Tantas veces nos han convencido los mismos políticos que están en el Gobierno ahora que España estaba intervenida de facto, que en estos momentos en los que el riesgo vuelve a ser evidente ante la tremenda escalada de la prima de riesgo ya ni nos inmutamos y aguardamos el devenir de los acontecimientos con estoicismo herculano a la espera de que nos lleguen tiempos mejores y podamos volver a ser lo que un día nos creímos.
Pero lo triste de esta situación es que se podría controlar si los políticos europeos, incluyendo a los españoles, se dejaran de mirar el ombligo como el centro del Universo y comprendieran que vivimos en un mundo globalizado en el que el concepto de nación es puramente retórico. Necesitamos urgentemente una reestructuración del Banco Central Europeo, para dotarle de la capacidad suficiente como para actuar en el mercado primario y evitar de inmediato cualquier ataque especulativo como el que está sufriendo España en estos momentos.
Bastaría con que el Banco Central Europeo comprara deuda soberana española, algo que aún puede hacer en el mercado secundario, que ya ha hecho cuando ha sido necesario, y que deseamos que vuelva a hacer antes de que la situación sea claramente insostenible, con lo que la demanda se relajaría y la prima de riesgo se reduciría de manera casi directa, sin mayores historias.
Sin embargo, esa situación no es sostenible en el largo plazo, estamos de acuerdo, por lo que Europa, en general, y España, en particular, deben de comenzar a comprender que los ajustes de déficit extremos nos están llevando a la hecatombe económica más absoluta, tanto que ni los mercados están contentos. Esos mismos mercados que exigieron la reducción del déficit, ahora reclaman políticas de crecimiento que antes ignoraron, en una especie de carrusel de intereses que siempre se vuelve en contra del más débil, en este caso España.
Habrá que aguardar acontecimientos, y sinceramente no creo que la Unión Europea tenga la capacidad suficiente como para intervenir España, pero mucho me temo que se tiene que producir un giro inmediato en las políticas, tratando de priorizar el crecimiento a la reducción del déficit, antes de que nos encontremos en un callejón sin salida y caigamos en una década perdida a la japonesa, como ya ha anticipado más de un analista internacional.