Antes y durante la pasada campaña electoral previa al 25 de mayo, hemos escuchado, y sin duda alguna lo seguiremos oyendo, decir a los “punteros” del Partido Popular que a España se la pueda considerar como a Alemania, que España es la Alemania del sur de Europa. Está claro que se confunden o que intentan, esto es la más probable, confundir a los españoles. España no es, en absoluto, comparable a Alemania, sí lo es y a las pruebas, a lo que hay, me remito, lo más parecido a una república bananera donde impera la miseria, la falta de libertad y la corrupción. ¿Cómo se puede pretender hacernos creer que España está al mismo nivel que Alemania, cuando en nuestro país hay seis millones de parados, el paro juvenil sobrepasa el 55%, hay casi dos millones de familias con todos sus miembros activos en paro, casi 800.000 hogares sin ningún tipo de ingresos, somos el segundo país europeo con la mayor tasa de pobreza infantil y según nos señala el INE uno de cada cinco españoles vive bajo el umbral de la pobreza, entre otras calamidades de tipo social, asistencial, educativo y económico?
Uno se reafirma más en ese parecido de España con una república bananera, cuando los españoles comprobamos que tenemos un ministro de Justicia reaccionario que promulga leyes que van contra la libertad de la mujer, caso de la reforma de la Ley del Aborto, y que por el contrario no da salida a la implantación de normas legales para acabar con los políticos corruptos y tampoco hace nada para mejorar el funcionamiento de la Administración de Justicia. Ahí tenemos el caso GÁ¼rtel, el caso Urdangarín, el caso de los ERE, no solo en Andalucía, y tantos y tantos casos en la que están implicados muchos políticos y bastantes de ellos aún siguen sentados en sus escaños en los distintos parlamentos, a lo que hay que añadir el nulo deseo de “meterle mano” a los que han cometido la estafa del siglo: El robo a ciudadanos indefensos empleando el timo de las preferentes. A los españoles les sobran motivos para pensar, de hecho lo piensan, que están dejando que estos temas se pudran porque muchos “peces gordos”, altos cargos públicos y exdirectivos de la banca, mayormente de las cajas de ahorro, están muy implicados en estos casos de corrupción y estafa.
¿Quién cree a estas alturas que Bárcenas, él solito, pudo “almacenar” casi cincuenta millones de euros en paraísos fiscales? No hay que olvidar que recientemente los medios de comunicación nos informaban de que España ocupa un puesto muy destacado en el ranking mundial en lo que a casos de corrupción se refiere. Un ministro de Justicia que prácticamente ha consumado la abolición de la aplicación práctica de la justicia universal que ha permito que muchos peligrosos narcotraficantes, cuarenta y siete, que estaban en la cárcel hayan sido puestos en libertad, sin tener en cuenta el daño que han sufrido un incalculable número de personas, la mayoría jóvenes, que han perdido la vida o se han degradado moral, psíquica y físicamente por culpa de estos abominables malhechores. En absoluto es asumible la actitud de algunos que aprovechándose de las redes sociales han lanzado mensajes que levantan odio y abogan por la desaparición física de algunos políticos. Esto es totalmente reprochable y condenable, pero también lo es para quien tiene la obligación, como ministro de Justicia, de combatir con leyes la corrupción política y no lo hace y por ello son muchos los que se libran de sufrir condena alguna cuando se merecen ser encarcelados durante años con el fin de que tengan tiempo suficiente para reflexionar sobre su deshonroso proceder. No hay que olvidar que este ministro fue el que implantó las tasas judiciales que han supuesto un recorte en el derecho de los ciudadanos a gozar de una justicia gratuita.
Al caso del ministro de Justicia podemos añadirle el del ministro del Interior, un ministro que alienta, apoya y por tanto fomenta, el exceso extremadamente violento del que son protagonistas algunos miembros de los cuerpos de seguridad del Estado y que está “trabajando” en una nueva ley de seguridad ciudadana que va a suponer un considerable retroceso y una merma muy importante de las libertades y derechos de los ciudadanos.
Creo que es obvio el señalar que estos dos ministros no han sido nombrados por error, han sido puestos ahí a conciencia.
Lo anteriormente dicho creo que encierra la suficiente legitimidad para poder afirmar que estamos lejos, muy lejos, de poder comparar a España con Alemania y cerca, muy cerca, de, sin olvidar a la España franquista, equipararla con lo que fue Alemania, pero la antigua y extinguida Alemania del este donde la miseria, la falta de libertad y la corrupción eran una constante antes de la reunificación de las dos alemanias.