Las nuevas tecnologías nos ofrecen nuevas posibilidades para buscar trabajo. También en las redes sociales existe la posibilidad de contactar con posibles ofertas. La formación a través de cursos, seminarios, masters, encuentros, estudios de idiomas, nuevas especialidades, talleres de formación, preparación de oposiciones… pueden ofrecer al desempleado recursos muy adecuados para abrir nuevas perspectivas.
Aunque cada persona puede seguir el camino que crea más adecuado, hay estrategias comunes que pueden ser útiles para todos los que se vean en esta dura circunstancia: mantener todos los días un horario exigente; ver poca televisión, levantarse temprano, asearse, cuidar la imagen y salir a la calle dispuesto a buscar trabajo; hablar con la gente, ampliar el círculo de las relaciones y amistades, ensanchar el horizonte laboral; evaluar las habilidades, conocimientos, gustos propios, para saber por dónde hay que buscar empleo. Hay que tener claro qué tipo de trabajo se busca y en qué organizaciones le gustaría emplearse; aceptar, de todas formas, un trabajo inferior al que se tenía, porque es más fácil conseguir un trabajo desde otro, que desde el paro; elaborar un currículum no demasiado extenso, claro y sincero, pero completo, no olvidando ninguno de los méritos y trabajos anteriormente realizados; preparar las entrevistas con detenimiento y mostrarse en ellas con sinceridad, decisión e imaginación, huyendo por igual de la prepotencia, que de la falsa humildad, mostrando en ellas lo que uno es y quiere ser, adelantándose a los proyectos de la empresa, y demostrando que se está dispuesto a colaborar con entusiasmo y dedicación.
Se trata de mantenerse ‘vivo’, con inquietud permanente por todo, a través de los libros, revistas, prensa y demás medios de información, con interés por el mundo de la cultura (museos, conferencias, excursiones), de la economía, de la situación social y política… Ayuda también realizar, si se puede, algún viaje de estudio, o de placer, para ampliar conocimientos, para adquirir experiencias, para mejorar los idiomas, para conocer nuevos estilos de vida y de trabajo.
Conviene no obsesionarse con encontrar trabajo rápidamente, ni con que las empresas contesten con la máxima celeridad: todo lleva su curso. Evitar la ansiedad excesiva y mantener la calma; mantener el tono corporal a través del ejercicio diario de algún deporte, para de esa forma conseguir una mente sana y positiva. Se puede pensar también en un posible auto-empleo: ¿por qué no crear su propia empresa, su propio proyecto laboral?
Estar en paro puede desestabilizar gravemente al que lo sufre. El miedo puede agravarse al comprobar que no contestan al envío de sus currículos, que pasan y pasan los días y nadie responde a sus ofrecimientos y entrevistas, que tiene que volver a re-evaluar su carrera o formación anterior, que se tiene que sufrir continuamente la comparación con otros compañeros que aspiran a lo mismo.
Hace unas semanas, Benedicto XVI decía: “Cuando el trabajo se usa exclusivamente como instrumento para obtener beneficios, como medio para la explotación, se ofende la dignidad de las personas y se genera paro e injusticia, que la sociedad y los gobernantes deben superar con la máxima urgencia”.
Si no hay trabajo, a través del cual el ser humano se realiza, se constituye plenamente como persona, sobreviene la oscuridad, el no saber qué hacer, la falta de autoestima, el sinsentido vital. “El trabajo es una de las necesidades más importantes del ser humano y en la actualidad no es respaldado ni fundamentado en principios éticos, sino solo económicos y financieros”, afirma con rotundidad Maslow.
En una situación como la que estamos atravesando, puede salir a flote lo peor y más degradante del ser humano, pero también puede fluir lo mejor, lo más noble y solidario que hay en nosotros: nos puede ayudar a recuperar la verdad y la justicia de manos de la mentira y la injusticia, a desenmascarar los intereses espurios del sistema neocapitalista que solo piensa en enriquecerse desmesuradamente sin atender a la dimensión moral y social de la riqueza.
Tal vez, con la crisis laboral, podamos aprender que los valores éticos universales deben ser “el norte” de todas las acciones y empresas económicas-financieras… Tal vez podamos aprender que se puede vivir con menos, que debemos cuidar con esmero lo que tenemos, que no hay que despilfarrar, que la felicidad está en lo que somos, pensamos y sentimos, más que en lo que consumimos.
Eso no impide que busquemos soluciones urgentes para conseguir trabajo, fundamental para sentirse una persona integral con derechos y deberes; sin él, nos sentimos perdidos, incompletos. Seguramente, tras perder el empleo, las primeras reacciones del parado sean de impotencia, de inseguridad, de rabia, pero hay que procurar que esos sentimientos negativos no lo hundan en un pozo sin retorno.
José Luis Rozalén
Catedrático de Filosofía
www.telefonodelaesperanza.org