Como una nueva y heroica Juana de Arco, católica hasta la médula, fanática hasta el refajo, que junto con el cinturón de la castidad ella sigue vistiendo, franquista hasta la náusea y defensora del liberalismo que para ella es sólo económico, freetraders según confiesa en la intimidad a su confesor, y lo condensa en la frase “enriqueceos los ricos y conformaros los pobres por pecadores”, Esperanza Aguirre, en fiel y puritana aplicación de la encíclica “Rerum novarum” del papa, ideólogo y promotor del totalitarismo fascista y del “Fuero del Trabajo”, León XIII, ha decidió poner fin a la coexistencia de clases garantizada por el Estado de bienestar, provocando, cual cruzada de la Iglesia, una nueva edición de la lucha de clases a fin de poner a los trabajadores en su sitio: deben volver a trabajar sin descanso y sin placeres que enturbien sus mentes, privados de salud y analfabetos para mayor gloria de su dios Católico y de su homónimo el Capital. Su Capital.
La furia fanática de Esperanza Aguirre, guerrera de un solo pecho, cual Pentesilea, reina de las amazonas, ajustándose reglamentariamente el refajo y el cinturón de castidad, siguiendo en ese ritual los dictados de la doctrina cristiana por católica, a cuyo dios no sólo ha encomendado su virginidad, siguiendo los ejemplos de Ártemis y Atenea, y encomendado su capital, sino también la cabeza de sus enemigos: esos pobres trabajadores, pasea con orgullo, arrogancia y beligerancia sus vergÁ¼enzas que como trofeos exhibe ensartadas en las picas de sus ensangrentadas lanzas.
Esas vergÁ¼enzas, que ella, desde la oscuridad de su caverna, exhibe como un trofeo necesario de la libertad de comercio contra la libertad de derechos individuales y teniendo como modelo el Estado nacionalcatólico, son los éxitos del Estado de bienestar que construido sobre las espaldas de los trabajadores y para los trabajadores cuando el capitalismo, debilitado al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se batía en ordenada retirada para, luego, recomponerse utilizando el bienestar del Estado a fin de contener la lucha de clases y asegurar su Propiedad; esos éxitos y garantías de paz social, aún siendo una paz que no cuestiona, aún, la Propiedad del Capital, son: la enseñanza universal y gratuita, la sanidad universal y gratuita, los subsidios de paro y todo tipo de ayudas a los más necesitados, prestaciones y servicios públicos, la libertad de pensamiento y de conciencia, el divorcio, el aborto, los anticonceptivos… que, a pesar de haber sido conquistados y construidos, unos, con los impuestos de los trabajadores, ella ha decidido, iluminada con un candil a la sombra de un palio, eliminar, para privatizar, en beneficio del capital y, de paso, para ofrecer a los malditos trabajadores la oportunidad de que, recristianizados por esos fanáticos eunucos sementales, se resignen a vivir en la miseria para, de esa manera, purificar lo único que piensa dejarles en propiedad: el alma, y ganarse, así, la vida en la Eternidad.
¿Qué ideal de sociedad alternativo nos propone Esperanza? Sólo se me ocurre uno, el Gran Hermano que describe Orwell en su novela “1984”. Ahí y con un cambio de dos palabras podemos leer que es preciso que el ciudadano sea: “…un fanático ignorante y crédulo en el que prevalezca el miedo. El odio, la adulación y una continua sensación orgiástica de triunfo. En otras palabras, es necesario que ese hombre posea la mentalidad típica de la guerra. No importa que haya o no haya guerra y, ya que no es posible una victoria decisiva, tampoco importa si la guerra va bien o mal. Lo único preciso es que exista un estado de guerra. La desintegración de la inteligencia que el Partido (la derecha) necesita de sus miembros y que se logra mucho mejor en una atmósfera de guerra…”
Esperanza Aguirre se ha propuesto convertir Madrid, ciudad antaño crepúsculo de los dioses y tumba del fascismo, cuyos reflejos rojos alumbran sus fantasmas, creados por su irracionalidad goyesca, en una nueva Jerusalén, no libertada sino cautiva.
Sobre el cadáver de la Sociedad de bienestar, emulando la macabra hazaña del general Cavaignac contra el proletariado parisino, piensa, ella, levantar su Gloria.
Destruir el Estado de bienestar no tiene otro objetivo que eliminar una parte importante de la base social de la izquierda. Á‰sta y más allá de ésta las fuerzas progresistas periféricas al Poder como: feministas, ecologistas, anarquistas, lesbianas, homosexuales, abortistas, ateos, republicanos, librepensadores, hedonistas, bohemios, herejes, INDIGNADOS todos contra la lógica de la dominación, verán, veremos nuestra propia existencia en peligro, si no mantenemos una defensa dinámica, no estática, de la Sociedad de bienestar.
La brutalidad clerical-neofranquista de Esperanza parece querer empujar a todas estas fuerzas de progreso a la tumba o a las barricadas.