¿Quién pisó el acelerador?
Siempre me lo he preguntado, para explicarme la transformación de Comunidad Europea con 12 países, a este monstruo de la Unión Europea, con 27 miembros y unos cuantos más a la espera. Cuando se hubieran podido establecer contratos preferenciales de acuerdo con la evolución de cada uno, en libertades, derechos sociales, fiscalidad y los componentes de una democracia.
Ante el caos con que nos amenazan algunos agoreros, tomemos altura para considerar si no estamos en una enésima batalla entre dioses, teogonía más que cosmogonía.
De los poderes absolutos, encarnados en religiones y en dinastías divinizadas, la soberanía auténtica mostró su rostro al atribuírsela “formalmente” al pueblo, pero que nunca había dejado de pertenecer a los poderes económicos.
Cuando dominaban los “dioses”, mediante el poder de sus representantes, no había problema. O se obedecía o se era eliminado. Cuando los Imperios chocaron por sus intereses, se sucedieron aprovechando lo conseguido por los vencidos. “Grecia conquistada [por Roma] conquistó al conquistador”.
Inventaron formas de gobierno que llamaron Estados, para conseguir el orden necesario para el crecimiento del poder que seguían detentando los “mercaderes” y los que los respaldaban con sus riquezas desde la oscuridad.
La búsqueda de nuevas rutas para llegar a Catay y al Cipango en busca de riquezas, alumbró un mundo que conquistaron los europeos bajo el pretexto de cristianización, civilización y comercio. Al igual que sucedería en el continente africano también feudo de los europeos.
El Extremo Oriente seguía su marcha, aunque misioneros y comerciantes avanzaban con sus empresas. El Islam había tenido su esplendor y de una arabización inicial pasó a una islamización, movida por los mismos intereses.
El centro geopolítico había pasado del Mediterráneo al Atlántico. Con las riquezas de las tierras colonizadas, así como con sus poblaciones a quienes no dudaron en llamar “recursos” materiales y humanos.
Así se desarrolló la Revolución Industrial: recursos económicos y mano de obra gratis que aportaban las colonias para utilizar los conocimientos científicos y técnicos de las metrópolis.
¿Que hubo esclavitud, genocidios, expropiación y crímenes execrables? A nadie importaba, porque se aplicaba la máxima de Maquiavelo: “la fuerza es justa cuando es necesaria”. Quién decidiera lo “necesario” poco importaba: poderes ideológicos, soberanos dinásticos, o los grandes capitales que mostraron su rostro en la City de Londres, Nueva York y en las Bolsas de otros países cuyos gobiernos controlaban cada vez más.
No importaban ni la religión, ni las dinastías, ni los reyes, ni los nobles, ni las monedas pues los demiurgos de las nuevas sociedades mercantilizadas eran poderes económicos. Vinieron las grandes Revoluciones de América, de Francia, de Rusia, de China… y se privatizaban las ganancias mientras se socializaban las pérdidas. Unos, escudándose en liberalismos capitalistas y otros, en marxismos llevados al paroxismo de los soviéticos, China y demás países en los que prendieron sueños de independencia y desarrollo.
Muchos pasaron de la explotación por las metrópolis a los nuevos dioses totalitarios: soviéticos, fascistas, nazis, y el resto.
Un pequeño estado, Prusia, se lanzó a la conquista de sus vecinos apoyados en el “carisma” de la lengua. Bien sirvieron los textos de Fichte, de Herder y otros visionarios del “espíritu del pueblo”, para crear el Reich, con Bismark de canciller. Después de la Gran Guerra, ese pueblo alemán llevó al poder a otro visionario que se lanzó a la locura de Reich de los Mil años.
Conocemos los resultados de la Guerra mundial, el hundimiento de los alemanes y la ayuda que recibieron con el Plan Marshall así como otros estados europeos para enfrentarse a la URSS. Por eso surgió la OTAN.
Nacieron el BM, el FMI, la ONU y después la Comunidad Europea que habría de servir como tercera potencia económico financiera entre el Este y el Oeste, para expandir su modelo de desarrollo económico. Abiertamente pero en nombre de los nuevos dioses, invisibles pero “eficaces”, a los que llamaron “mercados”.
A muchos países de la URSS los integraron en la OTAN y luego…alguien pisó el acelerador y los metió con calzadores en la Unión Europea, para debilitarla y llevarla al actual estado de postración y desconcierto.
A vista de pájaro, la hegemonía alemana actual podría degenerar en una nueva soberbia, hoy incapaz de hacer frente a los auténticos poderes soberanos: los “mercados”, estos dioses que no existen pero que habitan las lagunas de nuestra ignorancia.
Gran Bretaña, siempre dispuesta a acompañar a los ganadores, pero ya no podrán ignorar la potencia de las economías emergentes: China, Rusia, India, Brasil, los BRIC, así como al inconmensurable poder de la revolución de las comunicaciones en manos de la gran esperanza de nuestro tiempo: la participación de la sociedad civil en la construcción de un mundo más justo y solidario.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la UCM, director del CCS