Es más que evidente que los tiempos que nos ha tocado vivir son convulsos e impredecibles.
Aquellos modos de vida amables que teníamos por buenos hasta hace poco, no son sino espejismos que forman parte de un pasado benévolo vivido apenas hace unos pocos años y recuerdos que pertenecen a episodios lejanos e inalcanzables de tiempos mejores.
Un presente severo ha aparecido poco a poco ante nuestra vista, duro y agreste, y que deja adivinar, además, un futuro poco prometedor en el que habrá que espabilar para salir adelante, en medio de un paisaje que algunos se empeñan en asolar día a día en medio de recortes, engaños y esperanzas contaminadas.
Ante la amenaza cotidiana de un día a día cargado de incertidumbres, ha habido que “reinventarnos”, ese término que tan de moda está ahora y que muchos hemos tenido que poner en práctica. No nos ha quedado otro remedio.
Sumidos en un panorama económico y social cargado de inseguridades, no nos ha quedado otra opción que amoldar nuestras formas de movernos, de trabajar y de esgrimir la vida a las condiciones severas que nos rodean.
Los ERES salvajes que han saneado grandes corporaciones han dejado sin futuro a miles de familias que recurren a lo que sea para salir adelante.
Las pequeñas empresas han prescindido de cualquier atisbo de dispendio (y también de muchos de sus trabajadores), poniendo los efectivos que todavía conservan al ataque para lograr la excelencia y esa buscadísima eficiencia en la paridad ingreso-gasto.
Del mismo modo, los autónomos, deben -estrechando al máximo su margen- mimar al máximo cada cliente que logran conseguir, sin saber si éste será el último.
El pequeño comercio, ahogado por la alarmante disminución de las ventas, subsiste a duras penas en medio de tasas, gastos e impuestos que no hacen sino aumentar día a día.
Los funcionarios, incluso, a quienes se les consideraba intocables, sufren recortes salvajes de pagas, de moscosos y otras ventajas ya olvidadas, disminución de plantillas y el consiguiente incremento de atribuciones. Los parados, que aumentan vertiginosamente en cada EPA que se publica, van viendo con desesperanza que, incapaces de encontrar un empleo (porque no lo hay), o de “emprender” (ante el panorama desesperanzador que se dibuja ante sus ojos), ven cómo las prestaciones se van agotando sin alternativa alguna a medio ni largo plazo.
En los hogares, en casi todos, hemos tenido que reinventarnos también y hacer acopio de fuerzas y prescindir de lo más prescindible para poder cuadrar esas cuentas domésticas cuyos haberes disminuyen al tiempo que los debes aumentan.
Nuestra sociedad está cambiando y todo el mundo, de una u otra forma, ha tenido que adaptar sus antiguas estructuras a las nuevas condiciones imperantes, adaptándose y adquiriendo nuevas habilidades con las que salir adelante e inventando nuevos modelos que presenten ciertas dosis de efectividad. Vemos transportistas aprendiendo idiomas, peones de la construcción en cursos de informática, comerciales de toda la vida tras la barra de un bar o cuarentones y cuarentonas asistiendo a clases nocturnas de grado medio o realizando trabajos que años atrás siquiera sospechaban. La gente se está “poniendo las pilas” y tratando de no perder esa poca esperanza que les queda mientras siguen creciendo los desahucios, la corrupción y el empleo que están reestructurando nuestra sociedad.
Pero hay estructuras que no cambian pese a su obsolescencia manifiesta, y esas mismas estructuras, a todas luces caducas, son precisamente las que habría que reinventar sin tardar. Pero, claro, eso no va a pasar. Están bien como están. Y es que son esos que tienen sus grandes culos perfectamente asentados al frente de esas organizaciones administrativas de estado, de nobleza que ellos mismos han creado y detentado y de las cuales reciben ingentes parabienes, quienes lo deberían de hacer, jamás lo harán. Estaría bueno desprenderse de sus privilegios a cambio de nada. Son esos potentados los que nos han traicionado y son quienes jamás van a renunciar a ninguno de sus favores los que se llenan sus sucias bocas de palabrería hueca que no es sino una herramienta de engaño para permanecer en sus poltronas mientras todo lo demás se hunde en la desesperanza a su alrededor.
Y son precisamente ellos, quienes gobiernan esas instituciones caducas y carísimas quienes nos piden paciencia, sacrificio, honradez y esfuerzo, esos mismos que se cubren unos a otros y que han creado para ellos y sus amigos un universo inalcanzable en donde sus efigies brillan mediante artificios con nuestras aportaciones. Esos mismos próceres que estamos hartos de ver en los medios defendiendo una honorabilidad ya indefendible, son incapaces de modificar ni un ápice ninguna de las atribuciones que poseen para echar una mano quienes les han votado y después traicionado, por lo que no necesitan reinventarse, ni aprender nuevas habilidades, ni nada más, salvo el arte de tapar mentiras con más mentiras envueltas en aire de solemnidad.
Esperemos que la justicia los ponga al final donde deben estar y que nos devuelvan todo lo que nos han arrebatado: dinero dignidad y esperanza.
Y que no piensen que vamos a detenernos; este es el momento de iniciar algo nuevo y poderoso, porque ese “reinventarnos” va ser el origen del nuevo mundo.