Gentes versadas y diversas han dicho a lo largo de la Historia que cada pueblo tiene los políticos merecidos.
Calcada afirmación, plena de lógica y verdad, en España se supera. Los ciudadanos aquí alcanzan el grado de ermitaños si contrastamos rigurosamente vicios de unos y de otros.
El próximo domingo habrá abstencionistas, individuos que se tapen la nariz, contrahechos -hasta malignos retraídos- aportando su voto más o menos reflexivo y fecundo.
Asistiremos a una jornada tranquila, ilusionante, donde cada cual actuará según le dicte ese escaso juicio del que solemos hacer gala en tales momentos. Pero votaremos, o no, alejados de intereses bastardos, dañinos.
Somos ese joven inocente que procede sin saber por qué; sojuzgamos, a veces, una rebeldía natural haciendo esfuerzos para satisfacer incautamente a quien marca el camino. Jamás intuimos, al igual que él, si otra forma de manejarnos daría mejores réditos.
El pasado debate entre Rajoy y Sánchez, resultó confuso, incomprensible, hosco
Solo pudimos sacar una conclusión: la imposibilidad de que ambos, en armónica conjunción, luchen por conseguir mayores cotas de bienestar social. En otras palabras, los ciudadanos les importamos un comino; priorizan sus apetitos. Formas vulgares, miserables, se disfrazaron de lisura; una licencia que propicia el ardor del debate, podría pensarse. La realidad difiere mucho del supuesto. Tan innecesarios modos reflejaban una táctica severa a fin de congraciarse con la grey, borracha de agresividad dialéctica. Excesiva moderación y buenas formas decepcionan al personal, ese que pasta en las resecas praderas de la izquierda sediciosa y maniquea, a años luz de la socialdemocracia europea.
Dicen que el ritual del 20-D constituye, a mayor gloria, la fiesta chic democrática; sin indicarlo abiertamente -porque sería demasiado irrisorio- su columna vertebral. Esa premisa o principio es falso.
No se conquistan las libertades introduciendo una papeleta dentro de la urna cada cuatro años o menos.
Los políticos muestran con descaro que la democracia (para ellos) es una metonimia, esa figura que confunde los conceptos trocando a voluntad, verbigracia, la parte por el todo. Votar, o no, conforma una democracia mínima, un sucedáneo; asimismo, puede que un placebo. Mientras el individuo carezca del poder que le otorga su etimología, nuestros políticos nos conceden una democracia ilusoria, inexistente.
Sin embargo, el cercano domingo los individuos han de hablar, formularán un mandato a estos líderes presidenciales. Sé que el lunes padecerán sordera, cuanto menos cierto reparo a cumplir la orden. Diseccionando gestos y talantes, veremos al auténtico demócrata o al revestido que se enfunda un ropaje apropiado para obtener réditos espurios, ilegítimos. Observaremos qué regates realizan unos y otros para, al final, hacer de sus intereses un sayo. Y así, entre bambalinas, entre faustos no exentos de fuegos artificiales, terminará el pomposo espectáculo que empezó a lo largo de la jornada festiva. Afirmo que ningún “arreglo”, por incómodo que parezca o sea, me va a causar asombro u horror. Con estos adalides espero cualquier cosa por insólita que se presente.
Me aventuro, no obstante, a vaticinar presupuestos lógicos. Si el PP es el partido estrella y Ciudadanos, contra mi predicción de la semana postrera, obtiene el tercer puesto que las encuestan vaticinan, deberá permitir un gobierno estable con pacto de legislatura o apoyos concretos. Si Ciudadanos -segundo o tercero, no importa- lograra un número de diputados considerable, podría pactar con el PSOE siendo presidente Albert Rivera. Otra perspectiva no la considero recomendable. Si permitiera un tripartito para desalojar al PP del gobierno, a poco recogería su quiebra a nivel nacional. Las estrategias postelectorales pueden vigorizar o desfallecer sobre todo a Ciudadanos e individualmente a Sánchez.
Intuyo que el día después es fundamental para todos, pero Sánchez se la juega de golpe. Recorre la cuerda floja realizando irritantes acrobacias. A punto de caer, le salva un pacto con el PP o Ciudadanos conformando un gobierno nuevo que destierre formas y usos caducos. Rivera debe espabilar si no quiere quedarse en embrión de algo esencial para la política de los decenios venideros.
El domingo la ciudadanía cumplirá el ritual que le corresponde
A partir del lunes compete a otros tomar decisiones. Todas las encuestas predicen un escenario complejo, difícil, suicida. Deseo que acierten en beneficio de España y de los españoles. Sensatez señores.