Este verano arde el país por todos lados: por el calor insoportable, por los incendios criminales y de indignación contra el gobierno más impopular de toda nuestra pseudodemocracia.
Estamos soportando un gobierno que no cesa de tomar medidas que hunden en la miseria al pueblo al que finge cínicamente representar mientras le crea innumerables problemas que lo tienen en jaque. En cambio cuida muy bien que no tengan problema alguno los culpables de las tramas de corrupción, los evasores de impuestos, los banqueros ladrones, los estafadores relacionados con la realeza, altos cargos públicos corruptos y todos ellos en la calle junto a otros como prevaricadores, empresarios, sicavs, funcionarios de alto nivel enchufados y tan inútiles como sus padrinos, usuarios de paraísos fiscales y cuentas secretas, obispos… y tantas otras gentes tan nocivas socialmente como ellos; tan rémoras para el país como ellos; tan insensibles al dolor ajeno como ellos. Gentes todas que si fuéramos capaces de expulsar a una isla recuperaríamos mucha salud en más de un sentido, porque son nuestros parásitos. Y como todo parásito, se muestran siempre insatisfechos con lo que nos arrancan. Nunca tienen bastante. ¿Cómo no vamos a tener crisis con tanto vampiro sin escrúpulos?
Estos días estamos llegando a un punto socialmente explosivo: las calles son testigos, y los testimonios de haber llegado al límite de nuestra paciencia se multiplican. Desde que comenzó el 15 M – a quien tanto debemos como detonante perseverante- a mostrar la verdad, el movimiento de reivindicación social ha ido en aumento. Mineros, funcionarios, profesores, médicos y enfermeros, autónomos, parados, bomberos, pensionistas, jóvenes sin futuro, estudiantes, estafados por los bancos, gentes en huelga de hambre, ecologistas, comerciantes y gentes del mundo de la cultura y del espectáculo están empezando a confluir en un punto: un frente común contra un gobierno insoportable..
Lo que comenzó siendo una manifestación sectorial tras otra, se está convirtiendo en una enorme corriente de repulsa general contra un partido gobernante y sus líderes que en menos tiempo que ninguno conocido está trayendo a este país la ruina económica y la descomposición social con todas sus males adjuntos: paro, inseguridad, pobreza salarial, desahucios de familias, hambre, suicidios en aumento, desatención educativa, social y sanitaria, represión laboral y policial, emigración de la juventud mejor preparada, y mucha desesperanza en el porvenir como país. Se ha llegado a ese punto crítico en que hasta la propia policía se manifiesta junto al resto. Así que puede decirse sin duda que todos estamos hartos, menos sus amigos: los obispos, los banqueros (incluyendo a los alemanes) los clanes de corruptos y ladrones y los grandes empresarios, que son los únicos que no se manifiestan, y que en vez de apretarse el cinturón hasta sacar la lengua le dan unos puntos más para el respiro de sus panzas como parásitos reconfortados mientras se esfuerzan para que nuestra lengua siga creciendo.
Con tales comportamientos, el Partido en el poder ha perdido toda la autoridad moral y legal que le dieron las urnas. La moral, porque incumple uno a uno el programa con el que engañó para ganar; y la legal porque incumple hasta la Constitución que juró defender, porque ¿en qué han quedado los derechos al trabajo, a vivienda, a sanidad y educación gratuitas si justamente arremete a diario contra todos ellos este gabinete de impresentables? ¿Acaso no hay bastantes argumentos para pedir su dimisión en bloque?
Las calles son un grito de “¡hasta aquí llegamos!”, y esta sí es la madurez del pueblo español y no el silencio de los corderos que ellos llaman madurez.
Estamos ante uno de esos momentos históricos clave donde se determinan muchos años venideros para este país. Aprovecharlo o no es el desafío que tenemos ante nosotros.