La incomodidad que Estados Unidos desea producir en Rusia para evitar que se convierta en rival serio no debe preocupar a la Unión Europea.
En la reunión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) que tuvo lugar en Helsinki, el ministro ruso de Asuntos Exteriores propuso reformar la OSCE para que ésta “asuma la iniciativa del presidente Medvedev, a fin de lograr un tratado, jurídicamente vinculante, para la seguridad colectiva de todos los Estados euroatlánticos”.
Alemania, Francia, Italia y España parecen encabezar el grupo de los que consideran positiva la iniciativa rusa, mientras que la mayoría de los países del Este europeo, junto con EEUU y el Reino Unido, se muestran opuestos a la idea.
El representante de Estados Unidos en dicha conferencia declaró: “No hay necesidad de una nueva estructura y es fácil ver de qué trata todo esto. Lo que intentan es buscar una alternativa a la OTAN, que ha funcionado tan bien. La OTAN incomoda a Rusia”.
Esta opinión del principal socio transatlántico no es nueva: a Estados Unidos le interesa mantener a Rusia en un nivel de cierta incomodidad, para evitar que pueda convertirse en un serio rival. Esto pondría en peligro la Estrategia de Seguridad de Estados Unidos, que busca una mayor fortaleza militar que la de cualquier coalición que pudiera enfrentársele. Sin embargo, la cuestión que los europeos deberíamos plantearnos sin pérdida de tiempo es otra muy distinta: ¿interesa a Europa mantener a Rusia en una situación de permanente incomodidad?
Por su parte los miembros de la OTAN han aceptado en una reunión ministerial la reapertura, con carácter limitado, del diálogo entre con Rusia, suspendido como consecuencia del conflicto georgiano. El ministro alemán de Asuntos Exteriores había declarado que era necesario “buscar formas de reanudar el diálogo porque, precisamente en los momentos críticos de las relaciones, es cuando se necesitan vías para mantener contactos”.
Quizá para compensar esa mano que la OTAN parece tender hacia Moscú, se acordó en la reunión mantener abierta la oferta de adhesión a la Alianza para Ucrania y Georgia, aunque sin señalar plazos y estableciendo un plan de incorporación sin fechas previstas. Con análoga intención se insistió en declarar que Rusia “había utilizado una fuerza desproporcionada en el conflicto con Georgia”, aunque para ello se haya inspirado en la también desproporcionada ofensiva de la OTAN contra Serbia en 1999.
A la Unión Europea no le interesa mantener ni acrecentar la incomodidad rusa, sino encontrar terrenos de entendimiento y de beneficio mutuo, olvidando los arraigados prejuicios de la Guerra Fría -a los que tan sensibles se muestran todavía los Estados europeos que fueron socios del Pacto de Varsovia- y abriendo nuevas posibilidades de diálogo, cooperación y entendimiento recíprocos.
La cuestión, sin embargo, no es bilateral. El entendimiento que debe facilitar las relaciones entre Rusia y la Unión Europea no puede perder de vista a Estados Unidos. Es en el triángulo así conformado donde, concluida la pesadilla de la “era Bush”, habrán de redefinirse las políticas más apropiadas para rebajar las tensiones que surgen con frecuencia, como si fueran réplicas del terremoto que fue la Guerra Fría.
El cambio que se va a producir en Washington, con la llegada del nuevo presidente, puede facilitar las cosas, aunque también complicarlas. Si Obama pretende, como ha anunciado, volver a tener en cuenta a la comunidad internacional antes de tomar las decisiones de importancia que afecten a ésta, podrían allanarse muchos de los obstáculos que todavía existen entre Bruselas y Moscú. Pero si, bajo la máscara del “cambio posible” siguen dominando en Washington las viejas pulsiones del imperialismo histórico, las tensiones volverán a exacerbarse.
Más que a la OTAN (con su tendencia a extenderse hacia las fronteras rusas) o a Estados Unidos (con su inútil escudo antimisiles apoyado en Polonia y Chequia), correspondería a Europa, situada en el fiel de la tradicional balanza donde se han solido enfrentar Rusia y EEUU, ejercer las presiones necesarias para que el cambio fuera realmente posible en el ámbito de las relaciones internacionales. Hasta la lucha contra el terrorismo internacional se vería muy beneficiada si así ocurriese.
Alberto Piris
General de Artillería en la Reserva