Los reinos de taifas no desaparecieron
Con el retroceso del poder musulmán en la España medieval por los conflictos de intereses internos, la presión de los agresivos católicos y las pugnas por el poder, surgieron los reinos de taifas, con sus correspondientes reyezuelos siempre envueltos en tres clases de conflictos: los sociales, los políticos y los militares.
Entre paréntesis: ¿Hay alguna diferencia esencial con la época actual? ¿Ha superado positivamente algún país del mundo estos conflictos cualquiera que sea su apariencia externa?
Hoy, con el retroceso de la democracia a favor de la Mafiocracia en todo el mundo, en España resurgieron unos nuevos reinos de taifas a partir de la Constitución de 1978
Se llaman Autonomías. En ellas reinan diferentes reyezuelos surgidos de las urnas, a las que se les denomina “barones” y representan los intereses de sus partidos. Y la guerra por el poder interno en cada nuevo Taifas, continúa como siempre.
El objetivo principal de cada uno de esos “barones rampantes” desde los bosques del tiempo histórico NO ES conducir a las gentes hacia el horizonte escurridizo de la justicia, la libertad y el bienestar público: es perpetuarse en el poder todo lo más posible una vez alcanzado.
Para ello invierten en auto propaganda, influyen o controlan la información de sus televisiones autonómicas, establecen alianzas con empresarios, les hacen favores y reciben pagos por otorgarles privilegios sobre otros, tales como concesiones de obras, adjudicaciones de servicios como limpieza, basuras, aguas municipales, y otros temas siempre relacionados con dos palabras: Amiguismo y Corrupción. ¿Tiene esto algo que ver con los programas con que se presentan para ser elegidos en las urnas?
Igual que sucedió en las antiguas taifas, la desintegración moral se encuentra en la base del sistema político español, sin que tal enfermedad personal de muchos de esos dirigentes resulte corregida en las urnas porque ha llegado a convertirse en enfermedad social, y la gente corriente vuelve a elegir, sin inmutarse, a partidos que configurarán sus taifas con reyezuelos sobradamente conocidos como corruptos sentados en los sillones del Poder.
La consecuencia a nivel interno de este sistema de división ideológica y luchas internas es que tiende a multiplicarse tanto hacia dentro como hacia fuera de cada partido.
Hoy estamos asistiendo a un enfrentamiento de aspirantes a la baronía dentro del Partido mal llamado Socialista, que se oponen a su jefe nacional. Porque igual que sucedió con Hisham II, que consiguió por poco tiempo unificar bajo su mandato a los reinos de taifas, sucede en el interior de cada partido político: se acepta la autoridad nacional, pero a la vez siempre hay alguien que desea ocupar su puesto y conspira para conseguirlo para – de paso- dominar al resto de partidos y compartir el Gran Sillón del Reino con el Sr. Borbón, el Hisham II de nuestro tiempo.
Tenemos que reconocer que la aspiración al poder es una apetencia generalizada de gentes manipuladas por alguna clase de jíbaro maligno que renunció a reducir cabezas y se especializó en conciencias.
Unos se tatúan la piel y otros se tatúan el alma con tal de mandar sobre otros
Y es que conseguir el poder no solo lleva aparejado prestigio personal, destacar sobre otros a los que supone competidores vencidos, sino que además es una fuente de ingresos extras desde que la corrupción se halla instalada en la médula de la política española, lo que resulta tremendamente perjudicial para la justicia , el bienestar, la salud la educación, la asistencia social y la democracia, pero no perjudica a los corruptos, porque el poder judicial está contaminado a su vez por el poder político.
Eso explica el que jueces tan competentes como Baltasar Garzón o Elpidio Silva fueran apartados de sus cargos por “meter las narices” en los basureros históricos y económicos del Partido Podrido dominante hoy todavía en un buen número de los nuevos taifas.
La Justicia en estos reinos viene con mucho retraso espiritual y de poder del pueblo debido a las secuelas del fascismo en la conciencia colectiva española, y a los manejos de los eternos poderes de la oscuridad en este país: la Iglesia, los ricos en sus versiones históricas de caciques, industriales o financieros a los que se suma la sempiterna espuela sobre la piel de toro del insaciable y tenebroso “vaquero americano”.
El pistolero nunca duerme y en el fondo se divierte viendo cómo los reyezuelos de los Taifas se enzarzan por conseguir un poder que él, el guardián de las sombras, puede arrebatar con un simple Tratado de Libre Comercio como el que pende sobre España como una espada de Damocles.
Y el caso es que ninguno de los reyezuelos de este Reino fragmentado dice ni pío sobre tal asunto: están demasiado ocupados en trepar a al árbol de la Historia, aunque sea haciendo el mono.