El componente racial y la falta de oportunidades son una mezcla explosiva que ya muestra sus terribles consecuencias. Jóvenes de religión musulmana, inmigrantes o hijos de inmigrantes, que no se integran o no les dejan integrarse en las sociedades europeas; jóvenes ateos o creyentes, de izquierdas, indignados con los políticos y sin mayores expectativas: una generación perdida que ve en la violencia una vía de escape, una catarsis para todo ese odio y frustración que sienten y han acumulado ante el sombrío panorama que les espera.
Lo ocurrido en Londres y otras ciudades inglesas es solo un aviso. Ya antes había ocurrido en Francia, y está ocurriendo ahora en España. Si no se toman cartas en el asunto las consecuencias pueden ser catastróficas.
En Gran Bretaña, el primer ministro Cameron decretó unos recortes sociales durísimos y la calle está respondiendo de esa manera. No obstante, no son justificados los actos de vandalismo y violencia callejera. Estos hechos son un síntoma de una sociedad fragmentada. Los jóvenes marginados por su condición social, racial y por la falta de oportunidades también tiene que ver con todo esto.
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