La Iglesia Católica busca recuperar terreno perdido con medidas no sólo excéntricas, sino cuestionables desde una perspectiva ética, científica y de la salud mundial.
La Iglesia Católica ha comenzado una “nueva cruzada” para recuperar la influencia y el poder que tenía hace no tantos años. Desde el proyecto de un minivaticano para Madrid hasta el rechazo frontal del Papa al uso del preservativo como solución contra el Sida. O la excéntrica campaña que sostiene que “en España se protege más a las especies en peligro de extinción que a los embriones”. Con semejante propaganda tratan recuperar los anacrónicos discursos del conservadurismo.
La construcción del minivaticano de Madrid ha suscitado quejas y las protestas de miles de ciudadanos de la capital que consideran un atropello que se utilicen los terrenos de un parque ciudadano para fines religiosos. El nuevo complejo urbanístico-eclesiástico ocupará una 28.000 metros cuadrados en la zona de las Vistillas, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad, lo que ha causado la indignación de varias asociaciones laicas y vecinales que preparan acciones para frenar el inconstitucional privilegio de la jerarquía católica.
Los partidos políticos, PSOE e IU, han presentado un recurso contencioso-administrativo con el apoyo de los vecinos más afectados por la inminente construcción y de una gran parte de la ciudadanía española. En palabras del concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel Lara: “Le rogaremos a Dios para que la resolución de los tribunales llegue antes que el inicio de las obras”.
A este conflicto urbano se une la campaña propagantística que los obispos españoles han sacado a las calles de 37 ciudades en contra de la Ley del Aborto, actualmente en el Congreso de los Diputados. En la imagen del anuncio aparece un lince y un recién nacido que exige la misma protección jurídica que el lince e peligro de extinción.
El coste y el origen del dinero utilizado para sufragar los gastos de esta campaña han originado un debate que supondrá para la Iglesia un gran desgaste público, mucho más elevado que el estrictamente económico. El portavoz episcopal, Martínez Camino, ha asegurado que el gasto no supera los 250.000 euros, una cifra menor que los tres millones de euros que costó al erario público la última visita del Papa. Las respuestas desde la clase política no se han hecho esperar, mientras Martínez Camino ha justificado la agresividad de la campaña.
Mientras tanto, Benedicto XVI visita Camerún en su primer viaje a tierras africanas, el continente en el que más crece el catolicismo y donde se localiza el 68% de los infectados por el VIH a nivel mundial. Es decir, 22,5 millones de subsaharianos según la OMS.
Joseph Ratzinger desprecia tajantemente el uso de los preservativos como medio de prevención del Sida, mientras promueve la “abstinencia y la oración” como única vía eficaz para luchar contra la epidemia. Las palabras del Papa han sido calificadas por asociaciones como cómplices “a sabiendas de nuevos contagios”.
Los argumentos que utiliza la Iglesia para defender su ideología retrotraen el debate a temas sexoangelicales, como la definición exacta del inicio de la vida, o a propuestas obsoletas, como la abstención como única medida para evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual.
Autoridades científicas y académicas de Europa han calificado de genocidas las afirmaciones vaticanas que cuestionan que un bebé pueda salvar a su hermano mediante la transfusión de la sangre de su cordón umbilical. A ese hermano concebido por voluntad de los padres le llaman bebé-medicamento y condenan la “criminal eliminación” de las ocho células que no se han utilizado.
El periodista Manuel Saco cita al teólogo Hans KÁ¼ng al decir que la Iglesia corre el riesgo de convertirse en una secta. “No es que no recuerde que ya es una es una secta judaica; se refiere, sin duda, a que lleva camino de ingresar en el panel de las sectas peligrosas”. Nada más que añadir.
David Rodríguez Seoane
Periodista