Viejas pesadillas de la España en blanco y negro  de las que parecÃamos haber despertado, vuelven a estar presentes en nuestra España de hoy  cuando vemos a niños que pasan hambre y a familias enteras puestas en la calle por orden judicial.
Viejas pesadillas que creÃamos superadas parecen removerse en el inconsciente colectivo español cuando observamos leyes como la llamada “Ley Mordazaâ€, que  caen sobre el paÃs una tras otra como ladrillos en las cabezas de todos y que ha ido moviendo a multitudes a tomar las calles  tantas veces y en tanto número como desde los tiempos de la República.
La polÃtica  de este gobierno – que como todos sabemos es nieto ideológico del franquismo-  es convertir en un problema de orden público las respuestas de una ciudadanÃa harta de tanto desempleo, tanta corrupción, tan bajos salarios, tantos papeles de Panamá y de otros paraÃsos,  tantas privatizaciones y tantas leyes antisociales  que nos  niegan derechos básicos conseguidos con grandes sacrificios.
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A pesar de todas las manifestaciones, voces públicas disidentes, “mareas†de colores, huelgas y repulsas ciudadanas,  pocos son aún  son los movimientos sociales de base  que – para empezar- demandan la dimisión del Gobierno y un periodo constituyente.
Pocos piden dejar de pagar la parte de deuda de la que no somos responsables y  demandan salirnos del euro como gato de una piscina. Porque si  entrar en el euro fue el pistoletazo de salida de nuestra ruina, salir, no puede ser peor.
Muchos son los  españoles que se conforman con perder casi todo lo que poseen tanto en lo material como en derechos, incluida su propia  autoestima. Y  lo grave es que desde el principio de la crisis,  el número de suicidios iguala al de accidentes de tráfico y el de desahucios es algo que nos lleva a formar  parte del suburbio de Europa junto a los griegos.
España es un paÃs raro
Un paÃs de viejos  miedosos,  de pusilánimes, de crédulos, de sumisos  y de indiferentes polÃticos que dominan las urnas.
Pues si hacemos caso a las encuestas de intención de voto, todavÃa son millones los españoles-  que parecen ser mayorÃa,  los que apoyan a quienes les amargan la vida, porque aunque existen diferentes opciones polÃticas, ninguna próxima a los intereses reales del pueblo- excepto PODEMOS-  tiene suficiente apoyo popular  para imponerse hasta el punto de sacar  a los españoles de esta especie de bicefalia polÃtica entre los extremistas de la derecha y los moderados de una derecha renovada y de una  izquierda tradicional entre cansada, descafeinada y dividida que ha perdido sus señas de identidad.
La pelota de este juego viene pasando demasiado tiempo de banqueros a multinacionales, y de estos a la Iglesia: da igual qué partido triunfe en las urnas, los ricos repiten goleada y la jerarquÃa católica privilegios.
Y uno se pregunta: ¿Por qué este eterno dÃa de la marmota en este paÃs sin que exista una masiva respuesta popular no violenta, pero firme y organizada?
Uno se pregunta  qué lleva aún a  millones a pretender elegir en las urnas a los que ya eligieron años antes y quedaron desenmascarados como mentirosos y enemigos de su bienestar, de su futuro y del futuro de sus hijos.
Y uno se pregunta finalmente si quienes votan gobiernos de  corruptos y escuchan a quienes propagan sus ideas, lo hacen porque ellos querrÃan ser ricos como ellos y disfrutar de su aparente gloria y privilegios. Y es que aquà es ya crónico que a más alta esfera social, más alta inmoralidad y más corrupción y desvergüenza, se presenten con las siglas que quieran.
A la ignorancia crédula  de los  españoles conservadores votantes de cualquier bando, se añade que nos hallamos en un momento extremadamente delicado por la deriva internacional del neoliberalismo depredador al que sirve a ojos cerrados este gobierno igualmente  incalificable en cualquier terreno que observemos, incluido el intelectual. Asà las cosas, ¿será capaz el movimiento ciudadano  tÃmido heredero  del 15-M,  de imponer pacÃficamente cambios profundos y un nuevo sistema de democracia participativa donde se tomen en consideración las demandas ciudadanas hoy reprimidas o ignoradas con violencia o con  silencioso desprecio?
¿Cuánto tiempo ha de tardar aún el pueblo para ser escuchado y disponer de la fuerza suficiente para  quitar a quienes eligen y luego actúan contra sus intereses? Tiempo al tiempo, pero el tiempo corre cada vez más deprisa y serÃa bueno estar despiertos para que lo que está viniendo no nos coja desprevenidos, en la seguridad de que nadie nos va a sacar las castañas del fuego por más discursitos con que quieran entretenernos sus señorÃas en ese teatro decadente  llamado Parlamento.
Las cartas están sobre la mesa, pero los que dirigen el juego hasta hoy siempre ganan, la banca siempre pierde y siempre somos nosotros hasta hoy mismo. ¿Y mañana? Ojalá nos llevemos una sorpresa.