Al iniciar este escrito me acuerdo del que yo denominé «primer ecologista» (ver texto en mi Web) y que nada menos que en una carta (grandioso documento para la posteridad)… aquel «salvaje indio»… comunicaba al expoliador jefe del gobierno USA de entonces (1855), lo que luego ha sido una realidad y que acabará con el planeta si los inútiles gobiernos no toman medidas verdaderas y no sólo para «asustar a los incautos»; pues otra cosa no es hoy la propaganda del «calentamiento»; ya que si no se toman medidas y los políticos predican con el ejemplo… ¿a qué calentarnos la cabeza con más monsergas y mentiras políticas? ¿Acaso el indefenso pueblo es el responsable de los desastres de los políticos? No, absolutamente no.
Los fuegos (intencionados o fortuitos) ya son una plaga en todo el mundo y pese a lo que cacarean los políticos de cada lugar; esos fuegos y llegadas las épocas propicias, se reproducen cada año y en abundancias ya muy preocupantes. No hablemos de la devastación que adrede y por intereses de parte, se están realizando en las aún zonas vírgenes del planeta. Por ello es el hombre y no la casualidad, el mayor culpable. Y reitero, son los políticos que son los que tienen el poder.
En España y donde resido; esta plaga ya es calamitosa, puesto que cada año arden demasiados miles de hectáreas en una nación amenazada de desertización en grandes áreas de la misma. Surgido el incendio y debido a la otra plaga, la de las autonomías administrativas; no se saben coordinar los efectivos que se poseen y ocurren catástrofes como la que hace años ocurriera en la autonomía de Castilla La Mancha, donde y en Guadalajara, mueren achicharrados nada menos que una docena de hombre, todos ellos precisamente, denominados «técnicos en apagar incendios». A pesar de ello fueron acorralados por las llamas y murieron «fritos en su propia grasa».
Hablar y pormenorizar hechos, no ha lugar en tan corto espacio, pero todos los años hay muertos en cantidad incomprensible y zonas quemadas que no debieran haberlo sido. La ineficacia ha llegado este año a tal grado de nulidad, que es el propio Ejército y en una de sus zonas de entrenamientos, donde se produce un incendio y tardan nada menos que cinco horas en empezar a coordinar medios (provincia de Zaragoza: zona de maniobras militares de San Gregorio). O sea que hasta el ejército español, que presume de tener una unidad especial para estos eventos, fracasa totalmente y se les quema el campo… «que vete a saber si lo fue por algunos explosivos allí olvidados o no destruidos una vez terminadas las maniobras que fueren». En sólo dos años han ardido en España más de once mil (11.000) hectáreas en campos de maniobras militares (ABC 22 y 23 agosto 2009) y de ambos hechos el diario citado ha dedicado páginas enteras a informar sobre tales desastres; a los que hay que sumar la mala planificación no sólo estatal, puesto que alcanza a todos los estamentos oficiales que carecen de medios y eficacia (que están cargados de parásitos y nulidades)… «mientras hay ya casi cinco millones de parados y casi ochenta mil presos en las cárceles españolas»… ¿no se podría aprovechar estos enormes efectivos en prevenir incendios en los tiempos en que debieran serlo?.
Todo ello ha llevado a GREEMPEACE y por enésima vez, a elaborar un nuevo informe de aviso y que pueden ver en la siguiente dirección de la red: El futuro en llamas. Cambio climático y evolución de los incendios forestales en España
Aquel jefe indio que escribió aquella enorme sentencia que aludí al principio de este artículo, terminaba su carta diciendo lo que sigue…
«Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Donde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Donde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza el sobrevivir…».
Si aún no hemos llegado a esos extremos… ¿Cuánto nos separa de ellos?