Escarmentar en cabeza ajena es una de las circunstancias que indican madurez e inteligencia en épocas de crisis. Así, valga a los hacedores de lo público el ejemplo de aquella Argentina poderosa y próspera, tierra prometida para los menesterosos de España y medio mundo que hoy es sólo pasado. Agentina es hoy el sueño roto de un paraíso austral, lastrado por la corrupción y estupidez de su clase política, que se dice heredera de Rosas, Irigoyen o Perón y no es más que sucesora de Luis Candelas.
Si la Argentina inmarcesible de la bonanza económica es sólo un recuerdo en un país en que la inmigración se ha tornado emigración y el hambre se adueña de pueblos y ciudades, hay que pensar en que varios países europeos cuya gestión es tan dudosa como la de nuestros hermanos transoceánicos pueden tener problemas. ¿Tendrá razón Stiglitz cuando advierte con Krugman de que España, Grecia e Irlanda podrían hallarse en un riesgo mayor que el de una “crisis en W”? Habrá que preguntarse cuál es ese aterrador riesgo y si las gráficas macroeconómicas serán montañas rusas de inestabilidad social para los próximos años o décadas en el sur de Europa.
A mayor abundamiento de males, la forma de encarar el problema por las Administraciones españolas no parece sino la política de avestruz de Zapatero, vendiendo la improbable recuperación ante los recelosos mercados internacionales, que recuerdan que España iba a superar a Italia y Francia y va camino de igualar a Zimbabwe.
Junto a ello está el déficit público desbocado, posible lastre para los próximos años, la Deuda Pública convertida en oscuro enjuague de la prodigalidad pública y las tradicionales y endémicas carencias de las más débiles, ayuntamientos y diputaciones. Todo ese magro cocido de la economía huele a estrechez y miseria, como las vetustas casas de vecinos pobres olían en la posguerra a coles y café entreverado de achicoria. Algunos de los argentinos que viven en España ya piensan en que pese a la aparente estabilidad española, se empiezan a cometer los mismos errores que al otro lado del mar y que todo puede ser cuestión de tiempo, si nadie lo remedia. El caso es que mentir al ciudadano, y el “sostenella y no emendalla” no es base para enderezar el rumbo, que tiende a la deriva por la ineptitud del manejo del gobernalle y la ceguera de los llamados a ser proeles de la nave. Es posible que el cambio de destino pueda venir de órdenes dadas a los gobernantes españoles desde Bruselas o Washington, pero antes de que tal suceda debe actuarse, si es que el moribundo gobierno y las somnolientas Cortes quieren dejar su inacción habitual o en su no menos cotidiana ineficacia.
Argentina, abierta desde 1853 “a todas las personas que quisieran habitarla”, está también abierta a ser ejemplo de lo que nos puede venir y muchos o algunos no quieren o aciertan a ver. Aviso pues, a navegantes, para los próximos años.