Sociopolítica

Evolución negativa

Utilizo este título recordando uno de los eufemismos políticos que más impacto y gracia ( si de gracia puede hablarse) me causó, cuando alguien calificó de «crecimiento negativo» la miseria y pobreza con que España arropaba y arropa su escúalido y sórdido cuerpo.

Involución, de Raúl Tristán 2012. Técnica Mixta.

Involución, de Raúl Tristán 2012. Técnica Mixta.

Seamos sinceros: en nuestra época tan sólo se prospera económicamente a medida que se trueca el capital por la ética, en cuanto uno olvida a esa sombra de mal agÁ¼ero que es su prójimo, caricatura insolente y prescindible de uno mismo. Altos ejecutivos, banqueros sin escrúpulos, famosillos sin principio alguno, futbolistas semianalfabetos: ésta es la flor y nata de nuestra época, el  espejo donde la juventud se mira con ojos idolátricos.

De cómo nuestro sistema ha ido, a través de los siglos, distanciando más cada vez la ética del capital, hasta hacerlos incompatibles, se podría hablar largo y tendido; pero lo cierto es que su antagonismo viene acentuándose a pasos agigantados.

Nuestro siglo es el reino del hombre pragmático: el que no se pregunta el porqué; el que da rienda suelta a su egoísmo; el que paga sus fines con la moneda de su conciencia; el que justifica moralmente todo aquello que le reporte beneficios, o ni se lo plantea. El hombre honrado, en cambio, suele comprar su dignidad a precio de miseria a plazos, precariedad  mal llevada, hambre mal engañada.

Así las cosas. Las razas y tribus más pacíficas se tambalean entre la supervivencia y la extinción, gracias a su falta de competividad y a su pacifísmo, que el homo faber se encarga de condecorar con la invasión de sus territorios y su destierro del primer mundo. ¿Hemos creado entonces una evolución inmoral? ¿Realmente la supervivencia es un sello de garantía de la humanidad, o sólo su larga negación? Preguntas son éstas difíciles de contestar para el ser humano, incapaz de descalificar moralmente lo que le garantiza la existencia. Problema gnoseológico de primer orden, en cuanto que nos encontramos en la encrucijada entre un bien inperceptible a falta de nosotros y un mal con garantía de consciencia.

Si la religión no justificaba el bien per se, sino como un modo efectivo de entrar en el reino de los cielos, el capitalismo tampoco hace lo mismo con el mal, sino que deja a la obviedad de la experiencia la conclusión de que su uso es la forma más efectiva de vivir con boato en el reino de la tierra. Aunque no simpatizo a pies juntillas con ninguna religión, y aunque por ella se han cometido los crímenes más atroces (mejorando lo presente), empiezo a sospechar que el hombre necesitaba el concepto de bondad-recompensa, puesto que la justificación moral de la justicia, y aun la moral misma, son cuestiones que al hombre apenas le inquietan por lo general, y visto el corto transcurso de nuestro siglo, parece que el capitalismo ha cogido el relevo de la religión; una religión consagrada, a diferencia de las otras, no al supuesto creador de la humanidad, sino a algo creado por el hombre mismo; algo que comenzó por ser mero sustituto del trueque, haciendo del intercambio algo más llevadero, hasta que se nos fue de las manos y acabó filtrándose por los más recónditos recovecos de nuestra avaricia: el dinero. Una religión que mata más silenciosamente; que hace confesar en los bancos los pecados de números rojos; que establece los mandamientos del pragmatismo insolidario, cosificando la humanidad; una religión, al fin y al cabo, excluyente e inhumana, dinamizadora de los valores éticos e inhibidora de las cualidades más generosas del ser humano. Bienaventurados los que no empatizan, porque de ellos será el reino del capital.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.