‘De bolsillo’
Las llamadas ediciones de bolsillo se caracterizan por una manufactura ramplona, precaria, insustancial. La baja calidad remata todo el bloque haciéndolo casi exclusivo para economías disminuidas, carentes; asimismo individuos vulgares. Constituyen ese grupo de objetos cuya característica específica viene determinada por el atributo poco decoroso de “usar y tirar”.
Papel reciclado, amarillo, impuro, franquea la puerta del libro -compendio de caracteres inelegantes, restrictivos, astrosos- siempre colocado en paneles semiocultos, vergonzantes. Llevan el demérito dibujado ya en una cubierta antiestética, pobre, repleta de incuria. Conforma la avidez lectora de quien anda escaso de recursos o exhibe miseria abundante, y no solo financiera.
Llevados por modernas interacciones típicas de las sociedades actuales, utilizamos sustantivos a los que podríamos añadirles un apéndice común: de bolsillo.
Así, políticos, “intelectuales”, artistas (quizás titiriteros), comunicadores, carecen de grandeza, de crédito, aun de dignidad; son individuos de bolsillo en su comparecencia dentro del panorama nacional.
Casi amorfos, exhiben materiales ajados, sin brillo, nada originarios ni particulares. Me recuerdan buñuelos insípidos, asemejados a esa inutilidad que la gente de mi pueblo, metido de lleno ahora en fiestas patronales, denomina con cierta repulsa agua de borrajas.
No es lo peor que sectores comúnmente bien valorados atesoren un notable grado de descrédito; no, es mucho más punzante que ciertos comportamientos fundamentales en sociedades sanas, adquieran últimamente textura de bolsillo. Enfatizo el ético.
Sí, los tiempos que corren son ricos en incautos, en retóricos de provisiones éticas que jamás superan los límites que marca una palabrería tan hueca como propagandista. A lo sumo, desmenuzan iniciativas unidireccionales, maniqueas, que guardan el equilibrio procedente de leyes ad hoc.
En este laboratorio caótico, lucrativo, cada cual padece los inconvenientes o ventajas a que lleva la incongruencia doctrinal
Esta izquierda, mal llamada progre, acapara -en su mayor parte- loas, impudicia e impunidad. Parecieran acreedores de una sociedad que malvive gracias a sus desvelos. Ignoro si tan asombroso agasajo, la falsa honradez que se atribuye de forma expresa, puede ser causa o consecuencia de tan absurda reputación. Colabora el dogmatismo de muchos y la estulticia de una mayoría.
Podemos -ese partido con vocación populista, totalitaria, tal vez debilitada por paradójicos o estudiados fantasmas disgregadores- ha contaminado la vida política española marcando líneas de exquisitez ética que luego traspasa sin “perder” un ápice de pulcritud. Encima trastocan el protagonismo de episodios vergonzantes. Proclamaron que caminar bordeando la ilegalidad debiera suponer una dimisión inmediata como peaje político. Luego, Errejón, Monedero, Rita, Zapata y un largo etcétera hicieron sayos de aquellas capas dimisionarias.
El mismo Iglesias, con sus intenciones sobre la señora Montero, y Echenique, burlando a la Seguridad Social, se han ciscado en sus propias exigencias moralizantes. Si presumiblemente feos, livianos, fueron algunos procederes, su justificación excede la esfera del esperpento. Vean si no. Bescansa, refiriéndose al caso Echenique, dijo: “Es vergonzante que se utilice la precariedad de los trabajadores domésticos como argumento contra Echenique”. Señora socióloga, ¿somos de verdad tan imbéciles? Sin comentarios.
Medio año después, los modos políticos tras dos elecciones abonan la ética de bolsillo
Aparentemente nadie quiere terceros comicios pero tampoco ninguno persigue evitarlos. Sumergidos en un sangrante problema territorial, ahogados por el tsunami económico europeo, unos y otros aparecen inmóviles ante lo que apunta un horizonte próximo. Rajoy, el roqueño, sigue esperando a la puerta el cadáver de Sánchez. Este quiere retrasar su sepelio e incordiar al presidente en funciones aparentando que estudia las probabilidades de un gobierno imposible.
Rivera, estratega autolesivo, anda acariciando no se sabe qué. Otra hipotética confrontación electoral le dejaría patitieso. Podemos, pese a la extraordinaria puesta en escena permanente, ni pincha ni corta. Es un brindis al sol, favorecido por la coyuntura, el dogmatismo, la mediocridad y el despropósito.
Decía Aristóteles: “Nuestra actuación no es correcta porque tengamos virtud o excelencia, sino que las tenemos porque hemos actuado correctamente”. Significa que la ética no es apriorista como proyectan imponer prohombres de izquierdas. Basados en esa falacia autocomplaciente, El País ha publicado un manifiesto firmado por cuatrocientos cincuenta “políticos, hombres de la cultura, intelectuales y activistas” cuyo contenido dice así:
“Necesitamos otro gobierno que revierta los recortes, defienda la sanidad y la educación pública, los derechos laborales, la cultura, la ciencia y el medioambiente. Necesitamos otras políticas que acaben con la desigualdad, castiguen ejemplarmente la corrupción y pongan fin al deterioro democrático”.
Fantástico, fantasioso, falso. En Unidos-Podemos es axiomático, el PSOE demostró su ineficacia hace algunos años. El tal mensaje irradia infantilismo, incoherencia, sombrío reclamo. Delata también un brote relevante de ética de bolsillo.