las mismas encuestas a los mismos que le están exprimiendo a diario su bienestar, su bolsillo y su futuro. Y entre tanto, la conciencia del mejor pueblo, del honrado y sin prejuicios, toma las plazas para decir BASTA y señalar nuevos horizontes.
Tenemos una democracia con tres graves carencias de las que no se debería dejar de hablar hasta que no desaparecieran: una injusta ley electoral, que no valora los votos por igual; una representación parlamentaria irreal por esta causa y unos medios de comunicación públicos al servicio de los ganadores en las elecciones que impiden dar a conocer otras formas de pensar alternativas tanto en política como en cultura, economía medicina, filosofía, ideas ecológicas, espirituales, etc. Todo lo que significa un cambio de valores más civilizados capaces de mejorar la vida de las personas choca frontalmente con los medios de comunicación, el desprecio de los gobernantes y no por último con los uniformados.
Todo el mundo sabe la importancia que el movimiento 15-M ha adquirido en este país y cómo está siendo imitado en los lugares más alejados de nuestras plazas, desde Londres a Nueva York, o Moscú. Todos lo sabemos menos los políticos. Le llaman- despectivamente “antisistema ”, como si tal calificativo fuese una deshonra en lugar de algo honorable, o como si viniera a ser sinónimo de violencia, cuando la única violencia y la única deshonra la ejercen los políticos corruptos del sistema con toda clase de leyes opuestas a la voluntad popular y los uniformados que les sirven ciegamente por un plato de lentejas. Ser antisistema es ser anticapitalista, y el que no sea hoy ante las desgracias que trae consigo a diario es que está ciego o es obispo.
Tenemos que hablar claro y decir que el movimiento 15 M y todo el movimiento social que existe hoy es -desde la República de 1936- el intento más progresista de España y de toda Europa, para conseguir un mundo justo. Es este un movimiento plural, abierto, democrático, realista, ético y libre de partidismos e ideologías del pasado, movido por una idea de modernidad de la que están muy lejos los viejos partidos y sus viejas y anquilosadas instituciones parlamentarias, porque tras los muros de los parlamentos se ejerce hoy el poder de espaldas a los pueblos por más que estos griten y se manifiesten contra las medidas que se toman contra ellos al día siguiente de ser engañados con un voto. Un voto que en realidad es un cheque en blanco para que durante cuatro años los parlamentarios hagan lo que les venga en gana, desde llevar al país a una guerra hasta arruinar su bienestar. Y ambas cosas es lo que hacen, gobiernen los unos o los otros.
Las calles son hoy en muchas ciudades europeas y en España un grito de la conciencia; la voz de la conciencia del pueblo para que la gente que solo mira y no se quiere implicar por ignorancia o ingenua buena fe comprenda que política es el arte de administrar los bienes comunes, pero no una excusa de minorías privilegiadas para venderlos al mejor postor arruinando el patrimonio nacional y el particular. Y cuando los que toman las plazas hablan de democracia real hablan de que es el pueblo quien tiene que decidir lo que concierne al pueblo, y no los banqueros ni los políticos dilapidadores, sordos y corruptos.
Es necesario reformar la democracia, conseguir la correspondencia entre las necesidades de la gente de la calle y las medidas políticas para hacerlas posible. Y esto no es un asunto de pasado mañana, sino de ahora mismo, y el movimiento popular que toma las plazas para decirlo debería ser considerado por todos los españoles como su última esperanza de que tal cosa suceda y debería ser arropado y mimado cuando consideramos que el 15-M expresa todo lo que la mayoría de los españoles honrados se dice a sí mismo y cuenta a los suyos, porque esta es la voz libre y fresca del futuro contra la que arremeten ahora mismo con furia todos los fantasmas del pasado con sus trasnochadas ideas y sus viejas instituciones y servidumbres.